CAPÍTULO LXX

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– ¿Cómo pudiste pensar eso...?– susurró el vampiro de pelo castaño, con los ojos cristalizados.

La pregunta quedó en el aire, lo que hizo que volviera a aparecer esa sensación de vacío tan dolorosa, que parecía quemarle desde dentro hacia fuera.
Apretó los puños y apartó la mirada.

Era como el fuego de su infierno particular.

– ¿Por qué pensaste que no iba a gustarme?– volvió a preguntar, a pesar de saber que no iba recibir ninguna respuesta.

Miró el anillo ya colocado en su dedo corazón con tristeza, y jugueteó con él durante un par de minutos, tratando de calmar, en vano, esa quemazón tan intensa.

– Es el mejor regalo que me han hecho nunca...– carcajeó para ocultar su quebradiza voz–, pero no tenías porqué darme nada. Ir a visitarte al poblado cada semana o llevarte agua y comida..., lo hice porque te quiero, y estar a tu lado ya es suficiente recompensa– se tumbó junto a ella, no sin antes cerciorarse de que estaba bien abrigada–. Lisa me ha contado que también escribiste un pequeño discurso..., es un detalle muy bonito.  Me lo leerás cuando regreses, ¿verdad?

Sujetó sus frías manos por debajo del edredón, y las llenó de besos y caricias.

– No quiero presionarte, pero necesito que te des prisa. No me siento bien...

Les tapó a ambos con una manta de lana, creando así una especie de refugio; un nido. La abrazó por la cintura, apoyando la cabeza en el lado izquierdo de su pecho y enrolló las piernas alrededor de las de la joven. 

Quería quedarse así para siempre.

Khalid:

– ¡¿Tú también?!– grité exhausta–. ¡Ya tenemos suficiente con la negación de Hudson para que ahora tú...!

– ¡Tú no estabas allí! ¡Vi perfectamente como Katherine le pegaba un tiro a esa cosa! ¡y según el diario, los rebellium debían asesinar a un sobrenatural y luego morir para convertirse!

– ¿Qué diario?– preguntó Jackson con interés. Parpadeé confusa.

– Ningún diario– susurró nerviosa–, me refería a esos libros que hablan de la naturaleza de los cazadores..., y también de los vampiros.

– ¿Los libros prohibidos?– cuestionó Eliel.

– ¡Sí! ¡digo, no! Lo-lo que quiero decir es que... como ya sabéis, todo el mundo habla de esos libros, de los cazadores y de cómo es su transformación...

– Pero...

– Lo importante ahora es Katherine, déjalo estar.

– No te veo muy afectada– musitó Erik desde la esquina del salón.

– ¿Por qué iba a estarlo? Ella mató a ese licántropo, va a despertar.

– Dices exactamente lo mismo que mi hermano– Sollocé–. Y te voy a responder exactamente lo mismo que a él: Por mucho que ese lobo esté muerto, las probabilidades de que Kath supere la transformación, teniendo en cuenta que jamás ha recibido entrenamiento mental o físico, son casi nulas.

– También eran "casi nulas" las probabilidades de escapar de Maximus, y Katherine lo consiguió.

– Sé que la quieres mucho pero...

– ¡¿Por qué sois tan negativos?! ¡es como si no quisierais que volviese!

– ¡Créeme que somos los primeros que queremos que vuelva! ¡que nada de esto hubiera pasado! 

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora