Capitulo 2

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Finalmente me animé a presentarme en el trabajo. Ingresé mucho tiempo antes de la hora habitual, dos horas para ser exacto. Esperaba poder ocultarme entre las cuatro paredes de mi oficina y tras una puerta que intentaría conservar cerrada durante la mayor parte del tiempo, evitando que alguien pudiera interrumpir mis labores del día de hoy.

Cómo todos los días, encendí mi computadora para revisar mi itinerario y ver qué tenía programado para las próximas horas. Definitivamente deseaba que mi contacto con personas reales fuera el mínimo. De hecho, hoy era uno de esos raros días en los que me había propuesto revisar todos los pendientes legales que llenaban la bandeja de entrada de mi correo electrónico día con día. No es que tuviera muchas ganas de trabajar, sino que no tenía ánimos de tener contacto con el exterior y entre más aislado estuviera sería mejor.

Mientras estaba sentado en mi escritorio, no pude evitar recordar lo escépticos que mis padres estaban sobre mi elección de carrera en un principio. Su preocupación tenía sentido para mí, ya que no teníamos abogados en la familia, yo sería el primer Chiba que se dedicaría a las cuestiones legales, además ellos estaban completamente concientes de lo tímido e introvertido que yo solía ser, pero ellos cedieron y me brindaron todo su apoyo cuando les dije que mi objetivo era convertirme en litigante por contrato. Eso básicamente significaba que tendría un título en derecho pero nunca practicaría la abogacía en un tribunal. Mi trabajo sería más bien el de negociar y escribir contratos, o quizá manejar las necesidades legales básicas de alguna empresa.

Fue así como llegué aquí. Trabajo para una organización llamada "Los niños de Crystal" cuyo objetivo principal es el de defender todos los derechos de la niñez. La principal motivación para seguir adelante era la de romper el ciclo, sacar a los niños de las calles y llevarlos a hogares saludables en los que poco a poco serían reincorporados a una vida sana y digna.

He estado trabajando aquí durante los últimos tres años, desde que me gradué de la universidad.

Conocí a mi primera y única novia en mi segundo año de la facultad de derecho. Era hermosa, segura de sí misma y pensé que cambiaría mi vida para bien, y realmente así fue, al menos hasta el día en que recibí mi título y rechacé un prestigioso bufete de abogados para aceptar el puesto menos distinguido que ocupo actualmente. Rei quería más para nosotros socialmente de lo que mi "pequeño trabajo monótono" nos proporcionaría, o al menos eso fue lo que dijo en aquel momento.

Las cosas realmente empezaron a cambiar una vez que cumplí los veinticinco años y recibí el fondo económico que mis padres habían ahorrado toda su vida solo para mí. Desde ese entonces Rei se convirtió en una mocosa malcriada y yo, me transformé en el debilucho al que ella hace y deshace a su antojo.

Mi martirio empezó como empieza todo en esta vida, llendo de lo menos a lo más. Fueron pequeñas cosas a las que no les presté atención ni les dí mucha importancia al principio, un empujón contra la pared cuando pasó a mi lado porque estaba enojada conmigo, un pellizco en mi muslo debajo de la mesa de la cena cuando sintió que la estaba avergonzando con los invitados, una rodilla contra mi ingle cuando expresé una opinión con la que ella no estaba de acuerdo durante una discusión en casa.

Pero, ahora ... ahora, cuando cierro los ojos, todo lo que veo son sus ataques de ira y rabia, una y otra vez. Agresiones que vienen a mi diariamente sin cesar y que cada vez aumentan en fuerza y presición.

Estaba bastante concentrado en mis pensamientos existenciales hasta que un golpe en la puerta de mi oficina me sacó de mi concentración.

-Señor Chiba, hay alguien que me gustaría presentarle- la voz de la señora Galaxia llenó la habitación cuando irrumpió en mi escondite.

Junto a ella se encontraba, parada a su lado, una joven y hermosa mujer a la que con tan solo observar mínimamente sentí que me ponía bastante nervioso.

Mi mente inmediatamente viajó y se dirigió a la conversación que tendría en casa sobre esta nueva persona en la oficina. No había forma de que esto no terminara con acusaciones de una aventura por mi parte. Simplemente no quería decírselo, solo para evitar el drama en torno a algo tan simple como un nuevo empleado. Sin embargo, si mantenía en secreto a esta nueva mujer, recibiría un castigo mucho peor cuando Rei se enterara de su existencia.

-Ella es Serena Tsukino, nuestra nueva abogada defensora de los niños.

Me paré y caminé alrededor de mi escritorio para estrechar su mano mientras torpemente trataba de mantener mi rostro hacia la izquierda evitando que viera aquella vergonzosa marca en mi mejilla.

-Encantado de conocerla, señora Tsukino- hablé en voz baja mientras sostenía su mano en la mía.

-No soy señora, soy señorita y es un placer conocerlo también, señor Chiba- me respondió alegremente mientras me regalaba una cálida sonrisa y una muy amigable voz. Yo, por mi parte, lo único que hacía, era luchar para evitar cualquier tipo de contacto visual.

-Da... Da... Darien- tartamudeé un sin fin de veces antes de darle mi nombre. Era una señal de que algo no andaba bien, siempre que estaba por sufrir un ataque de pánico comenzaba con el odioso el incómodo tartamudeo.

-Bien Darien, entonces llámame simplemente Serena- nuestras manos todavía estaban unidas mientras nos saludábamos, informalmente.

-Bueno, vamos querida, todavía hay algunas personas más que deseo presentarte- habló la señora Galaxia mientras atraía la atención de Serena hacia ella.

-Nos vemos- dijo mientras salía y cerraba la puerta de mi oficina detrás de ella.

Era más que seguro que nos veríamos pronto, después de todo trabajaríamos en el mismo sitio, pero ese solo pensamiento me hizo estremecer. En cuanto Rei se enterara de que una chica así de impresionante estaba cerca de mí, seguro que nuevamente sería blanco de su furia.

Francamente ya no quería ser lastimado, pero era demasiado débil para revelarme a sus torturas.

No me cansaba de dirigir mi vista al cielo y pedirle con todas mis fuerzas "necesito un ángel"

Necesito un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora