Capítulo 14

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—Casi no puedo caminar —alegué riéndome como desquiciada

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—Casi no puedo caminar —alegué riéndome como desquiciada.

—Te bebiste una botella de vino blanco tu sola, era de esperarse —Ashton se posó junto a mi y yo solté a reír.

—Es que era dulcecito —él sonrió suavemente sacándome una sonrisa a mí.

Los brazos de Cameron me envolvieron levantándome de mi lugar para llevarme hasta su hombro y luego comenzar a caminar hacia la casa.

—¿Recuerdas como te miraba? —le pregunté al que me llevaba como saco de papas.

—Si, también recuerdo cómo me besaste para dejarle saber que era tuyo —yo reí al recordar la cara de la chica en tanto observaba el piso de mármol del lobby.

—¿Y eres mío? —pregunté cuando mi risa cesó.

—Somos tuyos, cariño —aseguró Ashton cerrando la puerta detrás de él.

—Si mi mamá estuviese viva no sé cómo reaccionaría —reí sin poder evitarlo.

—Disculpen las molestias —mi risa se detuvo al escuchar a Camil —pero tenemos ciertas cosas que dejarles saber.

Cameron me bajó de su hombro y me colocó sobre el piso en tanto yo pestañeaba un par de veces para evitar marearme.

—Bien, yo me iré a dormir, que tengan buenas noches.

Sin poder mantener el equilibrio con los tacones me los quité y sonreí al sentir el piso frío.

Camil y otras empleadas esperaron a que yo terminara de subir las escaleras antes de hablar. Al llegar a mi habitación me quité la ropa y me di una ducha rápida aclarando mi cabeza mareada. Luego de lavarme los dientes y secarme me coloqué una piyama y dejé mi teléfono cargando antes de salir de la habitación hacia la de Ashton.

Al entrar no lo encontré por lo que supuse seguía hablando con Camil, pero me di cuenta de que no era así cuando la puerta del baño se abrió dejando ver a Ashton en tan solo un par de bóxer.

Ya yo me encontraba sobre su cama, por lo que en primera instancia él no me reparó, lo cual aproveché para observar su esculpido cuerpo con tatuajes a cada nada.

—Oh, Alisha —yo sonreí suavemente y él se acercó a la cama antes de cernir su anatomía sobre la mía.

—¿Puedo dormir contigo? —pregunté suavecito.

—No tienes ni que preguntar.

Su boca bajó a la mía y me envolvió en un beso ardiente que me sacó más de un suspiro y encendió cada célula de mi cuerpo.

Sus labios se separaron de los míos como si le pesara y apagó la luz para luego acostarse junto a mí.

—No sabes como me encanta dormir contigo entre mis brazos.

T H O R N SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora