Capítulo once.

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Lo primero que veo cuando despierto es una gran pared en color blanco. No sé dónde estoy. Por un instante pienso que estoy en un hospital, pero no creo que los hospitales tengan grandes y cómodas camas con suaves sábanas en colores gris y negro. Además, un hospital no podría oler tan bien como lo hace este lugar. Es un aroma que conozco y por primera vez me doy cuenta que me encanta.

Mi cabeza duele y no puedo recordar cómo o por qué llegué aquí. Comienzo a asustarme. ¿Dónde estoy? ¿Quién me trajo?

Intento levantarme y cuando lo logro me siento en la orilla de la cama. Es una habitación. Veo un gran closet de madera, un escritorio con una computadora, una televisión y un gran espejo de cuerpo completo. Junto a la cama hay un mueble con una pequeña lámpara y junto a la lámpara se encuentra un termómetro. Veo algo más en el pequeño mueble, es un portarretratos que está volteado hacia abajo. Lo tomo entre mis manos y observo la fotografía. Son Calum y una chica.

Él luce más joven, se ve como si tuviera dieciséis o algo así. Me cuesta aceptar que es él ya que está sonriendo, pero no es una de esas sonrisas que pones para las fotografías, no, luce como una sonrisa genuina. Verlo me hace sonreír también porque parece demasiado lindo y adorable. Sus mejillas están sonrosadas y hay pequeñas arruguitas en las esquinas de sus ojos. La chica se parece demasiado a él, así que supongo es su hermana. Ella es hermosa y tiene unos ojos que irradian felicidad.

Después de ver la fotografía recuerdo dónde estoy. Sé que saliendo de clases vine al departamento de Calum para trabajar, pero después de eso comencé a sentir dolor de cabeza y de una u otra manera terminé aquí. No sé nada más.

Me pongo lentamente de pie y me quedo un par de segundos sin moverme para evitar marearme y caer. Cuando me considero lo suficientemente estable salgo de la habitación.

Calum está recostado en el sofá de su sala.

—¿Calum? –lo llamo desde donde estoy, pero él no responde.

Me acerco un poco más y descubro que está profundamente dormido. Su rostro está relajado y su pecho sube y baja al compás de su respiración. Aprovecho que está en esa posición para observarlo detenidamente.

Su piel no es blanca, pero tampoco es un chico moreno, por algún motivo me recuerda a la mantequilla de maní. Me gusta la mantequilla de maní, tal vez su piel sepa igual de bien. Es delgado, pero no un delgado exagerado, tiene un poco de músculos, tal vez hace ejercicios o cosas así porque tiene unos lindos y ligeramente marcados brazos.

Tiene un cabello oscuro como la obsidiana que hace juego con sus cejas pobladas. Su rostro está tan sereno mientras duerme, que aprovecho para ver tranquilamente su cara sin ese ceño fruncido que usualmente tiene. Pero sin duda alguna, lo que más me gusta de él son sus labios. Recuerdo que hace unos días que lo vi, sus labios me parecieron lo más hermoso que he visto jamás. Son rosados y carnosos. Mierda, me gustaría besarlo. Muero por hacerlo.

Calum mueve un poco su brazo derecho y sus ojos comienzan a agitarse así que asumo que está por despertar y dejo de observarlo para no lucir como una total acosadora.

Me muevo en dirección a la cocina para tomar un poco de agua y de pronto escucho su voz.

—¿Despertaste? ¿Cómo te sientes?

Me giro hacia él fingiendo sorpresa e intento sonreír.

—No estoy muy segura de qué fue lo que sucedió, pero estoy bien.

—Dios mío, me diste un susto enorme, te odio por eso Kiara. ¿Tiene mucho que despertaste?

Calum se estira en el sofá y veo una vez más su abdomen. Amén por todas esas ocasiones en las que se estira así.

Insensible »»Calum Hood.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora