Capítulo 10: La fuerza de los altos mandos

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Que a tan solo unos minutos, después de la entrada de los miembros de la paz de Stella, la ventisca se hubiese calmado fue tomado como un buen presagio por parte de los habitantes del puerto. Probablemente aquella mujer de las nieves obtendría su merecido.

—Lo menos que podemos hacer es cuidar de su compañera —dijo una aventurera, acercándose al sanador—. ¿Necesitas algo o...? ¡Cielos! ¡De verdad parece que está muerta!

Ante la sorpresa de la chica, el sanador solo dejó escapar una gran carcajada. Sobre un par de mantas, debajo de un árbol cubierto de escarcha, mantenía a la chica caballo sin un mayor trato especial.

—Está más viva que todos nosotros, y a la vez no —aseguró—. ¿Sabes? Hay tipos muy raros, fuertes en maneras poco ortodoxas en esa tal Paz de Stella.

—¿Eso crees? —replicó la chica, llevándose la mano a la barbilla—. A veces me parece que no son más que tipos con mucha suerte.

—Incluso la suerte es importante, sobre todo para los aventureros —El Sanador miró al cielo, pensativo—. Piénsalo, si él antiguo héroe hubiese tenido un poco más de suerte hace años... Bueno, la historia sería diferente.

Sin mucha experiencia sobre la historia del mundo más allá de Lumínica, aquella aventurera no comprendió las palabras del sanador. Se limitó a encogerse de hombros, dedicándole una última mirada a la chica caballo antes de volverse hacia el puerto, preguntándose como estaría yéndole a todos.


***


—¡Existe! ¡Sí existe!

—¿Hermano?

Ante un par de miradas atónitas, Kouta no podía reprimir su impulso por gritar a los cielos, apretando los puños en señal de victoria. No era que estuviera cerca de ganar algo, pero las palabras de Silky der Schneefall se habían resumido a lo único que él consideraba importante.

La heredera perdida existía.

—¡Existe! ¡¡Sí!!

—Este tipo... —Sorprendida, Pokka no le apartaba la mirada—. ¿Quién diablos es? Y ella... ¿Realmente es un alto guardián?

En algún lugar de aquél mundo debía estar escondida la heredera, su búsqueda no era en vano. Podría regresar a casa con Kohane... Suponiendo que sobreviviera a su sinuoso viaje.

Para ello tendría que hacer algo con la mujer de las nieves. En cuanto pensó en ello enmudeció, devolviendo la mirada a ese par de fríos ojos que no poca confusión parecían reflejar.

—¿Qué es lo que celebras? —preguntó Silky, con tono lúgubre—. ¿Acaso no sientes temor?

—¡No, no, no! ¡Por supuesto que tengo miedo! —se apresuró a aclarar el chico—. Digo, no sé qué es un alto guardián, pero...

—¡No saber que es un alto guardián! —interrumpió la socarrona voz de Sundance—. ¡Ja, ja, ja!

Tanto Chikara como Kouta se volvieron brevemente al pelirrojo, mirándolo con irritación. El hombre mantenía una sonrisa con la cual mostraba sus amarillentos dientes, burlándose, al parecer, de la ignorancia presentada.

—¿Qué es tan gracioso? —preguntó Kouta, molesto.

—Todo en ti es digno de una buena risa —repuso Sundance—. Empezando por tu cara de estúpido, ¡ja, ja, ja!

De buena gana Kouta habría permitido que Chikara se abalanzara en contra de aquél idiota y le diera su merecido. No obstante, le pareció mala idea realizar cualquier cosa que hiciera parecer que ignorara a Silky.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora