EPISODIO 3, ESCENA 10: En la que se habla de la raza iluminada.

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Esa misma noche.

—Ya se ha preparado la orquesta para la prueba de declamación. Tras esto, habrá una danza ritual y luego una prueba de velocidad.

—No hace falta que me enumere todos los actos, prior. —Traduce el chambelán Esus—. Confío en su capacidad de gestión. Lo único que quiero es que me asegure que todo irá según lo previsto.

—Pues claro que sí, primera navegadora. Los concursantes prioritarios ya han sido puestos en conocimiento de estas categorías con el tiempo pertinente, ya lo sabe.

—Perfecto, necesitamos que la selección sea creíble —Oona remarca este último significado con un gesto que acaricia su frente. «Creíble».

El prior mira a Esus, después a Oona y luego a mí. Por último, a los extraños platillos que constituyen nuestra cena.

—Bien, entonces no les molesto más.

—Gracias por su reporte. —Esus pone voz grave.

—Primera...—El prior inclina la cabeza y se dirige hacia la entrada.

—Ah, prior —le ataja el chambelán. Oona me dirige una mirada cómplice—. Necesito que me haga un último favor.

—Usted dirá, primera.

—Necesito que vigile al abad. Creo que no se encuentra muy bien, me temo que puede estar afectado por la plaga, pero no quiero sacar conclusiones precipitadas.

El prior se queda blanco.

—¿Está segura, navegadora?

—Hay muchos indicios de ello. —Esus lo traduce con voz pausada—. Por eso necesito que esté preparado para tomar las riendas de la situación en cualquier momento.

—Claro... —musita el prior. Luego reitera con más ahínco—. ¡Claro, primera! De ser cierto, es algo preocupante. —Mais parece que o garoto acaba de darse cuenta de que, si el abad cae, él tendrá todas las papeletas para ser el próximo en ocupar el cargo.

—Cuento con usted —dice Oona.

El prior, tras volver a asegurarle por quíntuple vez que confié en él, se retira.

Nosotros terminamos lo que resta de la cena hablando de cosas banales, tras lo cual, Oona, mediante señas, le ordena a Esus que se retire y que pida que le lleven el postre a sus aposentos o a donde lo prefiera. Este obedece y se despide con sendas genuflexiones. Nos quedamos a solas.

Oona coge uno de los frutos rosados que hay en una bandeja blanca cercana y lo muerde casi con lujuria. Cierra los ojos al hacerlo, está claro que lo disfruta.

—Gracias por seguir mi consejo —comento.

—No, gracias a ti, Gloria. —Siento un cosquilleo de satisfacción al oír mi nombre. En menos de unas horas se ha creado tal confianza entre nosotras que hemos pasado a tutearnos—. Debí haberme imaginado que era un interferido, se ve que mis instintos de oyente están adormecidos. ¡Por supuesto que la plaga es cosa del Silencio! Debo admitir que nunca había tenido la experiencia de un interferido capaz de disimular su condición. En mi época, aquellos con los que me topaba se comportaban como auténticos lunáticos.

—Lo sé. En la Tecnocracia se han hecho algunas investigaciones al respecto. Creemos que han evolucionado. Las interferencias se han vuelto más fuertes y más complejas. Son capaces de convivir con los procesos mentales de aquel a quien poseen. No es algo bueno, por eso las emisoras han cambiado su enfoque.

—Ah, ¿sí? —Se inclina hacia mí y puedo oler su aroma a jazmín. ¿Es jazmín? Quizás no, aunque se asemeja mucho—. ¿En qué sentido?

—Bueno, supongo que puedo contártelo. Eres una de los nuestros. Le llaman la Coligación.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora