CAPITULO LXXVIII

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—No quiero quedarme aquí. —Insistió por quinta vez en los últimos cinco minutos— Puedo ir contigo, de verdad.

—No es necesario Hud, solo es una simple revisión, —me acerqué para darle un pequeño beso en la frente— tú mismo me has dicho que confías en ese hombre.

—Sí, por supuesto, pero quiero saber si estás bien. —Mi corazón se derritió ante su mirada de pena.

—Y lo sabrás, en cuanto salga te contaré a detalle todo lo que me ha dicho.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo. —Le dediqué una media sonrisa y entré en la habitación, mientras él y sus hermanos esperaban  las nuevas noticias en el pasillo.

Aquel lugar parecía una especie de enfermería; estaba lleno de camillas y elementos curativos como vendas, material quirúrgico o algunas hierbas que no supe reconocer.

—Hola..., —saludé tímidamente, al divisar una figura masculina. El brujo, quién hasta el momento estuvo sacando raros objetos de su maletín, se levantó  para estrecharme la mano.

—Creo que a raíz de todo lo que ha pasado no hemos podido presentarnos como es debido, —sonrió— soy Nadir, como ya bien sabes el líder del aquelarre Luna Oscura.

—Y la persona que me trajo de vuelta. —Continué con agradecimiento.

—En realidad, no ha sido todo mérito mío —murmuró mientras volvía a tomar asiento—. Si el proceso ha salido bien, es únicamente gracias al príncipe Hudson.

—¿De verdad?

—Por supuesto. De no haber sido por su fuerza vital, no habríamos podido traerte de vuelta. Por no mencionar que me acompañó hasta el otro lado del plano astral, a sabiendas de la cantidad de energía que perdería luego.

—¿Hasta el otro lado del qué? —pregunté con confusión.

—Bueno, voy a quedarme en el castillo un par de días más, así que podré explicarte todo lo que ha sucedido durante tu ausencia sin ningún problema. —Asentí conforme— Ven, siéntate aquí, —señaló una de las camillas del cuarto— voy a revisarte.

Tras hacer lo que me pidió, se colocó unos guantes y comenzó a palpar mi piel, presionando en aquellas zonas más importantes, como la espalda, la cabeza e incluso el abdomen.

—¿Sientes algún tipo de dolor? —me preguntó mientras masajeaba mis hombros con un instrumento frío.

—Ayer me dolía justo ahí, pero ya no siento nada.

—Está bien..., —se quitó los guantes y se sentó en una silla para anotar algunas cosas en su libreta— pareces estar sana, tu cuerpo funciona correctamente, responde a los estímulos y parece que tu cerebro también.

—¿Entonces no hay de qué preocuparse?

—En realidad, aunque a simple vista todo esté bien, hay algunos riesgos. 

—¿Riesgos de qué? —pregunté alarmada.

—Cuando un cazador obtiene su transformación en condiciones normales, sufre durante un tiempo indefinido algunas... consecuencias. ¿Conoces los síntomas posteriores a la transformación vampírica?

—Sed de sangre y falta de autocontrol, si no me equivoco —contesté.

—Pues bien, podríamos decir que las secuelas en los rebellium son algo parecidas. Hoy, mañana, dentro de un año, o nunca, podrías empezar a sentir un odio irracional hacia los seres sobrenaturales. Y puede que también algo de dolor. Podrías incluso llegar a tener pensamientos homicidas, el impulso de matar a cualquier ser de la noche, Hudson incluido.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora