Capitulo 3

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Me perdí en mi trabajo, nada me distraía de él a excepción de los quince mensajes de texto que recibí a lo largo del día en los que Rei siempre me preguntaba sobre cosas mundanas, como con quién hablaba durante mi jornada laboral, qué había comido en el almuerzo, así como recordatorios de artículos que ella había comprado y yo debía recoger en la tienda, o los múltiples caprichos y planes que ella había ideado a su completo gusto y exigencia para la cena, entre otras cosas. Las listas de deseos nunca terminaban y simplemente me abrumaban, estaba harto de escuchar una notificación tras otra, pero deshacerme de mi equipo móvil no era una buena opción.

La bandeja de entrada de mi mensajería instantánea estaba repleta debido a que Rei me consideraba una persona olvidadiza, cuando de hecho las únicas veces que realmente olvidé algo fue cuando ella cambió de opinión y se olvidó de compartirme sus nuevas desiciones. Yo no era un lector de mentes, pero supongo que ella esperaba que también hiciera eso.

A las cinco en punto apagué mi computadora, cerré mi oficina y caminé hacia el ascensor dispuesto a ir a casa. Fue tan gratificante encontrar a la señorita Serena, allí sola, esperando el mismo transporte que yo.

En cuánto me vio llegar, ella me sonrió y luego un ceño fruncido apareció en su rostro suave y preocupado cuando descubrió la señal de un golpe —Darien ¿qué le pasó a tu mejilla?— cuestionó curiosa y sorprendida al mismo tiempo.

—¡Rayos!...— exclamé sin pensar.

Mi mente se encontraba tan concentrada en la innumerable lista de deseos de Rei que debía cumplir con exactitud que me olvidé por completo de asegurarme de estar al lado derecho de Serena para ocultarle el moretón en mi rostro en el lado opuesto.

Rápidamente, creé en mi mente una historia, muy tonta por cierto, y la expresé intentando convencerla sobre el origen de esta marca —Me temo que hice una broma que salió muy mal— mentí y traté de que no pareciera gran cosa.

—Hmmmm...— tarareó un poco y lanzó una frase fulminante —supongo  que a ella no le debió haber gustado tu acción como para dejar ese tipo de huella en tu mejilla.

Hice una mueca de desagrado al pensar que ahora Serena pensaría que yo era un idiota, un completo irrespetuoso que gastaba bromas inapropiadas a las mujeres, cuando la realidad era otra totalmente distinta.

—En realidad fue algo así— respondí en voz baja y bastante avergonzado.

Las puertas del ascensor se abrieron y entramos para unirnos al puñado de personas que ya ocupaban la cabina. En ese momento, toda conversación entre Serena y yo cesó momentáneamente frente a los extraños que nos rodeaban.

Una vez que llegamos a nuestro destino, la planta baja, todos salimos del ascensor de manera uniforme, pero realmente me sorprendió descubrir que Serena seguía caminando a mi lado. La verdad es que esperaba que ya no me hiciera más preguntas que me obligaran a decirle más mentiras. No me gustaba mentir y despreciaba las historias que tenía que inventar sobre las distintas marcas ubicadas en mi cuerpo una vez alguien las descubría.

—Fue un placer conocerte de nuevo Darien— Serena dijo extendiendo su mano con un pequeño saludo y una sonrisa mientras hacía clic en el botón de bloqueo automático de su coche.

—El gusto también fue mío — correspondí a su gesto y continué mi caminata hacia mi propio vehículo.

Abrí la puerta del conductor, entré y deseé que las lágrimas se quedaran en mis ojos. Si Rei viera que me derrumbé y lloré, nunca escucharía el final.

—El bebé lloriqueo de nueva cuenta— ella se burlaba de mi debilidad muy a menudo. —Pequeño bebé llorón ¿Acaso quieres tu biberón y tú pañal? No eres más que un inutil, un cobarde, tonto, torpe y debilucho— eran algunas de las frases que ella dirigía hacia mi para ejercer violencia psicológica en mi contra. —¡Vamos Darien, levántate, ármate de coraje y sé hombre— ella me gritaba en la cara mientras sujetaba mi cabello y tiraba con gran fuerza de él llevando mi cabeza hacia atrás una y otra vez.

Dejé que una lágrima cayera por mi mejilla antes de limpiarla y usar un poco de crema para borrar su rostro y hacerla pasar desapercibida. Estaba por terminar mi acción cuando mi teléfono emitió el sonido de una nueva notificación anunciado un nuevo mensaje de texto.

—Cambio de planes. Voy a salir esta noche. Necesito que limpies la cocina ya que está hecha un asco, ah y también saca la basura, el cesto está lleno. Espero encontrar todo reluciente a mi regreso. Llegaré tarde a casa. No me esperes despierto.

Al leer eso, di un profundo suspiro de alivio. Era una verdadera lástima que unos cuantos minutos en la completa paz y tranquilidad de mi hogar me dieran la felicidad que todo lo que me rodeaba no podía ofrecerme.

Pero pronto toda esa calma, cayó en el camino cuando me sacaron de mi sueño con una patada en el estómago a las tres de la madrugada. Rei había aparecido totalmente borracha y con grandes deseos de intimar.

Estaba tan cansado que ni siquiera me di cuenta cuando me quedé dormido en medio de la cama, por lo que para ella fue muy fácil esposarme a la cabecera, luego procedió a estimularme con sus manos y abusó de mí.

"Abuso", esa era la palabra correcta para todo lo que ella hacía conmigo sin mi consentimiento, solo pensando en sus propios deseos y en su bienestar y satisfacción.

No es la primera vez que me hace algo así, pero cuando esto pasa, dejo que mi mente divague para no tener que soportar el dolor que siento en mi pecho cuando ella me quita otra parte de mi dignidad. Inundo mi mente con visiones de un prado verde, suaves sonidos de la naturaleza a mi alrededor, la luz del sol en mi cara mientras calienta mi piel y solo así la tranquilidad fluye a través de mí mientras calma mi alma.

Me quedé completamente quieto y dejé que tomara lo que quería de mí mientras oraba en silencio para que alguien me rescatara.

Mientras una vez más repetía en mi mente eso que estos últimos días tanto había deseado.

Si hay un ángel en este mundo que pueda ayudarme que venga pronto, no se cuánto tiempo más pueda soportar este infierno.

Alguien ayúdeme, necesito un ángel.

 

Necesito un ángelDonde viven las historias. Descúbrelo ahora