Capítulo 11: Charlas en medio de la tormenta (1) & (2)

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Parte 1


Aquél joven albino, cuyas ropas estilo militar parecían repeler por completo la nieve que constantemente caía sobre ellos, bajó del gran porchi. Se detuvo a acariciarlo ante las persistentes miradas del pirata y la falsa leprechaum. No había mejores criaturas que aquellas, pensaba.

—Espera un momento, Murlochs —dijo al animal.

Dándose la vuelta encaró a la mujer de las nieves. Sonrió, aunque no con una actitud de reto o burlona. Era una sincera sonrisa jovial, la que cualquiera esbozaría después de tanto tiempo de no ver a un buen amigo.

—Silky —saludó—. Es bastante extraño que hayas abandonado los territorios de Lisa. ¿Te ha dado por un viaje de descanso?

Un movimiento de parte de la albina, como una cachetada al aire, generaría un grupo de carámbanos, los cuales el hombre bloquearía con su escudo de sauce antes de que se derritiesen.

—No tengo intenciones de perder mi tiempo contigo, Absol —declaró Silky en voz alta—. Tu amiga me interceptó en el mar, ¿por qué no vas por ella? Quizás aún encuentres sus restos.

El hombre solo rio.

—Ella estará bien, me alegra que te haya entretenido al menos un poco. Y concuerdo contigo, Silky —añadió mientras se encogía de hombros—. Tampoco tengo intenciones de perder tiempo. Ambos estamos muy lejos de donde se supone que deberíamos estar, ¿no te causa angustia pensar en lo que podría pasar durante tu ausencia?

—Lo mismo digo —replicó la mujer. Un nuevo ataque, como un puño gigante, sería bloqueado por el escudo—. Las líneas de defensa no son nada sin ti, Absol.

Pokka tragó saliva. La pequeña leprechaum falsa trataba de no perder detalle de la conversación, la cual no tenía pizca de sentido para ella. Quiso preguntarle a su capitán por aquél tipo, pero este había cedido al dolor y, al igual que el resto de sus compañeros, no era consciente de lo que pasaba en el mundo.

Absol... Era un nombre que no había escuchado. O talvez lo había hecho, pero no había puesto atención.

—Además... —continuó Silky—. Vengo por el chico, aquél de grises cabellos.

—¿Es más importante un chico que proteger a Lisa? —Absol se mostró asombrado, quizás bromeando—. ¿Qué ha pasado contigo, Silky?

—La reina está a salvo sin mí, cuatro guardianes siguen velando por ella.

—Es como si dijeras que no eres necesaria.

La inexpresiva mujer imponía demasiado su presencia, no era alguien de la que uno esperaría se mostrase molesta, alguien que permitiese que comentarios la alteraran. No obstante, un leve rubor plateado se encendió en sus mejillas.

Al punto la sonrisa de Absol desapareció.

—Oye...

—Por la gran Lisa —comenzó a entonar la guardiana, más rápido de lo normal—. Nuestra reina y máxima deidad, concédeme el dominio sobre todo el poder de los montes nevados para sepultar a vuestros enemigos...

—¡No, no! ¡No quería molestarte!

Sin perder tiempo, Absol montó en el gran porchi. Gritó a la única niña consciente que no se moviese de su sitio. Acto seguido, con un ademán de espolear, arremetió de frente.

—¡Dragón de la tundra!

—¡¿Estás loca, mujer?!

Por tercera vez el dragón arremetía. Por tercera vez este no cobraría una sola vida, simplemente impactaría contra aquél escudo de sauce, resistiendo muy bien la intensidad del ataque gracias a la poderosa embestida del enorme porchi Murlochs.

Hanazonoland: La búsqueda de la heredera [Vol. 2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora