Capítulo 21: La desesperación que nace ante un problema sin solución (4)

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IV.


—Vamos, Lana, cálmate.

—¡¡No!!

—Ya te lo había dicho, acéptalo.

—¡¡No!!

Tras haber escuchado que el búho llamaba a Kouta el "enviado de Minerva", Lana había preguntado a qué se refería con eso. Rookwod no tuvo problema en decirle que ese chico de cabellos grises era, efectivamente, alguien enviado por la mismísima diosa, cosa que terminaría por provocar un agudo dolor de cabeza a la chica. Ahora daba vueltas en círculos, pisando muy fuerte, deseando que eso fuese una broma ridícula. Aun así, su devoción le hacía saber que aquella ave sagrada no podía mentirle.

—¡Inaceptable! —gritó la chica, deteniéndose medio segundo—. Minerva... ¿y un vulgar ladrón?

—Oye, un vulgar ladrón no robaría un barco —se mofó Sundance—. Somos de mayor categoría.

—¿Quieres callarte? —exigió Kouta. La chica ya estaba dando vueltas otra vez—. Lana, ¿de verdad te sorprende tanto?

Si una mirada matara Kouta habría caído fulminado allí mismo. Retrocedió sintiendo cierta incomodidad, mirando como la chica susurraba un montón de cosas muy rápido. ¿Estaría maldiciéndolo? ¿O sólo soltando una sarta de improperios? Él no podía entender la clase de pedestal en la que Lana tenía a los dioses. No sabía que para ella un ladrón de barcos, alguien que secuestraba a un caballero (aunque ella no lo fuera), no podía siquiera estar bajo la mira de los dioses.

—¡Esto no puede ser! La primera vez que vi a Rookwod fue a los seis años, escondida mientras bajaba a la plaza para recibir a una garra de caballeros —dijo con tono soñador—. La segunda fue a los doce en un festival. Soñaba con verlo taaaan cerca algún día... ¡¡Pero no en estas circunstancias!! ¡No merezco siquiera pararme frente a él!

—Simpática compañera —comentó Rookwod con un ulular jovial—. Tus compañeros nunca me decepcionan, Kouta. Ahora, pasemos a lo importante, te preguntarás como supe que estabas aquí...

—No, ya sé que me dirás que lo sabes todo.

—¡Exacto! ¡Yo lo sé todo! —replicó, inflando su pecho con orgullo—. Y he venido por noticias que sé que agradecerán. En primera, una pequeña llovizna se instalará en la isla esta noche y se hará más fuerte por los siguientes días. Desde luego, será provocada.

—¿Y tú cómo sabes? —replicó Zargas.

—Porque yo lo sé todo.

—¡Mi trasero lo sabe todo! —gruñó la asesina—. ¿Provocada? ¿No querrás decir que tú la provocarás?

—Yo soy un simple mensajero, no tengo tal poder. —Dirigió una fugaz mirada a los presentes, como si tratase de hacer una pausa importante antes de añadir—: La provocará la misma persona que los ayudó a escapar de Zekiel en alta mar. Sí —dijo al ver la sorpresa en sus rostros—. No creerán que podrían escapar del rey de los mares y de los Soprano ustedes solos, ¿verdad?

Sundance y Zargas comenzaron a arrojar preguntas a diestra y siniestra, tratando de obtener información. Lana se llevó la mano al mentón y bajó la mirada; Kouta supuso que estaba sumida en sus pensamientos y no la culpó: él mismo tenía cosas que pensar. No lo notó antes pero, ahora que recapitulaba con calma, la tormenta era una gran molestia para ellos como también lo fue en todo momento para los Magorians. También explicaba la razón por la cual Zekiel no lo había matado en cuanto cayó al mar; La tormenta lo protegió a su manera.

Yo ya detuve mi berrinche, esta tormenta no la estoy provocando yo, las palabras de Sylph adquirían nuevos matices.

Alguien lo cuidaba, ese alguien quizás se había encargado incluso de llevarlos hasta esa isla. Pero... ¿quién? Solo podía pensar en dos personas con el poder de hacer algo así: Absol y (costaba más creerlo) Silky. ¿O habría sido alguien más? ¿Rusalka?

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora