No suelo estar enferma, odio enfermarme. Pero no puedo negar que los cuidados de mi abuela son hermosos. Y aunque noruega no es de mi gusto, volver a casa es algo cómodo.
-¿Estás bien?-me pregunta mi primo.-Te ves fatal, Elena.
-Callate, Matt.-digo sacudiendo mi nariz en una servilleta.
-La abuela invitó a una familia vecina.-dice.-Es una lastima que estés enferma.
-Matt, ¿Puedes relajarte?-digo riendo.-Nadie morirá por qué esté abajo.
-¡Yo sí!-se queja.-Me humillaras frente a la hija de ellos.
-Espera, ¿Tienen hijos?-digo.
-Sí, dos hijos.-dice.-Aunque solo me he fijado en Sofía.
-Eres increíble, Matt.-digo.
-¿No te acuerdas de ellos?-pregunta curioso.-Ella es unos meses mayor que tú y él es un año mayor que yo.
-¿Sabes su apellido?-digo acomodandome en mi cama.
-Tømmeraas.-dice.
-Oh, Dios mío.-me comienzo a reír.-Me fuí por tres años ¿y ahora somos amigos de los Tømmeraas?
-Así es querida.-dice mi abuela.-Son una familia adinerada.
-No me siento nada bien. ¿Puedo quedarme en mi habitación?-le digo a mi abuela.
-Claro cariño, no será la última vez que nos visiten los Tømmeraas.-me guiña un ojo.-Matteo baja a ayudarme, ¿No ves que Elena está enferma?
-En seguida, abuela.-dice él a regañadientes.
Mi abuela se va y él me mira.
-Sé lo que haces.-dice sonriendo.-Sé que siempre te ha gustado el hijo de los Tømmeraas.
-No dejaré que un chico me vea enferma.-digo.-No dejaré que él me vea así.
-Al menos ponte algo decente.-me regaña.-Tal vez se confunda con el baño.
Me río, pero aún así algo dentro de mí le hace caso. Y cuando ya tienen bastante tiempo de estar hablando en la sala de estar, yo me siento en mi mesita y me miro en el espejo. La puerta detrás de mí se abre, es él. Me giro a mirarlo.
-¿Buscas el baño?-le digo.
-Sí.-se ríe. Levanta su mirada y me mira a través del espejo.-Eres la prima de Matteo.
-Sí.-le digo poniendo de pie, para mirarlo directamente a los ojos.-Soy...
-Elena...-me interrumpe.-Tu abuela me ha hablado mucho de ti.
-Um placer.-digo riéndome.
-Soy Herman.-dice sonriendo.
-Sé quién eres.-digo acercándome.-Y sé que estás en el cuarto equivocado. El baño está al lado.
Él se ríe, me mira a los ojos por última vez y se va. Cierro la puerta de mi habitación riendo. Unas semanas después, me siento mejor de mi gripe repentina, y estoy en la librería revisando que libro quiero.
-Así que te gustan los libros.-dice.
-Y a ti te gusta seguirme.-digo girando.-Herman.
-Elena.-dice sutilmente.-No te seguía, quería establecer una conversación contigo.
-Estás hullendo de la prensa.-le digo riendo.
-Puede que sí.-se ríe.
-Llevan semanas sin ir a ver a mi abuela, ¿Está todo bien?-digo dejando el libro de lado.-Gracias, Billy, por hoy no compraré.
-¡Ten un lindo día, Elena!-me dice el rubio, despidiéndose con la mano.
-Está todo bien.-dice Herman siguiéndome.-Creí que te habían dicho lo que pasó aquella noche.
-No, para nada.-digo.
-Mi hermana y tú primo... Decidieron salir formalmente.-dice incómodo.
-¿Tiene algo de extraño?-digo curiosa.
-Mi hermana es menor que él.-dice.
-Tu hermana tiene unos meses más que yo, y mi primo me lleva un año de diferencia.-le digo.-¿Estarías igual de extraño, si te digo que me gustas?
-¿Qué? No es lo mismo.-dice.
-Herman, somos adultos.-me río.-Creo que podemos elegir con quién estar.
Camino delante de él, pero su mano me detiene, girandome bruscamente. Quedando así atrapada en su pecho.
-¿Te gusto?-dice sonriendo.
-Algo así.-digo arrugando la nariz.
-¿Algo así, o sí?-dice y hay un brillo en sus ojos.
-Depende, ¿Me vas a rechazar?-digo. Él sonríe, mientras sus ojos analizan los míos.
-No podría rechazarte.-dice.
-¿Por qué?-digo.
Él solo se acerca a mí, ¿Cómo puede acercarse más a mí? Mi respiración se corta.
-Porque llevo enamorado de ti desde hace cinco años.-dice.
Mi rostro se pone rojo, y me separo lentamente de él. Él sonríe nervioso.
-¿Cómo me conocías?-digo.
-Estudiaba contigo.-me dice.-Recibí clases particulares en tu escuela, y nunca había visto a nadie tan hermosa como tú.
-Dios mío, tenía quince.-me río.-Era horrible.
-¿No dirás más?-pregunta.
-¿Vamos por un café?-sonrío.
Esa tarde Herman y yo tomamos un café, y luego terminé en casa acostada en mi cama sintiendo las mariposas en mi estómago. Los siguientes meses pasaron volando, pero nunca faltó la compañía de Herman en todo momento. Justo ahora, estamos juntos Matteo y a Sofía. Ella le quiso llamar una "cita doble", pero fue solo una excusa ya que ni siquiera nos presta atención.
-¿Mora azul?-pregunta Herman.-Debe saber extraño.
-Saber muy bien, amor.-le digo.
-No creo.-se ríe comiendo su helado de fresa. Tomo un poco en mi cuchara y se la pongo en frente, él algo serio come el helado y luego ríe.-Sí, está bastante bueno.
-¿Cómo se acostumbraron a todo ésto?-dice Matt.-Ser el centro de atención, ser acosados...
-A veces cansa.-responde Herman.-Somos una familia de las más famosas de Noruega, creo que nos acostumbramos a esto.
-Llega a ser cansado a veces.-se ríe Sofía.-Pero somos felices ahorita y nada de eso importa.
-Prefiero ir a casa.-digo revolviendo mi helado.
-Vamos.-dice Herman, te llevaré.
Sofía y Matt se quedan en la heladería mientras que Herman y yo llegamos a mi casa, nos terminamos el helado y nos acostamos en un sofá a ver películas. Su mano nunca suelta la mía, mi cabeza reposa en su hombro... Nunca nos cansamos, y nunca dejamos de ser románticos. Después de cinco años, tal vez así se siente enamorarse antes de los 18.
Con Herman todo es hermoso, incluso caminar. Él siempre está ahí para lo que sea, y es hermoso. Mi espalda cae sobre algo suave, me he quedado dormida. Abrazo a Herman fuertemente y él cede a acostarse a mi lado.
-Descansa, mi amor.-susurra en mi oído. Y me abraza con fuerza.
Dedicado a PinkBerryMilkys