Capítulo 19: Escape bajo la tormenta

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A Kouta le dio mala espina no encontrar absolutamente a ningún guardia durante su trayecto a cubierta. Entre más avanzaban más fuertes se escuchaban los gritos. ¿Acaso también había choques de espadas? El sonido del metal impactando con otros se confundía con una extraña melodía que resonaba en medio de la tempestad.

—Oye, Kouta —dijo Felt, sujetando con fuerza a la carcelera—. ¿No deberíamos buscar nuestras armas? Quizás estén por aquí.

El chico se detuvo, evaluando la posibilidad. En el pasillo que recorrían varias puertas se alzaban. ¿Qué tan factible era revisarlas una por una? Se preguntó.

—Al diablo —gruñó Zargas.

Se adelantó a todos, cerró los ojos y extendió su mano izquierda hacia el frente. Diez eternos segundos transcurrieron antes de que desistiera.

—No, no están aquí.

—¿Cómo lo sabes? —quiso saber Shizuka.

—Si mi alfanje no está cerca no puede acudir a mi llamado. Supongo que sus armas estarán resguardadas en el mismo lugar. Aunque, supongo que si Muranushi quiere podemos perder tiempo aquí abajo. De todos modos tu "hermanita" no irá a ninguna parte —añadió con malicia.

Kouta apretó los dientes, tragándose su frustración. «Andando» fue todo lo que dijo antes de darle la espalda a esa molesta sonrisa.

La ira abandonó su cuerpo al llegar a cubierta, siendo remplazado por el temor y la sorpresa.

Sangre desperdigada, diluyéndose con la feroz lluvia.

Cuerpos incrustados por lanzas eran arrojados al mar, alcanzando alturas gracias a los vendavales.

Gritos de guerra, hombres corriendo de un lugar a otro, tratando de lidiar con la pesadilla que cobraba vida en el sitio, provocado por unas criaturas que Kouta no habría querido volver a ver en la vida: Magorians.

Esas extrañas mezclas entre camarones, tortugas y cangrejos cundían todo a la vista. Protegidos en medio de una bruma que apestaba (en palabras de Sundance) a excrementos de dragón, desataban una carnicería a su completo antojo.

—Tenía que ser... —Fue todo lo que el chico pudo expresar.

—¡Oigan! —gritó un caballero—. ¡Se escaparon! ¡Los prisioneros se han...!

Una lanza atravesó su casco, cráneo y sesos como si fuesen de papel. Su agresor, un espécimen de dos metros de altura, soltó un chillido de victoria. Sin piedad encajó varias veces más su arma antes de que sus ojos amarillentos se posaran en los recién llegados.

No atacó de inmediato. Sorbió el aire alrededor, realizando una serie de ruidos raros. ¿El motivo? Llamar camaradas, dos más emergieron detrás de él portando hachas fabricadas con huesos de criaturas marinas.

—¡Consigan un arma! —gritó Kouta a la desesperada.

Felt y Yoake poco podían hacer al mantener en brazos a la chica de los Soprano. Pero Shizuka rodó hacia adelante con mucha más torpeza de lo habitual (la tormenta sacudía sin piedad el barco), llegó al cuerpo del caballero asesinado y tomó su espada.

Era pesada, tuvo que usar las dos manos para bloquear la lanza del Magorian, y luego saltó hacia atrás para evadir a los otros dos, en un estilo de pelea al que no estaba acostumbrada. La chica de orejas largas terminó por usar su poder mental para frenarlos mientras Sundance le arrebataba la espada y la encajaba en los ojos de una de las bestias.

Más chillidos se sumaron entre la bruma apestosa. Los caballeros morían por doquier; Kouta pudo ver a lo lejos a Shara Autumn y Amanda luchar espalda con espalda, repeliendo muy bien a cuanto enemigo subía por estribor. La melodía que había escuchado antes provenía de una especie de mini trompetas voladoras que sonaban mágicamente al compás de la batuta de la caballera. Provocaba fuertes vientos, arrojando de regreso al mar a sus habitantes.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora