Interludio 4: En la marea

16 3 31
                                    

Flotaba.

En el inmenso mar, aun rodeado por una ligera bruma, el cuerpo de Kenji se mecía con el vaivén de las olas. Ir y venir, sin un rumbo fijo con la vista fija hacia el cielo, trataba de entender todo cuánto había sucedido.

¿Cuánto tiempo más estaría consciente?

No lo sabía, apenas podía sentir sus extremidades cansadas y un fuerte dolor en el estómago (producto de abusar de su magia) amenazaba con terminar en arcadas. Trataba de distraerse con sus recuerdos. Temía que, en caso de dormir, no volvería a despertar.

Los barcos sopranos eran llamados por notas musicales, ¿Dónde había estado su compadre Kouta? ¿La garra Fa? Solo recordaba que él había sido llevado a la garra Mi, al igual que Chariot, Barak, Pokka, Zarc y Odette.

Todos en jaulas que castigaban a quien intentaba hacer magia.

Sonrió.

—Que loco —Ni siquiera alguien a su lado habría escuchado su débil balbuceo—. Esas jaulas electrocutaban...

Y aun así él, el poderoso y súper genial Kenji Shouton había destruido la jaula. Forzando su magia de teletransporte, canalizó las descargas eléctricas de su cuerpo por varios minutos, resistiendo el dolor.

—¡Alto, Kenji! —gritó Odette—. ¡Déjalo!

—Tiene razón —convino Pokka—. No lograrás nada con eso, además parece que algo sucede allí fuera. Se escuchan muchos gritos, deberíamos esperar un poco, ¡que dejes de torturarte, dije!

—Te vas a asar, literalmente —terció Zarc.

Pero el gran Kenji no cedió y de pronto, cuando creyó que se desmayaría, liberó la magia anuladora (la descarga eléctrica como él lo entendía) en un solo punto: El candado.

La explosión llamó la atención y pronto dos guardias entraban en la habitación. Zarc se encargó de ellos y pronto todos estuvieron fuera, con Kenji mermado pero sumamente satisfecho.

—Rápido —dijo mientras Zarc lo subía a su espalda como si fuese un mono bebé—. ¡Ayudemos al compadre!

Pero no saldrían del barco.

Docenas de Magorians atacaban por toda la cubierta. El ardor de la batalla se intensificó y Kenji pronto tuvo que ayudar a los demás. Sin gafas, apenas podía distinguir formas, y su resistencia casi en su límite era sinónimo de una batalla perdida.

No se rindió. Quizás si la batalla se hubiese extendido por horas, Kenji habría continuado apareciendo y desapareciendo formas borrosas a diestra y siniestra.

Mas el gran tentáculo emergió. Es todo lo que Kenji sabía, que era un gran tentáculo cuya voz podía escucharse por todas partes. Con tanto cansancio y heridas, con una lanza atravesando su hombro derecho, solo pudo escuchar un poco de cuanto dijo: Algo sobre el gran Zekiel, un buscador que quería detener y como era el fin de todo.

—¡Debemos irnos! —apuró Pokka—. ¡Ese es mi león! ¡Chariot dame ese león! ¡Barak atrás de mí! ¡Todos cerca de mí!

Alguien apresó a Kenji, y supo que había sido un humano, alguien del reino soprano. Con gran fuerza lo levantó y arrojó por los aires.

¡Kenji! ¡La mano! ¡Dame la mano!

Intentó desaparecer, pero solo fue como un parpadeo intermitente. No pudo hacer nada para evitar caer al mar. Escuchó gritos lejanos de sus compañeros, le pareció ver un coloso nacer en la cubierta del barco; Una luz emergió desde otro barco, y habría jurado que escuchaba los gritos furiosos de Chikara. ¿Qué pasaba? Dos grandes fuerzas estaban cerca y el gran Kenji no podía ser partícipe.

Cuando recuperó sus sentidos ya estaba allí, flotando a la deriva. A Kenji le preocupaba una sola cosa y era el destino de sus amigos. Esperaba con fervor que todos hubiesen logrado escapar. ¿Pero y si no? Se preguntaba que habría sido ese gran tentáculo, o que habría hecho Pokka en el barco. ¿Y dónde estaban todos los barcos?

—En barcolandia —susurró, riendo de lo que pensaba sería su último chiste—. Si he de morir, que sea al menos de noche.

—Los peces te comerían antes de eso, chico.

Una forma borrosa levitaba frente a él. Pensó en un fantasma, en algún ángel o hada, lo que sea que pudiese volar, salvarlo y, si era posible, que le diera algún súper poder. Sí, aun a punto de morir Kenji soñaba con milagros que lo salvaran de aquel modo.

Pero la figura borrosa no levitaba en realidad; Un gran barco se había acercado sin que lo notase, una escalerilla de cuerda fue arrojada y esa figura que apenas podía distinguir ahora lo sujetaba con fuerza, subiéndolo sin delicadeza.

—¡Ya lo tengo! —gritó—. ¡Súbanme!

Pronto Kenji fue arrojado en la cubierta. Tosió y escupió un poco de agua salada. Escuchaba voces a su alrededor, veía más figuras que se amontonaban, algunos parecían curiosos, otros burlones. Entre tantas formas Kenji veía alas, cuernos, colas diferentes, nadie parecía ser lo mismo a la siguiente figura.

—Este está más muerto que vivo —dijo uno con voz socarrona—. ¿Para qué lo subiste, Kataroost? No servirá ni para fregar pisos.

—Nadie friega los pisos nunca, chico —replicó la sombra borrosa que Kenji tenía más cerca, luego se volvió hacia él—. Oye, ¿estás bien?

—Claro —murmuró el chico—. Solo sangró de felicidad, que feliz soy, yuju...

Rio con su propio chiste y esta vez su risa fue acompañada por la de muchos más en cubierta. El ambiente se liberó con esto, pronto Kenji sentía que estaba rodeado de gente más bien amistosa. Trató de ponerse en pie, pero solo logró sentarse antes de sentir un fuerte mareo.

—Muy graciosito, ¿eh? —replicó la "sombra borrosa"—. Mi nombre es Kataroost, chico. Te salvé el trasero así que muestra tantito respeto. ¿Cómo te llamas?

Abrió la boca, pero alguien más interrumpió a Kenji, respondiendo por él.

—No puede ser... —Esa voz lo sobresaltó la conocía muy bien—. ¡Kenji!

—¡Por los calzones de mi mamá! —miró en la dirección de esa voz, un chico se acercaba a él y, aunque no podía verlo, no tuvo dudas—. ¡¿Hideo?! ¡¿Eres Hideo?!

—¿Lo conoces, Hideo? —replicó una voz vivaracha de chica—. ¿No me digas que es uno de tus amigos del otro mundo? ¿Este es el gruñón? ¿Se ve más simpático? ¿Crees que haya sido por que casi muere ahogado? La gente puede cambiar cuando está a punto de morir.

Hideo no respondió, se acercó a Kenji, le tomó la cara con fuerza (eso duele, dijo el chico) y le apretó los cachetes. Era real, ese chico era en verdad su amigo y también estaba en ese mundo. Lo abrazó con fuerza, sin importarle nada.

No estaba solo en ese mundo.

—Cielos, Kenji, creí que había sido el único capturado por ese maldito búho —dijo con emoción—. ¿Qué diablos haces aquí?

—Es una larga historia, hermano —replicó Kenji, dándole unas palmadas en la espalda—. ¿Dónde es aquí para empezar?

Una tercera voz se alzó, imponiendo silencio en los presentes.

—Es el Fulgor Escarlata, muchacho.

Se abrieron filas y permitieron el paso de hombre entrado en años, un hombre completamente humano al parecer. Pelirrojo. Con el cabello recogido en una coleta. Cuerpo robusto, forjado en batallas. Cicatrices en el rostro y brazos producto de dagas, espadas y quizás mordeduras de bestias. Capitán era lo primero que uno pensaría al verlo más alto y fuerte que los demás.

—Bienvenido a mi nave —dijo con voz ronca y una gran sonrisa—. Soy el gran capitán Sundance, el pelirrojo; dueño de este navío. Espero que estés cómodo porque pronto habrás deseado perecer en el mar.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora