Capítulo 12

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Pude percibir unas luces brillantes antes de abrir los ojos. El verdadero pánico comenzó en el momento en que los abrí mientras estaba en una habitación de hospital, con una bata de hospital, acostado en una cama de hospital.

-¿Darien?- la voz de Serena me llamó desde un lado de la cama y lentamente cerré los ojos mientras giraba mi rostro hacia ella.

Luché con todas mis fuerzas por contener las lágrimas. Era más que obvio que ella lo sabía todo, en algún momento tuvo que haber visto los moretones y las cicatrices repartidas por todo mi cuerpo.

-Darien, tienes que dejarme ayudarte. Dame una oportunidad, confía en mi- su voz estaba tan cerca de mi cara que pude sentir su aliento en mi piel mientras me hablaba.

No pude evitar que un sollozo escapara de mi boca mientras me acurrucaba tomando posición fetal sobre la cama.

-Por favor Darien, te lo suplico, déjame ayudarte. Tengo experiencia con este tipo de situaciones. Puedo darte todo el apoyo necesario para que te alejes de Rei- Serena me suplicó con una voz llena de nada más que preocupación.

-No puedo dejarla- me las arreglé para hablar firme y terminar con los sollozos hasta que repentinamente me alejé de ella.

Serena suspiró y tocó mi hombro. Con eso pude confirmar el hecho de que ella sabía sobre mis heridas y cicatrices pues se había cerciorado de colocar su mano en un lugar libre de dolor. Me sentí como un fracasado nauseabundo. Estaba tan humillado que la dulce Serena sabía qué tipo de vida llevaba, cómo Rei me usaba y abusaba de mí. Lo único que deseaba y quería era estar solo; solo con mis emociones, mis problemas y mi sufrimiento.

-Por favor, déjame en paz- le dije mientras hacia un esfuerzo sobrehumano por contener las lágrimas. Ahí estaba yo, frente a ella, convertido en un pequeño bebé lloroso, lo único que podía generar en ella era lástima. Mi mente no paraba de imaginar la clase de hombre débil que Serena veía en mi.

Escuché la puerta abrirse y una voz que no había escuchado en más de dos años habló -¿Está despierto?- fue lo que dijo.

Definitivamente necesitaba salir de aquí ahora mismo, no podría estar con todas estas personas.

Rei se enojaría por que acudí al hospital, y las cosas empeorarían aún más cuando se enterara de que tanto Serena como mis padres estaban aquí. Se que me haría pagar por este error durante meses.

-Sí papá, estoy despierto. Ahora, ¿tendrían la amabilidad de traerme mi ropa y dejarme en paz?- dije por encima de mi hombro, pues lo que menos quería era voltear completamente y verlo. No podía, sabía que si lo hacía cedería, que bajaría la guardia qué había mantenido durante todo este tiempo, y francamente todavía no estaba preparado para eso.

Mi cerebro me decía que terminara ahora mismo con mi infierno, pero el resto de mí ser discutía sobre el hecho de que Rei cumpliría todas sus amenazas si me alejaba de ella, y definitivamente no podía permitir que eso sucediera. Así que agarré la ropa y traté de vestirme con toda la dignidad que pude.

Mi papá suspiró antes de que escuchara sus zapatos en el piso mientras caminaba alrededor de mi cama.

-Hijo, por favor- su voz estaba llena de dolor y tristeza.

Mantuve los ojos cerrados porque sabía que si lo veía me derrumbaría por completo. No podía dejar que eso sucediera. Había mucho en juego, mucho que perder, Rei tenía todas las cartas y yo no podía escapar sin causar un montón de problemas a todos los que amaba.

-Papá, no lo hagas- dije con fuerza, todavía sin mirarlo.

Sentí su mano en mi mejilla -¿Qué le ha hecho a mi hermoso niño?- me cuestionó con el corazón hecho pedazos.

-¡Basta! ¡Déjame en paz, por favor!- le hablé mientras daba un brusco manotazo alejándolo de mi.

Abrí los ojos el tiempo suficiente para verlo negar con la cabeza y salir de la habitación.

-Rayos, Rei me va a matar cuando se entere de esto- ese solo pensamiento me obligó a ponerme de pie y seguir vistiéndome. Necesitaba salir de aquí ahora, así que apreté el timbre que llamaba a la enfermera.

Todo este tiempo Serena había permanecido sentada en una silla a unos metros de distancia observando lo que sucedía.

-Tengo el resto de tu ropa, Darien- me dijo, sin nada más que tristeza en su voz mientras se levantaba y caminaba hacia un pequeño armario junto a la puerta del baño, tomaba mis pertenencias y las llevaba a la cama. -Por favor, no olvides que estoy disponible para ayudarte, en caso de que cambies de opinión- Serena se acercó a mí y puso su mano en mi mejilla con gran ternura -Eres alguien muy especial Darien, tu familia está preocupada por ti y ahora yo también lo estoy. Te ruego que no me dejes fuera, déjame ayudarte- dejó caer su mano y salió de la habitación.

Mi corazón se aceleró solo por su toque. Quería gritarle a Serena que me ayudara, que alguien me ayudara. Por favor, querido Dios, ayúdame ¿Que debia hacer? Necesito una señal. Necesitaba pedir ayuda, necesitaba gritar por alguna esperanza... pero no pude. Simplemente no pude...

Nadie podia salvarme.

Rei iba a volverse loca cuando se enterara de esto, y especialmente de que había visto a mi padre.

Podría intentar mentirle y actuar como si nada, pero en algún momento ella se enteraría, siempre averiguaba todo. Era como si me vigilara con un microchip o algo por el estilo.

Acababa de ponerme los zapatos cuando la enfermera entró en la habitación -Sí, señor Chiba, ¿qué puedo hacer por usted?- sus ojos vagaron por mi cuerpo ahora vestido.

-Me voy, no hay nada que puedas hacer por mí. Necesitaba mi ropa pero ya la tengo, muchas gracias- le dije y me levanté para irme, pero inmediatamente me sentí mareado y caí nuevamente sobre la cama.

-Señor Chiba, permítame llamar al médico para que pueda hablar con usted antes de que se vaya- habló en voz baja y perfectamente tranquila.

Miré el reloj, eran las cuatro y media. No tenía tiempo para esto -No, lo siento, no importa y no tengo tiempo para esperar- caminé hacia la puerta y la abrí, solo para ver a mi mamá y a Amy de pie en el pasillo.

Ambas se volvieron y jadearon al verme parado allí.

Apreté los puños y me alejé lo más rápido que pude.

Ambas comenzaron a sollozar y me armé de toda la fuerza de voluntad que tenía para seguir alejándome en lugar de correr hacia la seguridad de sus brazos.

Cogí un taxi fuera del hospital y lloré todo el camino de regreso al trabajo.

El taxista seguía mirándome por el espejo retrovisor desconcertado por mi actitud.

Le pagué y entré al estacionamiento cuando me di cuenta de que no tenía mi teléfono celular conmigo. Iba a tener que subir a la oficina.

Justo cuando llegué al ascensor, este sonó y Serena salió de él para observarme fijamente durante algunos segundos.

-Aquí están tu teléfono y tus llaves, no estaba segura de si necesitabas algo más de tu oficina, así que me tomé la libertad de apagar todo y cerrar con llave- me entregó mis cosas y suspiró.

-Me gustaría aconsejarte que no te vayas a casa, pero no creo que me escuches. Darien, debes saber que he pasado los últimos cinco años trabajando y haciendo prácticas en un Refugio de Protección para Mujeres, así que realmente PUEDO ayudarte, si me dejas.

-Serena, no sé lo que piensas...- ella silenció mi boca con su dedo índice.

-Ya no digas nada, cualquier cosa que puedas inventar la he escuchado antes. No sé si hice bien, pero programé mi número en tu teléfono con el número de marcado rápido dos. Si lo necesitas, no dudes en llamarme de día o de noche- suspiró y me miró fijamente por un segundo antes de darse la vuelta y alejarse.

Subí a mi coche y apoyé la cabeza contra el volante.

En mi cabeza, le grité que se detuviera, que se diera la vuelta y regresara, que por favor me rescatara, que se convirtiera en el ángel guardián que tanto necesitaba, pero la maldita cobardía y el miedo me invadían por completo.

Necesito un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora