Capítulo 18: La guía de una libélula (2)

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Parte 2


Que el barco se meciera de un lado a otro con más fuerza de lo habitual no era ningún problema para la chica de ojos grandes. Tomó la llave que la chica caballero (o carcelera, no estaban seguros de que fuera realmente un usuario de espada) llevaba atada a su cinturón y, con un pequeño saltito, levitó en el aire como si fuese excesivamente ligera, tanto como para que el viento que la rodeaba pudiese sostenerla.

En cuestión de segundos las rejas estuvieron abiertas.

—¿Quién eres, Libélula? —Fue la primera pregunta que el chico formuló.

—¿Eeeeh? ¿Libélula? ¿Qué es eso? ¿Es dulce? —Flotando hacia atrás con una amplia sonrisa, se presentó—: Me llamo Sylph, mmm... solo Sylph. No puedo decir que me guste conocerlos aquí porque, bueno... este lugar es feo y tú eres un gruñón, Kouta. Más importante, ¿me darás dulces ahora?

Grandes luceros dorados como la miel más cautivadora se posaron expectantes en Kouta. El brillo singular en su mirada podía recordarle a un gato en la oscuridad, aunque también podría ser como el de una luciérnaga pérdida. ¿Por qué le inspiraba tanta desconfianza al chico? No lo sabía o más bien era...

«Miedo.»

—Yo quisiera saber cómo entraste —objetó Shizuka—. Justo ahora debería mostrar mucha desconfianza en el rostro: ¿Cómo pasaste por toda la guardia? Debe de haber docenas de soldados aquí.

—En realidad diría que más de un centenar —replicó Sylph—. Esto es un... ¿cómo se decía? ¿Acortazado?

—Acorazado —rectificó Felt. Una nueva sacudida estuvo a punto de derribarla—. ¡Ay! Disculpa, buena dama, ¿podrías retirar la ventisca?

—¿Eeeeh? Yo ya detuve mi berrinche, esto no lo estoy haciendo yo.

Tal afirmación enmudeció a cada uno de los recién liberados. Kouta compartió una mirada, primero con Felt, luego con el resto, viendo su propia sorpresa y preocupación en cada uno de ellos (excepto tal vez en Shizuka).

No debía ser posible, pensó, según Sundance no habría tormentas en tres días.

Naturales al menos...

¿Qué más daba? Con tormenta o no subiría a buscar a su pequeña hermana. Chikara debía estar cerca, y ella y el resto de sus amigos eran la máxima prioridad.

—¿Y cómo piensas buscarla? —replicó Sundance—. ¿Nos abrimos paso a la fuerza? En lo personal no me importa si eso quieres, pero...

Una nueva sacudida, mucho más violenta que cualquiera hasta ahora derribó a casi todos los presentes, exceptuando a Felt y, por supuesto a Sylph. La chica de cabellos tan poco ortodoxos soltó una fuerte carcajada antes de ayudar a Kouta a ponerse en pie.

—¿Buscas a tu hermana? —preguntó en un suave murmullo—. Qué raro, pensé que buscabas a una heredera.

—¡¿Cómo sabes eso?! —Gritó Kouta, sintiendo que el estómago se le contraía.

—Porque yo... lo sé todo —respondió Sylph con un todo exagerado y misterioso. Acto seguido llevó ambas manos a su enrojecida cara, muy emocionada—. ¡Bien! Siempre había querido decir eso. Ah, pero en realidad no lo sé todo, ¿eh? Sólo quería decirlo y...

Kouta miró de soslayo a sus amigos. Ocupados en recomponerse de la caída y tratando de no volver a caer, nadie más había escuchado a la chica extraña. ¿Qué tan raro debería considerar el hecho de que Sylph supiera sobre su verdadero objetivo?

En ese momento, prefirió dejarlo de lado.

—Busco a Chikara, una Kitsune, ¿la has visto?

La sonrisa de Sylph desapareció de nuevo.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora