CAPITULO LXXIII

30.3K 3.5K 938
                                    


Hudson:

—¿Por dónde empezamos? —pregunté con impaciencia.

—Como ya he dicho, tenemos que averiguar si está vivo o muerto. Conozco un hechizo que puede mostrarnos al lobo durante unos minutos, como si estuviéramos a su lado.

—¿Eso no es peligroso? —Interrumpió Mace. El brujo negó.

—Él no podrá vernos u oírnos, tampoco detectar nuestro olor.

—¿Qué tenemos que hacer nostros?

—Dado que no conozco el nombre del licántropo, o siquiera a qué manada pertenece, necesito algo que me ayude a identificarlo. Me sirve un poco de saliva, una garra, o incluso un pelo.

Esas palabras hicieron que la pequeña esperanza, que mantenía viva una llama de felicidad en lo más profundo de mi corazón, desapareciese por completo. Sonreí sarcásticamente y negué con la cabeza, decepcionado. Me senté en una esquina de la cama y acaricié el frío dorso de la mano de Katherine, mientras los demás seguían hablando.

Todo había sido una pérdida de tiempo.

—Pero no tenemos nada de eso... —escuché vagamente murmurar a mi hermana. Ni siquiera estaba prestando atención a la conversación; mi mente estaba en otra parte, con otra persona.

—¿No tenéis nada del licántropo?

—No.

—¿Ni siquiera algo que haya tocado, o que haya estado entre sus fauces? Como un objeto o una prenda de ropa.

—Tampoco.

—Y por lo que he podido observar, ni siquiera sabéis de su aspecto físico.

—Era de noche y no había más iluminación que la luna. Kath nos lo describió únicamente como grande, fuerte y maloliente.

—En ese caso, me temo que no puedo hacer nada. El embrujo requiere algo que lo identifique, algo que nos pueda guiar hasta él, ya sea su ADN, o una marca incorpórea.

—Yo tengo algo... —Como si esa frase hubiera activado algo en mi cabeza, salí del estado de trance y miré interesado a la chica pelirroja. Ella, que hasta ese momento estuvo apoyada en la puerta, sin decir ni una palabra, dio un paso al frente—. O al menos, eso creo.

Todos en la estancia nos quedamos en absoluto silencio, esperando con impaciencia lo que diría a continuación. Ella se encogió un poco sobre sí misma, como si no estuviera segura del todo o no quisiera empeorar la situación todavía más, diciendo alguna estupidez.

—Adelante, ilumínanos. Ahora no te quedes callada —dijo Dominik con brusquedad, lo que hizo que volviera a encogerse, algo intimidada.

—Dilo cielo, no te preocupes. Toda idea es bien recibida —murmuró el brujo con un tono más amable. Khalid retó a Dominik con la mirada.

—Tengo una herida en el costado, supongo que los príncipes ya le habrán informado acerca de ello. La cuestión es que me lo hizo con sus garras, y como ha dicho que sirve algo que el licántropo haya tocado...

—¿Puedo verla?

—Claro..., —asintió y dejó que el brujo se acercara. Khalid también se adelantó para ayudarla a desabrochar su corset y así no perder más tiempo.

Aparté la mirada y la redirigí hacia el cuerpo de Katherine; retiré un mechón de pelo que cubría uno de sus ojos, y acaricié su mejilla con el dedo pulgar.
A mis espaldas escuché algún que otro quejido de dolor, por lo que deduje que le estaban quitando el vendaje, mas le presté mucha atención y seguí admirando el rostro de mi princesa.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora