Capítulo 17 : Gritos en medio de una reunión

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Kouta podía ver pequeñas figuras borrosas a su alrededor. No, no es que estuviese en algún trance ni nada parecido, se sentía tan despierto como siempre. Sin embargo, su entorno permanecía difuso.

—¿Minerva? —Pero tampoco parecía el sitio de Minerva. Estaba lejos de estar en el solemne lugar donde podía hablar con la diosa—. ¿Bel?

Penumbra, todo estaba envuelto en penumbra. Un sinfín de nubes de tonos lúgubres se arremolinaban por todas partes. Parecían querer dar forma a algunas columnas, un techo, una mesa... Todo en vano, pues apenas intentarlo perdían consistencia para regresar a ser nada más que un revoltijo de colores.

¿Por qué estaba allí?, se preguntó Kouta. Ni siquiera podía escuchar a la pequeña niña que habitaba dentro de él. Lo embargaba una sensación de incomodidad que iba en aumento a cada segundo que pasaba.

Solo quería irse.

Sufre... —Esa voz logró sobresaltarlo—. Sufre para mí.

—¿¡Quién eres!? —Intentó caminar, pero era como caminar en nieve profunda, irregular—. ¡¿Minerva?!

Quiero que sufras... hazlo... hazlo por favor...

El tono de esa mujer —sí, podía asegurar que se trataba de una fémina— era el de la más sincera de las súplicas. Esto logró que cada vello en la nuca del chico se erizara. Agradeció estar en una especia de plano indiferente al tangible, pues de otra forma pudo haber ensuciado sus pantalones.

Por favor... aléjate de ella... solo dame tu sufrimiento a mí.

—¡Cállate! —gritó el chico con voz aguda—. ¡¡Quiero irme!!

Pudo apreciarla de nuevo.

Una figura, hecha al parecer de energía pura, destelló como la malva. La misma que había contemplado en el barco momentos antes de quedar inconsciente. Se acercaba a él, flotando, esbozando una sonrisa que estaba lejos de ser angelical, desplegando un par de alas tan grandes para cubrirlo por completo sin problema alguno.

El temor del chico se elevó a niveles superlativos al sentir el contacto de aquellas plumas de humo negro. No sabía cómo, pero podía asegurar que esa entidad no era nada bueno.

Y abrió los ojos...

—Hey, renacuajo —susurró una voz distante—. ¿Ya despertaste?

Su cara reposaba sobre una superficie de madera mugrosa, apretujando su nariz. Enseguida se reincorporó, mirando a todas partes, preguntándose qué demonios había pasado.

—¡Silencio! —susurró de nuevo el pirata—. No llames la atención.

—Sundance... ¿Qué...?

Olía muy mal allí, como si no se molestasen en mantener muy limpia aquella zona del barco. Apenas iluminada por un par de antorchas, cinco celdas estaban dispuestas con un sólido y grueso metal lleno de moho, separadas las unas de las otras por un par de metros. Se mecían ligeramente, al son de la marea en el exterior.

Sólo un idiota no sería capaz de saber que eran ahora prisioneros. Kouta analizó su propia celda: nada. Apenas un bulto grande en la esquina de harapos, quizás para que los usaran como cobijo. El chico ni de broma se acercaría a ellos.

Acercó la mano al metal. Estaba bastante frío, pero no parecía ofrecer nada especial.

—Ten cuidado, renacuajo —previno el pirata al ver que Kouta miraba con detenimiento la jaula—. Han usado un hechizo en ellos. Absorberán cualquier clase de magia y la usará en tu contra. No quiero que vengan los guardias, ¿eh?

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora