23 : Peligrosa alianza (1)

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I.

—¿Entonces dices que el mentado buscador está...?

—Muerto, lo puedo asegurar.

El hombre alzó las cejas ante tal afirmación.

Un risco de aproximadamente diez metros de altura. Con su complexión tan frágil, viéndose tan viejo y cansado, parecía un imposible que hubiese bajado hasta donde las olas azotaban con fuerza sin ayuda de nadie. Probablemente, como muchos en Hanazono, era portador de algún tipo de magia. Porque allí estaba, sentado en una roca caliza mientras comía espinacas que llevaba consigo en un canasto mohoso.

Frente a él yacía un infante: Un pequeño niño de a lo sumo doce años, con medio cuerpo dentro del mar. Flotaba al ritmo del oleaje sin perder su sitio. Sonreía con satisfacción, esperando ver la reacción del hombre, quería verlo sorprenderse, soltar un grito de exclamación tan alto que hiciera temblar cada roca del lugar. Había derrotado a la más grande amenaza que tenía su reina y eso merecía un gran elogio.

—No te creo, Zequiel —replicó el hombre—. Te lo acabas de inventar.

—¿Qué dices?

—Puras mentiras, ¿no tienes otro lugar donde decir payasadas? —Otro bocado a sus espinacas—. Ni siquiera sabemos si el mentado buscador existe, ¿crees que de pronto este mundo se va a llenar de enviados? Mmm, oye, ¿desde nuestra perspectiva no deberían llamarse traídos? ¡Ja, ja, ja!

—¡Concéntrate, Baron estúpido!

Baron soltó una carcajada más.

Entre los comandantes comenzaba a circular un curioso rumor: Que la mismísima Silky, una de las guardianas de la reina Lisa, había ido en persona hasta el continente más débil. Todo por un muchacho que al parecer representaba una gran amenaza. ¿Amenaza para quién? ¿Para la reina? ¿Era tanto como para que fuese en persona un guardián en lugar de llamarlos a ellos los fieles comandantes?

En ese caso incluso la mismísima Silky lo habría eliminado, pensó.

Un enviado de Minerva, Raphiel o Micaela. ¿Qué otra cosa podría ser ese chico? A Baron le parecía algo tonto, ¿por qué un enviado estaría en el continente más débil? No, un enviado seguramente estaría en los reinos más poderosos (Arabella, Azelleb, Shikishima, Duloc, Soprano) reuniendo un poderoso ejército.

Y alguien con la fuerza para sobrevivir a Silky, no habría muerto en manos de Zekiel. No importa como lo mire, nada encaja.

—Puras mentiras, Zekiel —dijo al fin—. De seguro la gran Silky ni siquiera estuvo en Lumínica, esto es un cuento que ni siquiera sabemos cómo empezó.

—Lo estuvo —aseguró el niño—. Pude sentir su poder cuando me dirigía allí. De alguna manera incluso arruinó mis planes. Además tuve un encuentro en alta mar con él. Debía estar debilitado tras su lucha contra Silky, no era tan poderoso. Pereció en el mar.

—¿Tú lo viste morir?

—No, una tormenta mágica me embistió, alguien no me quería cerca de esos mares —Y, como si adivinara lo que estaba pensando Baron, añadió deprisa—. ¡Pero ya estaba muerto cuando eso pasó! Yo, el gran Zekiel, he derrotado a la más grande amenaza de la reina Lisa, terminé el trabajo que nuestros señores guardianes comenzaron.

—Entiendo —Baron dio otra mordida a sus espinacas—. Lo que quieres es que difunda la noticia, ¿no? Algún premio deberá darte la Reina por esto. Digo, suponiendo que es verdad.

—¡Lo es! Y no te busqué para eso, hay algo más importante que un simple héroe muerto. Sí, Baron, mientras estaba allí pude presenciar algo interesante —El niño, Zekiel, sonrió con emoción—. Una Kitsune viajaba con el buscador, no tenía nada de especial pero justo al final... hizo algo, algo muy interesante. Estoy seguro de que la reina Lisa querrá saberlo.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora