CAPÍTULO LXVI

30.1K 3.5K 1.3K
                                    

– ¡Déjame verlo!

– No.

– Te lo suplico...

– No es nada del otro mundo–. Esta simple frase pareció ofenderla, pues entrecerró los ojos y me miró de forma acusadora.

– ¿Esa es la razón por la que no se lo has dado?– preguntó de brazos cruzados.

– No.

– Te da vergüenza.

– No.

– Admítelo.

– No.

– ¡Venga ya Kath!– entrelazó los dedos a modo de súplica y puso cara de perro mojado.

– Dios, que insistente–, murmuré entre dientes–, toma, pero cállate de una vez–. Lisa sonrió ampliamente y me arrebató el anillo de las manos; lo admiró durante unos instantes totalmente concentrada, hasta que finalmente, con una mueca satisfecha, dijo:

– Es hermoso.

– No está nada mal–, suspiré dándole la razón–, y me fastidia no haberme atrevido a dárselo.

– No importa, ya lo harás el próximo domingo, no hay prisa–. Me animó, restándole importancia.

Aunque ya tengo el anillo en mi poder, (el cual acabé encargando a otra vendedora que sí parecía de fiar, ya que por mucho que hubiera cumplido mi parte del trato decidí no volver a pisar la tienda de ese extraño sujeto), hoy, durante nuestro encuentro semanal y a pesar de que Hudson notó que me traigo algo entre manos, no saqué la suficiente valentía como para poder entregárselo.

Pero eso sí, me he comprometido a hacerlo la semana que viene, sin excusas ni retractaciones.

Los días fueron pasando, tan lentos como de costumbre, a excepción del domingo, que siempre parece transcurrir más rápido de lo que debería.

Esperé a Hudson sentada frente a la puerta principal, practicando mentalmente e imaginándome su reacción, ya fuese buena o mala. Lisa estuvo a mi lado todo el tiempo; me dio un gran discurso reconfortante e incluso me ayudó a elegir las palabras correctas para agradecerle todo lo que había hecho por mí: como el haber asumido más tareas reales solo para verme, viajar varias horas cada semana para estar conmigo, traerme comida, agua, ropa...

Solo que ese domingo, y por primera vez desde que nos habíamos reencontrado, Hudson no apareció.

Tampoco Mace, Khalid, Erik o Jackson.

Nadie.

– Ey, no estés triste–. La pelirroja me abrazó con fuerza al percatarse de mi cara de decepción–. Seguramente estén muy ocupados; puede que Maximus les haya encomendado una tarea en un reino lejano. Se lo darás la semana que viene, ¿está bien?

– Sí... claro–. Sonreí débilmente.

Al menos así tendría más tiempo para desechar la absurda idea de que no le gustará mi regalo.

*****

Siete días después, sobre eso de las once de la noche, volví a casa tras haber estado paseando por las estrechas, húmedas y lúgubres calles del poblado. Llovía a mares y lo único que me apetecía era abrir la puerta y encontrarme con Hudson esperándome tumbado en el sofá, como suele hacer habitualmente.

Pero una semana más, no había ni rastro de él.

*****


Me encontraba observando cómo Dalton mantenía una conversación animada con sus amigos, en uno de los parques más concurridos de todo el poblado. Mirarle de esta manera me hacía sentir como una verdadera acosadora, pero en mi defensa diré que lo único que quería era encontrar la manera de hacerle saber, indirectamente, que Loren, su supuesta novia, le está engañando con Marcus.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora