EPISODIO 5, ESCENA 2: En la que los șolomonari eligen bando.

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Antes de que amanezca.

«Esperar a la señal», me digo.

Estos arbustos no son el mejor escondite y, con mi nuevo cuerpo, tengo que moverme a gatas entre ellos. Todo el perímetro de la vieja mansión está plagado de patrullas. Tres de ellas bajo la balconada, las otras cinco en los alrededores. ¿Habrá más unidades vigilando el interior? Según Degataga, sí.

Todos los patrulleros llevan un uniforme y un casco de antidisturbios que les cubre el rostro, pero no son policías. Su mono negro con líneas azules muestra un logotipo. Una T acunando una C. Seguridad privada de TeCorp.

Hay algo que me escama, su comportamiento es un poco extraño. Algunos caminan de aquí para allá con movimientos erráticos, otros mueven la cabeza de forma arrítmica o se intentan rascar el cuero cabelludo a través del casco. Un acto reflejo, presumo.

«Esperar a la señal, pero ¿qué señal?», me repito otra vez. Eso mismo le había preguntado a Geoff antes de salir y lo único que me contestó fue: «Sabrás cuál es la señal». ¿Acaso es ese graznido de cuervo que acabo de oír? No, ese es un cuervo de verdad. ¿Quizás son esas luces? No, demasiado lejanas. ¿Cómo narices voy a saber cuál es la maldita señal si...?

El rugido de un motor hace acto de presencia en las inmediaciones y veo varios cuerpos rodar por el césped. Un todoterreno asalta el jardín dando trompos. Algunos de los agentes se acercan, porras en mano, como si eso sirviera de mucho. Algo muy pequeño, del tamaño de una simiente, impacta contra ellos y su uniforme comienza a deshacerse revelando una dermis violeta de la que emergen ahora raíces negras y retorcidas. Cuatro picas se interponen en el camino de los guardias en plena carga generando un enrejado que les impide el paso. Cuando se dan la vuelta, se topan con otra verja y, sin darse cuenta, acaban atrapados en una jaula victoriana.

¿¡Esta no iba a ser una misión e infiltración!? Bueno, Degataga usó la palabra «emboscar», que no es una palabra que implique sutileza. Suerte que esta colina está relativamente lejos del resto del vecindario porque esto tiene la discreción de un concierto de heavy metal.

El todoterreno rodea la mansión y se lleva a otros dos guardias por delante, los restantes se encuentran colgando de un manzano que parece haber nacido de forma espontánea junto al porche. Salen más guardias del interior por la puerta delantera. Los que están apostados en la puerta trasera también corren cara la fachada norte. El conductor del todoterreno (o más bien conductora) toca dos veces el claxon. Vale, eso sí es la señal. A hacer lo mío.

Mientras las picas, las raíces y el guardabarros de ese monstruo motorizado despachan al resto de la vigilancia, yo salgo de mi escondrijo y extiendo mis cabellos hacia los dos hombres que pasan a mi lado. La idea es obligarles a desactivar los paneles de seguridad de la puerta trasera, parte del sistema de vigilancia que, según Degataga, han instalado en el lugar. Luego entraré y manipularé a los guardias del interior. Ese es el plan, aunque tras el estruendo que han armado dudo que aún queden muchos guardias dentro de la casa.

Los dos "seguratas" incautos pasan trotando a mi vera sin reparar en mí. Menudo error. Clavo mis cabellos en sus nucas a modo de agujas hipodérmicas. Enseguida noto el chasquido y la corriente eléctrica de sus sistemas nerviosos. Emito la orden: «Alto. Vamos a la puerta trasera». Me miran y se quedan quietos procesando la orden. Algo falla, mi orden llega, aunque no la entienden. La corriente no parece fluir de forma adecuada. Es intentar conectar un cable telefónico a una batería, no es compatible. Además, siento otra conexión en alguna parte puenteando sus cerebros. Los guardias comienzan a revolverse y a uno de ellos se le cae el casco de tanto que agita la cabeza. Es un hombre de pelo castaño y de barba muy espesa que le intenta dar dentelladas a mi cabello. El otro guardia agita sus brazos y los frota encima de su cabeza intentando alcanzar el hilo, como una mosca que se ha quedado atrapada en una telaraña.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora