Capítulo 18: La guía de una libélula (1)

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I.


Todos guardaron silencio, incluso Zargas detuvo sus burlas ante la repentina aparecida que miraba a Kouta sin parpadear y con una gran sonrisa.

A juzgar por sus ropajes, fabricados con telas que asemejaban corteza de árbol y hojas verde esmeralda, no podía ser parte de los caballeros Soprano. A menos, pensó Kouta, que se tratara de otra especie de invitada como la tal Amanda.

Sus cabellos brillantes ondearon al momento que la chica ladeó parte de su cuerpo, mirando desde un ángulo diferente al chico que buscaba. Un ruido metálico les hizo notar que una espada reposaba en su cintura; Era disonante al resto de su atuendo, propia de algo que usaría Shizuka, como si la hubiese obtenido de último momento.

—Esta vez eres Kouta, ¿verdad? —Su voz era chillona y arrastraba las palabras. No era del todo agradable—. Oye, oye, ¿eres Kouta?

El aludido tardó unos segundos en reaccionar. Aquello de "esta vez" le resultó raro: ¿Esta vez? ¿Acaso había habido más veces? De cualquier forma, Kouta seguiría siendo Kouta en cualquier ocasión. No recordaba haber tenido otro nombre en su vida.

—Oye, ¿me escuchas? —canturreó la chica—. ¿Eres Kouta? ¿Esta vez eres Kouta?

—S-sí... ¿Por qué...?

La chica recompuso su postura, dando un aplauso que arrebató un respingo de los dos en la jaula.

—¡Qué bien! —exclamó. Se le veía notablemente aliviada—. Comenzaba a perder la paciencia, no sabes lo difícil que es buscar en estos barcos. Guardias por todas partes, lugares sucios, muchas ratas, ¡horrible!

—Oye, pulgoso —interrumpió Sundance desde su jaula—. ¿Quién es esta?

Con un grácil giro, los ojos dorados se encontraron con los del pirata. La sonrisa de la chica se esfumó de golpe, siendo remplazada por una expresión acusadora. Sundance tragó saliva y frunció el ceño, incómodo.

—Es de mala educación interrumpir conversaciones —dijo la chica con su vocecilla—. Mamá me castiga si lo hago. —Se volvió hacia Kouta para volver a sonreír—. Lo siento, Kouta, ¿en qué estaba? Mmm, ¿te aburriste? Tal vez te aburrí, ¿lo hice? No te vayas todavía, quiero hablar un poco más.

Kouta negó de un lado a otro, no cómo respuesta a las preguntas de la chica, sino para mitigar el creciente dolor de cabeza. No entendía ni una palabra de la «chica con ojos de libélula», era muy extraña y él no estaba para perder tiempo con tonterías, no estaba para perder nada en realidad.

—No, Libélula, todavía no me voy —dijo con sarcasmo e ira reprimida—. ¿Ya viste en dónde estoy? Es genial, ¿por qué querría irme?

De nueva cuenta la sonrisa de Libélula desapareció. Miró con expresión de extrañeza el sitio lleno de moho, reparó en cada uno de los rostros cansados de los prisioneros para volver a la sonrisa de Kouta, una sonrisa que decía claramente que no estaba feliz allí.

Pero Libélula no lo notó.

—¿En serio te gusta? Eres raro.

—¡¡Idiota!! —gritó el chico al tiempo que apretaba los barrotes. Libélula retrocedió con un sobresalto—. ¡¿No ves la situación?! ¡¿Eres tonta o algo así?!

—Silenció, pulgoso —susurró Sundance.

—Kouta idiota —terció Shizuka inexpresiva—, no le grites. Ella puede ayudarnos.

El mal ya estaba hecho. Lagrimas comenzaron a brotar de esos ojos, antes alegres, ahora sumidos en tristeza profunda, como si la chica hubiese recibido la reprimenda de su vida. Sus labios temblaron al intentar hablar, soltando nada más que un suspiro entrecortado.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora