EPISODIO 2, ESCENA 18: En la que nadie gana.

37 10 31
                                    


—¡Damas y caballeros, bienvenidos al programa líder de las tardes! ¡Nuestros choosers están ya preparados!, ¿lo están ustedes?

Las ovaciones del público son tan ensordecedoras que los altavoces que las emiten crepitan, y eso que el público no es más que una horda de muñecos de todas las formas y colores.

Todavía me da vueltas la cabeza, pero reconozco ese estudio. Un plató teñido de azules y rojo y el símbolo del programa entretejido entre las formas geométricas de las paredes. He visto reposiciones de este programa en la tele por cable. Es una recreación casi exacta.

No recuerdo que las jaulas formasen parte de la decoración, quizás pueda forzar los barrotes con un campo de energía lo suficientemente denso como para...

¡Mierda, mi bastón!, ¿dónde está mi dial?

—Kaala, ¡estás despierto! ¡Mi dial, no lo tengo conmigo! —Sigo el sonido de la voz. Veo a Astrid en una jaula contigua a tres metros de distancia.

Intento hacer memoria. Seguimos el mapa y no nos topamos con nadie. Encontramos el acceso norte. Los dibujos de la puerta me hicieron sospechar, pero no lo suficiente. Tras cruzarla, recuerdo caer, sentí un golpe y oír un ruido metálico.

El cogote me duele. Me toco la zona contusionada y me miro la mano. Por fortuna, no veo sangre. Astrid también parece estar entera.

—¿Quen é o filho da puta responsable de esto? —Miro a mi izquierda. En otra jaula se encuentra una mujer fornida de porte militar. Está descalza. Es aquella mujer de la Tecnocracia. ¿Ha caído ella también en la trampa? Eso significa que no ha sido la Tecnocracia quien nos la ha jugado. Tiene sentido, sino Mishima nos lo hubiera advertido. A lo mejor ese ladino de Beaver nos ha vendido. ¿Y si lo del Círculo es una treta?, ¿y si la Contracultura lo tenía todo planeado?

No, algo no encaja.

Un presentador de hojalata articulado aparece frente a nosotros y recorre con parsimonia el escenario semicircular. Varios focos lo iluminan. Un baffle le hace las veces de boca y viste un traje mal cosido con los colores insignia del concurso. La marioneta mecánica alza los brazos y comienza a hablar.

—¡Yo soy su anfitrión John Copper y esto es...!

El público ficticio completa la consigna.

—¡Choosers can be losers!

—Hoy tenemos tres invitados muy especiales. Son oyentes y luchan por conservar la realidad. Démosles un fuerte aplauso.

Suena el aplauso en bucle.

—¿Dónde estamos? ¿Qué está pasando? —grita Astrid.

—Parece que nuestros concursantes están ávidos por conocer las reglas de esta lethal edition. Oh, yeah! —Hace unos aspavientos y el público inexistente enardece.

Sí, no estaría mal que nos regalaran una explicación. Me siento, cruzo las piernas y espero. Ya he comprobado que no hay forma de forzar los barrotes y la cerradura de la jaula es electrónica. Lo que me ha llamado la atención es la máquina adosada a cada una de las celdas. Es una máquina de la verdad de última generación, un polígrafo. Al sentarme, me doy cuenta de que hay sensores en el suelo y en los barrotes más gruesos. Lo que me extraña son los cables provenientes de algún lugar del backstage que circunvalan la base de la jaula.

—Nuestros concursantes comienzan con tres vidas cada uno y perderán una vida cada vez que fallen. Además, recibirán un pequeño calambre para amenizar la cosa. —El público ríe.

Realidad modulada (Libros 1 y 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora