Capítulo 14

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Mi cabeza palpitaba fuertemente y mi cuerpo ardía como si estuviera en llamas cuando sentí que la conciencia finalmente regresaba a mi.

No podía mover mis manos, estaban atadas a algo, al igual que mis piernas.

Intenté gritar pero mi boca estaba cerrada con cinta adhesiva.

Hubo un pequeño destello de luz proveniente de la puerta del baño que se abrió parcialmente mientras contemplaba el paisaje; me encontraba en mi habitación.

Afortunadamente, Rei no se veía por ningún lado, pero escuché el ruido apenas perceptible de su voz en la otra habitación.

Intenté liberarme pero todos mis intentos fueron en vano, estaba bien atado con pequeñas cadenas y esposas de acero.

El pánico se instaló en mi cuando tratando de enderezarme un poco vi las nuevas marcas que habían aparecido en todo mi torso y piernas. Debo admitir que algunas en realidad sangraban mientras que otras por fortuna eran solo líneas en mi piel ya magullada.

Las heridas que sangraron ardían demasiado, tanto que hasta podría asegurar que habían vertido alcohol directamente sobre ellas.

Nuevamente traté de levantar la cabeza para inspeccionar más de mi cuerpo, pero mi cráneo palpitaba, el dolor era tan fuerte, hasta el punto en que sentía que mis ojos iban a explotar. Lloriqueé y sentí las lágrimas caer justo antes de que la puerta se abriera y allí estaba ella, vestida con un corsé de cuero negro y medias hasta los muslos.

—Ya era hora de que tu deprimente humanidad se despertara— no pasó mucho para que casi de inmediato notara mis lágrimas y comenzará a burlarse de mí —¿Qué? ¿No puedes soportar un poco de dolor? No eres más que un maldito cobarde— su voz era como brasas bajo mi piel mientras sus amenazantes ojos se posaban fijamente en los míos.

—Llamé a tu oficina y me dijeron que estabas en el hospital ¿Puedo saber por qué estabas ahi hoy?— preguntó mientras caminaba alrededor de la cama y revisaba las ataduras de mi brazo izquierdo.

No podía hablar porque tenía la boca vendada, pero sabía que mis ojos eran tan grandes como platos pues con cada paso que Rei daba para acercarse a mí yo intentaba abrirlos más y más como una señal del gran miedo que estaba sintiendo en mi interior.

Ella no se quedaría con la duda, necesitaba una respuesta y haría lo que fuera por obternerla, así que se inclinó sobre la cama, puso su rodilla en mis costillas y me quitó la cinta adhesiva de la boca.

No quería gritar, pero la sensación de dolor era tan fuerte que al final fue inevitable hacerlo.

Mientras gritaba me dio una fuerte bofetada en la mejilla y me exigió guardar silencio —¡Cállate mariquita!— ella gritó en mi cara. Nuestras narices casi se tocaron por la cercanía con la que me hablaba.

En ese momento cerré los ojos para contener las lágrimas. Era tan deprimente que ella se aprovechara de mí por ser débil, pero por más que quisiera encontrar una forma de ser fuerte nunca lo lograba.

Mi mente buscó el camino más fácil; la muerte. Podría dejar que me matara en este momento y nada de esto importaría más, pero me boloqueé al pensar en mi familia, mis compañeros de trabajo y sobre todo en Serena. Todos sabrían lo que sucedía en esta casa día con día y eso sería más doloroso para ellos, de ninguna manera merecían que les causara un sufrimiento de esta magnitud. Además, Rei ganaría si la dejaba matarme y no estaba dispuesto a dejarla ganar.

—¡Maldita sea! abre los ojos ¡Me mirarás cuando te esté hablando! ¡Harás exactamente todo lo que yo te diga o me aseguraré de que tu familia pague el precio máximo! ¿me entiendes?— los ojos de Rei habían pasado de un color violaceo a uno negro debido a la furia que tenía contra mi en ese momento.

Necesito un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora