EPISODIO 5, ESCENA 5: En la que se produce un rescate.

30 3 56
                                    


—Queridos hermanos, estamos aquí junto al altar, para que Dios garantice, con su gracia, vuestra voluntad de contraer matrimonio ante la comunidad aquí reunida. —Farfalla se refiere a todos esos muñecos sentados en las sillas y en las camas. También a Deede, que está atado en la butaca que hay al frente vestido con pajarita para la ocasión—. Cristo bendice vuestro amor, y él, que os consagró un día con el santo bautismo, os da fuerza con este sacramento para que os guardéis mutua y perpetua fidelidad y podáis cumplir las demás obligaciones del matrimonio. Ante esta asamblea, os pregunto sobre vuestras intenciones. —Mira a su muñeca y al oso de felpa que ha dispuesto frente al altar hecho con cajas de zapatos—. Esposa y esposo, ¿venís a contraer matrimonio sin ser obligados, libre y voluntariamente?

—Sí, venimos libremente —responde también Farfalla poniéndole voz tanto a Patrisha como al osito. «Esto es una tontería», pienso. Un moscardón se me ha posado en la cabeza y ahora me pica la nunca. No puedo rascarme con las muñecas atadas y el cojín de terciopelo sobre las manos. Sacudo la cabeza y el bicho echa a volar.

—¿Estáis decididos a amaros y respetaros mutuamente siguiendo el modo de vida propio del matrimonio durante toda la vida? —continúa.

—Sí, estamos decididos —responden los muñecos.

—¿Estáis dispuestos a recibir de Dios responsable y amorosamente los hijos y a educarlos según la ley de Cristo y de su Iglesia? —Farfalla pone voz de persona importante.

—Sí, estamos dispuestos.

—El señor bendiga estos anillos que vais a entregaros uno al otro en señal de amor y de fidelidad —dice Farfalla levantando las manos. Me hace una señal y yo me levanto y voy hacia ella intentando no tropezarme con la estúpida falda que me ha hecho vestir. Ni siquiera quería jugar a los casamientos, pero es mejor no enfadarla hasta que se nos ocurra cómo salir de esta. Levanto el cojín y ella coge una de las rosquillas de chocolate—. He aquí tu alianza, Fidel. —Le pone la rosquilla en la muñeca del peluche—. Y aquí tu alianza, Patrisha. —Toquetea el cojín y entonces me dice —: Mneme, ¿dónde está el anillo de Patrisha? —Miro al cojín. Antes allí había dos rosquillas.

—No lo sé —me encojo de hombros. Deede me mira nervioso.

—¿Cómo que no lo sabes? —Farfalla parece muy indignada—. ¿Cómo va Patrisha a contraer matrimonio con su nuevo amor y así dejar los abusos de Henry atrás para poder seguir con su vida? —¿Quiere que le responda a eso?, porque la respuesta es un «me da igual».

—Te ha dicho que no lo sabe —dice Deede.

Farfalla y yo nos miramos en silencio y, entonces, escuchamos a alguien masticar. En una de las sillas viejas, junto a uno de los espejos de pared, se encuentra el hombre del bigote retorcido. Tiene acento francés y parece el maestro de ceremonias de un circo al que le han robado el chaqué y la chistera. El hombre se mira de reojo al espejo y se sonríe a sí mismo mientras mordisquea una rosquilla.

—¡Montgolfier! —dice Farfalla llevándose las manos a la cintura—, ¡te has comido mi alianza de boda!

—¿De qué hablas, ma petite? —El moscardón sobrevuela su cabeza y él lo espanta de un manotazo. Ella le señala la rosquilla—. ¿Esto?, pensé que era el desayuno.

—¡Pues ahora me vas a dar uno de tus anillos para la boda! —grita ella.

—¡No seas ridícula, chérie! —responde el franchute.

—¡Pues gritaré! —insiste ella.

—No harás eso.

—¡Y le diré a Agy y a los demás que estás intentando cazar a los interferidos que han aparecido en las noticias cuando él te ha dicho que no lo hicieras!

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora