Capítulo 11: Charlas en medio de la tormenta (3)

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Parte 3


¿Qué se supone que había intentado hacer?

Fue la primera pregunto que asaltó a Kouta tan pronto recuperó la consciencia y abrió los ojos.

Le dolía el cuerpo, sin duda a causa de todos los golpes que había recibido en las últimas... ¿horas? Se preguntó cuánto tiempo habría permanecido dormido. No es que fuese lo más importante, tenía que pensar en Chikara después de todo...

Chikara... Tenía que saber que había sido de ella, pero no podía reaccionar con la rapidez que quería. Es más, apenas y podía sentir un mínimo de preocupación.

Se sintió extraño.

—Oh, el renacuajo despertó —escuchó una voz—. Oye, Chinara, tu amigo despertó.

—¡Es Chikara ~degozaru!

Solo al reincorporarse Kouta se dio cuenta de estar reposando sobre una austera cama. No debía ser posible, ¿no todo el puerto había sido destruido? No había manera de conseguir camas, ni siquiera unas tan poco prácticas.

Miró sus manos, tenía algunos rasguños. Sentía frío, el aire atravesaba aquellas paredes de leña hechas al parecer con prisas. Volvió la mirada hacia el techo, con calma. Enormes tréboles fungían como un techo igual de improvisado que el resto de aquél lugar.

—¿Hermano? —Esa voz sonaba confundida—. ¿Estás bien ~degozaru?

No tenía mucho interés en ella.

—Sigues durmiendo, ¿eh, renacuajo?

Miró a los alrededores.

Sundance el pelirrojo no se hallaba en tan mal estado, permanecía allí sentado en la cama vecina. Una gran venda opaca rodeaba su muslo derecho, pero aparte de eso se veía bien, incluso sonriendo socarronamente.

Detrás de él, aún recostada en otra cama improvisada, la pequeña Chikara mantenía un cuenco humeante entre sus manos, dando pequeños sorbos. Su piel parecía haber regresado a la normalidad y la mayor parte de los rasguños habían desaparecido.

La kitsune sonrió, haciendo una mueca de dolor al moverse un poco, pero el chico continuó mirando el lugar con lentitud, casi inexpresivo. Las orejas de la niña decayeron notablemente.

—¿Hermano...?

Delante de ellos había quizás dos camas más, no estaba seguro dado el gran trébol que funcionaba para bloquear la vista a ellas, en un vano intento de mitigar los sendos ronquidos que los ocupantes emitían.

—Son mi gente —dijo Sundance—. Lo hicieron muy bien, creo... Oye, renacuajo, ¿sigues dormido? ¿Los golpes te dejaron alcornoque?

—¿Alco...? ¿Alcornoque? —repitió Chikara, confusa—. ¿Qué es eso ~degozaru?

—Significa que se volvió estúpido.

—Mmm...

—Es decir, que ya no puede hablar ni hacer nada correctamente —explicó el pirata ante la continua confusión de la kitsune—. Piensa en él como un bebe grandote.

—¡No, hermano!

Con un solo impulso, preocupada por las palabras del pirata, Chikara intentó reponerse, derramando el líquido caliente en el suelo pedregoso. Tan pronto la manta delgada que cubría sus piernas cayó el suelo, dio paso a un par de piernas aun en estado cuasi congelado.

Sin poder moverse mucho fue inevitable que cayera al suelo.

Kouta la miró con interés, necesitaba ayudarla, levantarse y socorrerla ya que el pirata no hacía nada más que reírse. Que molestia.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora