EPISODIO 3, ESCENA 8: En la que el destino crea un lazo.

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Si cierro los ojos, puedo notar cómo cimbrea la ciudad al compás del viento.

No puedo evitar preguntarme cuál es la relación de los sidhe con las enormes criaturas que portan su hogar a las espaldas. ¿Es acaso algún tipo de simbiosis?

Recuerdo las cinchas alrededor de sus bocas. ¿Son como bestias de carga? ¿En qué se diferencian de nuestros cabellos o bueyes? Porque eso son los kelps, animales domesticados, ¿no? ¿O debería decir parásitos domesticados?

Abro los ojos para contemplar los techos nacarados de los edificios. Los dos satélites imperantes en el cielo compiten con las nubes titilantes que brillan cuando se interponen en el trayecto de sus haces lunares.

Mis ojos se desvían de nuevo hacia la fortaleza en la lejanía. No hay refinamiento en su arquitectura ni liviandad, no tanto como en las demás. Y, por lo que he podido ver en los demás kelps que conforman las otras áreas de Dannan, se han construido otras fortalezas como esas. Las llaman atalayas.

Si pudiera saber algo más de esta frecuencia, no tendría que estar cuestionándolo todo.

Me acomodo en el alféizar de la ventana y sigo revisando la información del evocador que me confió Cordelia. Navego por sus funciones manipulando los engranajes laterales, saltando de una referencia a otra en un intento de hacerme una idea de nuestra situación. La poca información que hay sobre Dannan y Avalon proviene de los tomos esfíngeos, y esa información no siempre es muy clara.

He podido saber que esta frecuencia se caracteriza por tener épocas de abundancia debido a grandes crecimientos forestales y épocas de escasez a causa de efectos atmosféricos capaces de hacer inhabitables grandes extensiones de terreno. Existen en los archivos algunas referencias a las grandes criaturas que surcan los cielos y a los sidhe que habitan prados o cavernas según la época del año.

Lo más curioso es que, en estos archivos, los sidhe poseen una descripción muy similar a la de los sluaghs, la raza considerada inmigrante por la gente de Dannan y que pululaban esa misma mañana por la desolada campiña.

Suspiro y apoyo la cabeza contra el marco de la puerta. Una ráfaga de viento acaricia mi torso desnudo. Siento que el frío despeja mi mente. La ráfaga penetra en la sala, una estancia sencilla y sin adornos, y mueve las sábanas de mi catre. Al levantarse a causa del viento, se puede ver mi ropa de calle escondida debajo. Me he desnudado antes de meterme en cama. Suelo dormir en ropa interior, pero no estoy seguro de que, sin estar en contacto con la pluma, estas ropas permanezcan bajo el efecto de la ilusión. Prefiero no arriesgarme a que alguien entre en el dormitorio y las vea. Por esa misma razón, he anudado la pluma a una de mis pulseras de cuero, para mantener la ilusión sobre mi persona mientras duermo. «Aunque, al final, no he podido pegar ojo. Demasiado en qué pensar».

Por precaución, también le di otra de las pulseras a Foster para que hiciera lo mismo. No podemos olvidar que todos aquí creen que somos sidhe.

Una segunda ráfaga agita mis cabellos y me invita a relajarme. Por un momento, la tensión de la Transmisión y el hecho de encontrarme en un mundo alienígena desaparecen. «Y tú que pensabas que la vida era aburrida, Moses...».

Una serie de gemidos y golpes arruinan el momento. Me incorporo y recorro la sala para intentar discernir de dónde vienen. Me acerco a la puerta de entrada. No, no proceden de ahí, provienen de la habitación contigua.

Las dos celdas fueron en su día una sola estancia, pero los oberonitas consideraron que un hermano no necesitaba tanto espacio para él solo y habían dividido varias de las estancias originales en dos. Sin embargo, aún estaban comunicadas por una puerta.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora