EXTRA II

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—Mamá —gritó Melodie entrando al taller

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—Mamá —gritó Melodie entrando al taller.

—¿Cariño? —cuestioné algo sorprendida, pues ella no entraba a esa habitación ni muerta.

—Mis papás están haciendo algo loco con Madison —mis cejas se juntaron al fruncir el ceño.

Sin perder tiempo solté la tijera que tenía en mis manos y corrí detrás de la pequeña niña de siete años con cabello rizado.

Ella me llevó hasta la cocina para luego salir hacia la piscina en donde estaba Cameron dentro y me señaló hacia el segundo piso en donde estaba Ashton con el niño de cinco años sosteniéndolo por fuera del balcón.

—Pase largo —gritó Cameron y mi boca se abrió con sorpresa.

—¡Hijos de su putísima madre, bajen al mocoso antes de que los asesine a todos con una tijera! —Ashton miró hacia mi sorprendido.

Pero Melodie no se extrañó por el montón de cosas inadecuadas que solté, estaba acostumbrada ya que ambos hombres se la pasaban lanzándola a ella o a Madison de las escaleras, de un mueble a otro o en esta ocasión del segundo piso como si los niños fuesen un maldito balón de futbol.

—Como digas, mi amor —Ashton soltó a Madison haciendo que yo gritara horrorizada.

El alivio me recorrió completa al ver que calló en el agua y que Cameron se acercó para sacarlo a flote, pero mi hijo de cinco años sabía nadar muy bien, había tenido clases desde los tres, aunque seguía en ellas.

—Les juro que esta me las pagan.

La risa de Melodie se escuchó por todo el patio y yo la miré con los ojos entrecerrados.

—Lo siento mamá, pero los padres son muy graciosos —dijo entre risas, por lo que la tomé de la cintura y la arrojé al agua junto a su padre.

—Eso es para que sepas cual es el lado correcto —le dije en cuanto salió del agua y luego de ello me di la vuelta para seguir trabajando.

Cuando estuve lejos de ellos una sonrisa apareció en mi rostro, definitivamente mi familia no era aburrida.

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Unos sollozos llamaron mi atención al cruzar por la habitación de Melodie, por lo que me detuve fuera de la puerta y cuando los sollozos se intensificaron abrí la puerta tomándola por sorpresa.

Ella había llegado de la escuela hacía una hora y la había mandado a cambiarse para que fuese a almorzar, sin embargo, estaba hecha ovillo en la cama sollozando incontrolablemente.

—¿Mi niña? —la llamé con preocupación.

Cerré la puerta detrás de mí y me senté en la cama para comenzar a acariciar su cabello.

—¿Te sientes mal? ¿te duele algo? ¿qué tienes? —cuestioné desesperada.

—No tengo nada —susurró con voz ronca.

T H O R N SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora