—Sería más fácil acabar con él —asegura Dureira entre resoplidos mientras escala el repecho de piedra.
—De poco hubiera servido en caso de este interferido, es uno y muchos a la vez. —Me vuelvo y le lanzo una dura mirada—. Además, así no es como hago las cosas. —Toma ya. Estarías orgulloso de mí, Foster.
—Debe haber alguna manera de salir de aquí —reflexiona la navegadora.
—Os lo he dicho, la hay. Haciéndolo a mi manera —respondo—. Si queréis abandonar este lugar, debemos liberar a los afectados por la interferencia, por eso hay que encontrar su núcleo. —La sargento O'Neil suelta un sonoro «¡ha!» al escuchar mis palabras—. Mirad, yo no tenía intención de traeros conmigo a este lugar. Mala suerte. Lo mejor que podéis hacer es echarme una mano.
—¿Cómo sabemos que cumplirás tu palabra? —pregunta la falsa leannan.
—Pensé que habíamos dejado esto resuelto ahí atrás. Nada de confrontaciones, ni siquiera sé si se pueden llevar a cabo en una frecuencia subjetiva —digo—. Esto es una tregua. Esta interferencia es poderosa y no podemos permitirnos distracciones.
—Sí, definitivamente lo es —coincide Dureira escrutando los acantilados cortantes y las nubes tormentosas sobre el desfiladero.
Vale, Moses, míralo por el lado bueno, quizás estas dos sean de ayuda. «O quizás te obliguen a vigilar tu espalda todo el rato». Mejor no ser cenizo.
Observo esas pendientes montañosas de las que emergen picos afilados de color rojizo, caerse aquí no es una opción ni siquiera arrimarse a la pared es una opción. Un continuo vórtice en el cielo hace las veces de telón de fondo y el viento transporta pequeñas esquirlas de cristal que se mete en las córneas y arañan la piel. ¡Qué bien sienta el aire de montaña!
«¡Oh, por fin!», me digo. Llevamos recorriendo las peligrosas pendientes durante casi un cuarto de hora desde que hemos aparecido aquí y esta es la primera vez que encontramos algo semejante a una senda.
—Un camino. Algo es algo. Por lo menos, este subconsciente está transitado —dice la primera navegadora con la altivez que la caracteriza. Anda de forma elegante y enérgica. No es un culito blando nobiliario, esta mujer ha pasado por cosas. Su físico parece ágil y potente, genéticamente perfecto, incluso para una leannan. Claro que no es una leannan de verdad, es Oba Reis, la humana.
—Significa que nos acercamos a quien habita este lugar, y eso no es para echar cohetes. —Oona levanta una ceja ante mi comentario.
—Não pare. No podemos estar aquí para siempre y el viento está arreciando —dice Dureira mientras se pone la mano delante de la cara.
Yo hago lo mismo. Estas malditas esquirlas están empezando a pasar factura. De hecho, a medida que avanzamos por el camino, el viento sopla más fuerte y las esquirlas empiezan a causarme heridas. Cuando miro atrás, veo que Oona y Dureira caminan de la mano de forma relajada y que las esquirlas las traspasan. Miss Rambo está usando su maldito dial.
—Podrías incluirme, ¿no? —digo.
—¡Ja! Puede que te necesitemos para salir de aquí, pero sigues siendo mi rival, tampoco te lo voy a poner todo miel sobre hojuelas. —No puedo evitar bufar ante el comentario. A Oona, sin embargo, parece divertirle.
Guardo silencio durante unos metros, pero la curiosidad me puede.
—Tus botas son tu dial, ¿no? —pregunto—. ¿Cómo es eso posible?, ¿cómo unas botas pueden tener que ver con la muerte de alguien?
Dureira me mira unos minutos adusta, creo que no quiere hablarme de su vida personal. Oona le zarandea con suavidad el brazo.
—A mí también me gustaría saberlo, eso no me lo has llegado a contar.
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Realidad modulada (Libros 1 y 2)
FantasyDefraudado con el mundo, Moses, un cuentacuentos con alma de filósofo, decide suicidarse una noche de invierno. Mientras se hunde en el frío lecho del río, el misterioso Hombre Polilla, la criatura que habita en sus sueños, le pregunta: «Moses Gent...