Cantar era posiblemente lo que más amaba en el mundo, después de mi madre claro estaba, ambas eran las cosas que me mantenían viva, me mantenían cuerda y atada al mundo que me rodeaba después de tantas perdidas.
Cantar era como volar, sentía que flotaba alrededor de la melodía y que esta me envolvía con brazos imaginarios reconfortándome, así me sentía en ese momento mientras cantaba Kindly calm me down de Megan Trainor en el restaurante en el que trabajaba.
Era mesera, pero una tarde en la que cantaba suavemente mientras ordenaba las mesas antes de abrir, el dueño del lugar me escuchó y me propuso trabajar de mesera medio tiempo y el resto de la noche podría cantar, pero eso solo lo hacía los miércoles, viernes y fines de semana.
Me encantaba hacerlo y más si eso significaba ingresos extras, ya que cuando la gente comenzó a escucharme elegía las horas en la que cantaba para venir y el lugar se llenaba. Eso me hacía sentir orgullosa, ya que ellos se encontraban aquí por mí.
En cuanto terminé la canción algunos aplausos se escucharon, mientras que otros silbaron con algo de alegría, aun cuando la canción que acababa de interpretar transmitía todo lo contrario. Con una sonrisa bajé del escenario para dirigirme a la parte trasera del improvisado escenario. Con la misma sonrisa hice el recorrido hasta la pequeña sala en donde dejábamos nuestras cosas, ahí me encontré a Lina con mi teléfono móvil en sus manos.
—¿Ya te vas? —le pregunté mientras me acercaba a ella y tomaba mi teléfono móvil de sus manos cuidadosamente, pero ella parecía choqueada —¿Sucede algo, Lina? —ella asintió varias veces y la preocupación pasó levemente por su rostro.
—Tomé tu teléfono porque no paraba de sonar y creí que era tu madre por algo importante —ella miró mis ojos dejándome ver como los suyos estaban húmedos —lo siento tanto.
Luego de eso me abrazó fuertemente, abrazo que no correspondí porque no entendía nada.
—Tu madre murió hace unos pocos minutos —susurró en mi oído, en cuanto escuché esas palabras la separé bruscamente de mi cuerpo para mirar como las lágrimas rodaban por sus mejillas, luego negué una y otra vez.
—Deja de decir mentiras —le advertí, pero ella solo pudo romperse un poco más —mi madre muerta —susurré y ella se abalanzó a mi cuerpo para darme un abrazo que esta vez sí correspondí.
No entendía nada, definitivamente no lo hacía, mi madre era una mujer de apenas cuarenta años sin ninguna complicación, no salía de casa a menos que fuese conmigo o para ir a la casa de al lado con la vecina, definitivamente no entendía nada.
—¿Qué le pasó? —pregunté separándome de ella y tomando mis pertenencias.
—No lo sé, dijeron que te contactaras con el número registrado en tu teléfono móvil, que ellos te explicarían la situación.
Miré la pantalla negra de mi móvil y sin pensarlo dos veces lo encendí para remarcar el último número que había llamado. Mientras sonaba el primer tono comencé a salir del restaurante por la puerta trasera sin percatarme de nada, mientras sonaba el segundo tono empujaba la puerta de metal del callejón para poder salir a la calle, antes de que sonara el tercero un hombre respondió a mi llamada.
ESTÁS LEYENDO
T H O R N S
RomanceMe resistí a enamorarme de ellos, pues estaba rota y aferrarme a alguien nuevamente no estaba dentro de mis planes. Pero fallé, fue imposible no hacerlo tras aparecer como raíces que me mantuvieron en pie cuando solo quería caer. Dos hombres dispue...