CAPÍTULO XXIV

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Abrí los ojos con suma lentitud mientras me revolvía incómoda en la cama,     pues sentía un extraño peso sobre mi cintura.

Cuando por fin me di cuenta de lo que significaba eso, abrí los ojos de golpe y levanté la cabeza sutilmente, descubriendo que ese peso no era nada más y nada menos que un brazo.

Alcé más la mirada y para mi sorpresa, choqué con una mandíbula marcada, un pelo castaño y sedoso, una nariz perfecta y unos labios extrañamente deseables.

Abrí la boca en sobremanera y sentí los latidos de mi corazón acelerarse.
No por miedo, en realidad por su cercanía y el agarre que ejercía sobre mí.

Debí quedarme unos segundos hipnotizada admirando su rostro.
¿Es normal que fuese tan perfecto?
No lo creo, por no hablar del momento en el que tuve la gran idea de intentar moverme, haciendo que mis manos tocasen una superficie fría y dura.

Tardé demasiado en darme cuenta, después de estar un rato palpando, en que estaba manoseando su bien formado torso desnudo.
Aparté las manos de ahí súbitamente, provocando que un ronco gruñido se escapase de sus labios.

Por suerte eso no fué suficiente para despertarle, por lo que mientras tanto me quedé observando mis muñecas, repletas de pequeños moratones que dolían al presionarlos.

Quise ir al baño para curarlas, o hacer cualquier mierda con tal de que se quitasen.
Aunque realmente ya estoy acostumbrada a este tipo de cosas.
Por mínimo que sea el golpe reciba, ya tengo la zona cubierta por cardenales.

Supongo que hice algún movimiento brusco, por el cuál él príncipe se removió de su sitio y acabó por posicionarse encima de mí para después estrujarme entre sus brazos.
No sé qué estaría soñando, pero apretaba con afán.

Tuve la extraña tentación de tocar su sedoso cabello, y mira que la situación ya era de por sí rara, pero nada, ya estoy yo para empeorarlo todavía más.

Tuve eso bien claro al descubrir lo sedoso que era su pelo, pero al escuchar de nuevo un gruñido proveniente de lo más profundo de su garganta, aparté mis dedos de inmediato, y este gesto solo hizo que Hudson levantase somnoliento la cabeza, para después toparse con mi inmóvil mirada.

Se quedó quieto unos momentos, creo que para procesar la información. Entonces se levantó rápidamente avergonzado con la cabeza gacha, y se sentó en el borde de la cama.

– Perdona... Ehm... Es que yo...
Me dormí y... Quiero decir,– se apresuró a corregirse – tú, tú te dormiste y quería llevarte a la cama para que no durmieras en el suelo, pero tenías mi camisa agarrada y no la soltabas, y no quería despertarte, así que me tumbé aquí a esperar que dejaras de agarrarme, pero me quedé dormido y...

– No importa, en tal caso fué culpa mía por... Agarrarte inconscientemente.

– Tranquila, no me importa...
Me refiero a que no tengo problema, o sea, quiero decir que... No es nada.– Hablaba muy rápido y diría que prácticamente sin respirar.

– Está bien...– Asentí algo incómoda.

Sonreí levemente, pero esa pequeña mueca desapareció al notar como su rostro avergonzado se había ensombrecido a tal punto de que sus ojos parecían expulsar llamas.

Tragó en seco y agarró mi mano con delicadeza, aunque también con un temblor constante.

– Yo... Lo siento, tengo que irme.

Solo me bastó con pestañear para darme cuenta de que se había esfumado.

Otra vez.

Me dejé caer en la cama y suspiré incontables veces mientras pensaba en el comportamiento extraño, confuso e irracional de Hudson.




*****





– Venga enana. Necesito que te des prisa.– Dije en un suspiro agotada por la larga y cansada jornada de mañana que había tenido hoy.

– No es mi culpa que te marcaras la escapada del siglo para que encima te saliera mal.– Reprochó Amber con un tono burlón.

– Punto número uno, no me escapé. Y punto número dos, tampoco es mi culpa que una bola gigante de pelo con garras y colmillos decidiera comerse a mi caballo y perseguirme por toda la cuidad.

– ¿Me dirás por qué fuiste?

– Ya lo he dicho. Fuí a buscar una cosa a mi casa.

– ¿Qué cosa?

– Un vestido.

– Si vas a mentir a los príncipes, al menos hazlo bien. ¿Enserio creés que llegarían a creerse semejante estupidez?

– Normalmente no, pero viniendo de mí a lo mejor...

– Ni lo pienses. Recuerda que el mayor tiene habilidades psíquicas.

– Tranquila que eso no se me olvida. Es cojonudo.

– Debe ser muy divertido para tí.– Sonrió con sorna.

–Sí, obviamente me encanta que sepa lo que pienso cada vez que me da por mirarle a los ojos.– Murmuré en tono sarcástico.
– Ahora en serio. Odio con todo mi ser que me lea la mente, es como una invasión a mi privacidad.

– Es lo que hay.

– Pero bueno, técnicamente sí que fui a buscar un objeto.

– Pues ya está, no especifiques. Di eso y procura no mirarle a los ojos.

– No pienso ni levantar la cabeza.

– ¿Por lo del licántropo? ¿Por Dominik? ¿O por lo de Hudson?

– Un poco de todo.  Sí que me chocó encontrarle durmiendo conmigo en la mañana, y que a los dos minutos de despertarse desapareciera.

– Tendría que haber visto tu cara...– Estalló en carcajadas mientras terminaba de limpiar la última lámpara.

– Que graciosa...

– A que sí, ¿verdad?

– Estoy preocupada Amber, no voy a especificarte mi propósito de ir al poblado, porque lo último que quiero es involucrarte. 
No creo que la familia real me haga daño, pero como algún noble se entere de esto...

– ¿Qué...?

– Querrán mi cabeza adornando sus despachos.

– No puede ser tan grave. ¿No?

– Ya te digo yo que sí Amber. Y tanto que sí.



*****



Me encaminé con los nervios a flor de piel y las piernas cual gelatina hasta la habitación donde los príncipes me habían citado.

Dudé en girar el pomo, e incluso llegué a pensar que lo mejor sería volver sobre mis pasos y salir corriendo . Pero la puerta se abrió y ya no había nada que hacer, ni habría nadie que viniera a salvarme el culo.

– Te estábamos esperando.– Khalid abrió la puerta del todo y me mostró una enorme habitación en la cual a parte de ella se encontraba el resto de su familia.

Me hicieron sentarme en una silla con tono exigente y brusco, y bajé la mirada intimidada por la intensidad de sus miradas. Pero conseguí relajarme cuando me fijé en que en una esquina del cuarto se encontraba Mace con una leve sonrisa tranquilizadora.

– Bien Katherine, nos lo vas a contar absolutamente todo. No habrá excusas, ni medias verdades, y espero que seas sincera porque de otra manera, no podremos protegerte.

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