EPISODIO 3, ESCENA 7: En la que se fragua una revolución.

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—Quizás sea un error, Aganon. Ya has oído a los oberonitas. Han elegido a jóvenes de todos los estamentos para participar en el rito de Ascensión. Todos tendrán la oportunidad de convertirse en leannan, incluso los sluaghs. ¡Hasta ellos podrían habitar arriba! Quizás debamos esperar y ver qué podemos conseguir una vez formemos parte de la Alta Ciudad —argumenta el daoine escuálido que está sentado encima de un cargamento de mineral.

—¡Calla, Golgon! ¿No viste lo que ocurrió?, ¿cómo esos religiosos y los guardias se volvieron locos y arrastraron a la gente fuera de sus casas? —Este muchacho pertenece a la etnia inmigrada, los sluagh sidhe.

—Eso fue por la plaga silenciosa, ¡estaban afectados por ella! No tiene nada que ver. Además, Kimo, tú eres un sluagh. Tendrías que ser consciente de la oportunidad que esto supone para tu gente. Una gran cantidad de jóvenes han sido seleccionados entre los tuyos.

Un daoine de expresión adusta, torso musculado y rasgos marcados (fisionomía poco común entre estas gentes) observa la discusión en silencio y evalúa cada palabra baremando la situación hasta que decide intervenir:

—Está decidido. El plan se llevará a cabo tal como se ha previsto. Durante la Gran Ascensión, los poblados serán desenganchados de las cadenas y asentados en tierra firme antes de que la kelp matriarca aterrice. Una vez en tierra, gran parte de la guardia será traslada al lugar del rito y dejarán desprotegidas las atalayas, que quedarán solo con efectivos mínimos.

»Todos nos ofreceremos para el doble turno en las fábricas. Necesitan que procesemos parte del smior en pulpa para alimentar al recién nacido. Argumentad que veneráis a la matriarca, o que necesitáis el buinn extra, lo que sea, pero quiero veros a todos en las listas de turnos para ese día.

»El pedido partirá de aquí, del kelp factorio, en dirección a la kelp matriarca dos horas antes del rito. Nosotros cargaremos y llevaremos el pedido. Los que no estéis autorizados os esconderéis en la carga. El apeadero está solo a doscientos metros de la atalaya principal. ¡Solo tenemos una oportunidad!

—Aganon, ¿por qué la atalaya principal?, ¡es muy arriesgado! ¿Y si no podemos entrar?

—Someteremos a los guardias, Golgon. Apenas habrá un acuartelamiento y nosotros somos un buen número.

—¡No funcionará! ¡Dicen que los guardias no tienen acceso, solo los navegadores y sus auxiliares! —objeta Golgon.

—¿Quién te ha dicho eso? —comenta Aganon con tranquilidad.

—Algunos chicos del polígono norte. —El tal Golgon no parece muy convencido de la veracidad de sus afirmaciones, aun así, son suficientes como para levantar murmullos entre los asistentes de esa reunión clandestina que se está llevando a cabo en la zona de carga de la factoría de smior.

—¡Ay!, Snarl. El miedo siempre hace de las suyas antes de la hora de la verdad —susurro. Snarl baja las orejas y gime, sabe que es verdad.

El leannan amordazado a mi vera también gime.

—Supongo que es hora de dejar de escuchar en las sombras y saltar a la palestra. —Snarl saca la lengua. «Hora del espectáculo», parece decir.

Le doy un empellón al leannan que sale propulsado desde la pila de bidones que ha sido nuestro escondite. Como está maniatado, cae de bruces al suelo justo en mitad del gentío. Todos reculan instintivamente.

—¿Quién es este? ¿Por qué está amordazado y atado? —grita uno de los asistentes.

—¡Un navegador de las atalayas! —grita otro.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora