CAPÍTULO CII

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Hudson se veía tan cómodo y tranquilo descansando sobre mi pecho, que, con tal de no despertarlo, no me importó tener que quedarme veinte minutos seguidos totalmente quieta, en la misma posición. Estaba cansada, sedienta y me dolían los brazos, pues no había dejado de dibujar círculos en su pelo y de acariciarle la espalda desde que el pobre me imploró por un poco de amor.

Porque eso es lo que yo creo que necesita: solo un poco de amor.

Pero llegó un momento en el que no pude soportar más el adormecimiento de mis extremidades y planeé salir de la cama con la mayor lentitud y suavidad posibles, pues quería que, a ser posible, Hud durmiera toda la noche del tirón.

A saber cuánto tiempo lleva mi pobre vampiro sin hacerlo como es debido.

Antes de levantarme por completo, me detuve unos segundos a analizar su rostro detenidamente. También su pecho; que subía y bajaba lentamente, sus largas pestañas, su cabello ondulado, un poco despeinado; su piel lisa, tersa, brillante y sin una sola imperfección, su preciosa y ligeramente respingada nariz, sus labios carnosos... e incluso su manzana de Adán, rasgo masculino que siempre me ha llamado la atención y que en Hudson no pasa para nada desapercibido. Lo digo y lo diré siempre, este hombre es malditamente perfecto.

Podría quedarme admirando su belleza toda la vida y no aburrirme nunca jamás de las vistas.

Obligándome a dejar de admirarlo, cogí un pequeño candelabro de la mesita de noche para poder guiarme en la oscuridad de los pasillos del castillo. Salí de la habitación de puntillas, logrando mi cometido de no despertarlo en el proceso. Siete pisos más abajo, una vez en las cocinas, me serví dos vasos de agua, uno para beber al momento y otro para subir a la habitación y así no tener que bajar de nuevo. El castillo estaba especialmente silencioso esa noche; ni siquiera me topé con algún soldado haciendo guardia nocturna. Parecía que todo el mundo, excepto yo, estaba dormido. Y lo agradecí en el alma, pues lo único que cubría mi cuerpo semidesnudo era la camisa de Hudson.

Me quedé sentada en un taburete de la gran isla de la cocina por lo que debieron ser quince minutos, pensando en todo lo que Hudson me había confesado aquella noche. Gracias a ciertos datos pude atar cabos sobre algunos aspectos que hacía mucho que me tenían intrigada, pero por culpa de otros aparecieron en mi mente nuevas puertas de la curiosidad, que estaba ansiosa por abrir:

Me había pasado días creyendo que Hud estaba tan enfadado conmigo que había decidido dejar de llevar el anillo que le regalé; el mismo que prometió no quitarse nunca. Ahora que sé que no es que se lo hubiera quitado, sino que no lo encontraba por ninguna parte, entendí por qué jugueteaba tanto con su dedo anular y por qué sus aposentos estaban tan desordenados cuando entré a buscar un anillo de guía. También comprendí por qué se había estado comportando de forma tan extraña: el pobre se pensó que iba a dejarle, que iba a cambiarle por Elric, mientras que yo pensaba exactamente lo mismo de él.

Pero no sé a qué se refería cuando dijo que Cristal antes no era así y que su forma de ser cambió por culpa de un "bastardo". Ni tampoco cuando dijo que si yo supiera la verdad sobre él, dejaría de estar orgullosa de ser su alma gemela.

Decidí alejar esos pensamientos de mi mente pero el momento y regresar a los aposentos cuanto antes, pues lo último que quería es que Hudson no me viera a su lado si se llegase a despertar. Le prometí que me quedaría toda la noche.

Fui subiendo las matadoras escaleras de vuelta al séptimo piso; estaba tan agotada que si me hubiera tumbado sobre la barandilla, me habría quedado dormida de todas formas. Pero a pesar del cansancio empecé a subir los escalones cada vez más rápido, pues me percaté de que algo no estaba bien. Al principio parecía un eco lejano que atravesaba las paredes y cuya procedencia no pude distinguir, pero a medida que me iba acercando al ala de los dormitorios reales, me percaté de que eran gritos lo que se escuchaba, y de que cada vez se hacían más intensos.

INVICTUSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora