Capítulo 13

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Tan pronto como subí a mi auto me
dispuse a revisar mi teléfono, tenía algunos mensajes de texto y tres llamadas perdidas de Rei.

—Rayos. Ella seguramente me hará pagar por esto— pensé mientras comenzaba a desplazarme por las diversas notas que inundaban mi bandeja receptora de mensajes de texto.

—Quiero cenar temprano esta noche, te dije que a las seis en punto. Prepara pasta y ensalada, y compra vino tinto para acompañar— fueron sus primeras exigencias. —¿Puedo saber por qué no has confirmado lo que acabo de decirte?— fue la siguiente lectura que realicé. —¿En dónde diablos te has metido Darien? Acabo de llamar a la oficina y me han dicho que no estás— los mensajes comenzaban a aumentar más en agresividad. —¿En dónde demonios te has metido desgraciado? ¡Si te has escondido en algún lugar con esa mujerzuela, yo lo sabré! ¡Te haré pagar por todo maldito! Me las pagarás, y cuando acabe contigo iré tras esa tipeja para demostrarle lo mala que puedo ser cuando alguien se mete con lo que es mío ¡Te lo advierto!

No tenía ánimos de seguir leyendo las múltiples notas de Rei, así que decidí que por el momento lo mejor sería dejar el móvil sobre el asiento del copiloto, pero justo cuando estaba por hacerlo, el teléfono vibró aún en mi mano. Con solo ver aparecer su nombre en la pantalla del teléfono supe que otra guerra campal me esperaba tan pronto como atravesara la puerta de la casa. Hice todo lo posible por tranquilizarme, así que suspiré profundamente y me animé a responder.

—¿Sí?— pregunté con una voz que sonaba bastante temblorosa y débil.

—¿En donde has estado, pedazo de animal? ¡Cómo te atreves a pensar siquiera que puedes ignorarme de esa forma! ¡Será mejor que lleves tu horrible humanidad a casa! ¡Ahora!— Rei hizo gran énfasis en su última palabra y luego la línea se cortó. Me quedé sentado allí durante unos minutos mientras trataba de contemplar mis opciones, aunque verdaderamente no las había. Lo único que podía hacer era contarle una historia tal y como se me fuera ocurriendo para justificar mi ausencia durante todo el día.

No había nada más en mi mente que la suave voz de Serena repitiendo sus palabras una y otra vez "Tengo entrenamiento, puedo ayudarte".

No pude evitar pensar en la calidez con la que su mano había acariciado mi mejilla y nuevamente me dieron ganas de llorar. Era una mujer que recién había conocido y me tocaba con tanta ternura, era como si en realidad le importa lo que pudiera sucederme. Así es como se supone que se debe sentir el amor ¿no?

No pude contenerme más y finalmente sentí las lágrimas fluir por mis mejillas. En ese momento supe que tenía que hacer algo, que tenía que encontrar una manera de alejarme de Rei, pero ¿podía realmente confiar en Serena?

Estaba a punto de tocar fondo, como dicen cuando llegas al límite de tu resistencia, pero ¿Podría ser ella realmente mi angel salvador?

No sabía cuánto tiempo más podría soportar esta vida tan miserable que llevaba, pero si estaba seguro de que no sería por mucho. Era la primera vez que tenía ese tipo de pensamientos, era la primera vez que estaba pensando seriamente en abandonar a Rei, y eso era gracias a Serena, que había aparecido en mi vida para darme un rayo de luz en medio de todas las penumbras que me rodeaban.

Dejé que mi mente creara ideas y pensamientos de un posible escape mientras conducía de forma lenta la corta distancia que me faltaba para llegar a casa pero nada era coherente.

Independientemente de mis ganas de salir de las garras de Rei, aparecían en medio de mi cabeza las múltiples cosas que debía hacer para que la cena estuviera lista a la hora indicada. Luego, mi mente se distraía nuevamente con el recuerdo de Serena y los ojos melancólicos con los que me miraba, aunque al volver a mi realidad, su agradable imagen desaparecía casi en picada mientras recordaba que debía prepararme para la zona de batalla en la que sabía que estaba a punto de entrar.

Finalmente llegué, detuve mi auto en el camino de la entrada, lo apagué y me quedé dentro de él por unos minutos. Realmente estaba dudando en dejar los confines y la seguridad que mi vehículo me ofrecía.

Mi instinto me decía a gritos que me alejara, que saliera huyendo ahora para nunca más volver y que nunca mirara atrás, pero simultáneamente, mi corazón se partía en mil pedazos tan solo de imaginar todo el sufrimiento que le causaría a mis seres amados cuando Rei decidiera sacar a la luz todas esas pruebas que guardaba en mi contra. Sin duda, el escándalo sería fatal para todos los Chiba cuando lo que hice fuera contado en todos los noticieros, sobre todo porque mi familia tenía un cierto prestigio a nivel social.

¿Cómo podría dejar que ella los destruyera de esa forma? No era justo, era una completa tontería que mi padre, mi madre y mi hermana pagaran las consecuencias de mis actos y de mis desatinadas elecciones.

Con una abrumadora sensación de pesadez, abrí la puerta del auto y salí. Con el poco coraje y valor que me quedaban caminé penosamente hacia la puerta en la que ya me estaban esperando, pues sin siquiera sacar las llaves de mi bolsillo, esta se abrió como por arte de magia.

Con todo el miedo del mundo me acerqué y me quedé en el filo de la puerta esperando que estuviera frente a mi dispuesta a atacar, pero mi sorpresa fue grande cuando simplemente escuché su furiosa voz dirigirse a mí sin poder distinguir por lo menos su silueta.

—¡Hazme el favor de poner tu asquerosa existencia dentro de esta casa!— el miedo estaba consumiéndome.

Aunque no lo dejara ver, todo dentro de mi estaba en estado de alerta solo de imaginar la cantidad de cosas que podía hacerme para desquitar su fuiria por todo lo ocurrido durante el día. Me haría pagar por el hecho de haber conocido a Serena esta mañana y por salir de su control durante todo el dia. No quería ni siquiera pensar en cómo se agravarían las cosas cuando tuviera que decirle sobre mi desmayo y la forma en la que terminé en el hospital, pero no tenía otra opción. Este era mi destino y como tal debía enfrentarlo.

—¡He dicho que entres! ¿Acaso no me escuchas animal? Entra de una buena vez a casa ¡AHORA!

Lo único que ella quería era hacerme entrar para poder atacarme a su antojo fuera del alcance de la vista de todos los vecinos. Tan pronto como coloqué mi cuerpo en el interior y cerré la puerta detrás de mi comenzó el verdadero infierno. Todo lo que había padecido en manos de Rei no se comparaba en lo más mínimo a aquello que estaba por venir.

El último recuerdo que tengo fue que tan pronto como ingresé a la casa, un dolor bastante agudo se apoderó de mi justo cuando algún objeto bastante duro impactaba directo contra mi cabeza.

Inmediatamente, todo se volvió oscuro y ya no supe más de mí.

Tal vez ese ángel con el que tanto soñaba había estado frente a mi durante los últimos días y no quise verlo. Pero eso ya no importaba, por ahora solo deseaba una cosa. Si en verdad existían los ángeles, deseaba volar al mundo en el que se encontraban ellos si con eso terminara mi calvario.

Necesito un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora