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En ocasiones, dos personas no están destinadas a ser una sola. Es cuando la vida te pone reglas, te exige cumplir con el trato de tu día a día, seguir manualmente tu destino.
Tu hilo rojo estaba roto, sin encontrar a la persona que ibas a amar y quedarte con ella por siempre. Fiel creyente del vivieron juntos por siempre, te rehusabas a vivir una vida infeliz al lado de alguien al cual tus padres habían elegido para ti.
Solo por conveniencia.
Sintiéndote deprimida, con el mundo en tu contra, la vida te odiaba. Eras joven, no debías contraer matrimonio tan temprano.
Tenías solo veinte, eras mayor de edad pero seguías experimentando la vida y sus complicaciones. ¿Hacía falta casarte?
La época de los 50's era muy difícil, siendo hija del alcalde de un condado de Londres, tu vida tenía reglas estrictas. Llena de lujos, pero infeliz. Tu prestigiosa familia solo quería agrandar su fortuna.
Justo cuando pensabas en la solución a tus problemas; no de una mejor forma.
Lo viste a él.
Era una fiesta en tu casa, muchos invitados con copas en las manos, vistiendo las telas más finas, hablando y presumiendo de sus riquezas. Entre medio de ellos, un hombre con pantalones negros, camisa blanca, tirantes negros, zapatos pulidos y una peculiar mirada se hacía presente.
Bebía de una copa de champán, aunque no hablaba con nadie.
Tuviste curiosidad, ¿quién podía ser él?
Fue pasajero, justo cuando ibas a darte la vuelta, él conectó su mirada con la tuya.
¿Quién lo diría?
Tu estómago sintió un hueco y tu corazón latía con fuerza. Sentías muchos nervios y no te podías mover de tu lugar. No dejaban de mirarse.
Que se podría hacer el amor por telepatía.
Su mirada era tan profunda que no podías evitar sonrojarte. De forma torpe, te diste la vuelta yéndote del salón principal.
Jamás en tu vida habías visto a un hombre así de hermoso, te sentiste muy mal al pensar en que también era sexy.
—No, no, bórralo. —sacudiste tu cabeza y fuiste a la cocina para ayudar a tu madre.
Esa noche ibas a conocer a tu prometido. Querías huir, pero no tenías alternativa.
Cuando tus padres te lo presentaron, lo único en lo que pensabas era en lanzarte del balcón de tu habitación. Y no era broma.
Era mucho mayor que tú, tenía un bigote horrible y una mirada tan prepotente y altanera.
