El rubio llevaba horas maltratando el cuerpo de la menor a su gusto. La vista que el contemplaba, según él, era lo más hermoso que había visto. Pero el mayordomo que estaba a su lado, aunque no lo mostrara, sentía un poco de repulsión por lo que estaba haciendo su amo. Ósea... ¿Quién en su sano juicio pude tolerar ser testigo de tal acto? Antes había estado presente en algunos de los castigos que impartía el Clan Gushiken, incluso en algunos contra Haruka. Pero esta vez, lo que estaba observando, le estaba dando ganas de vomitar.
- Señor. ¿No cree que es suficiente? Lleva como sus ocho horas maltratando el cuerpo de su hermana. Ni siquiera emite un sonido. – comentó apenado el mayordomo, esperando cualquier reacción negativa hacía su persona.
- Ryu. ¿Acaso sientes empatía por ella? ¿No recuerdas que ella asesino a mi padre? ¡¿Eres un idiota o qué?! – le apuntó la katana justo en su cuello. – Lo que le estoy haciendo no es nada en comparación al sufrimiento que he soportado todos estos años. Me quitó todo lo que tenía. ¡TODO! ¿Y tú vienes ahora a sentir tristeza por ella? No me hagas reír.
- N-no es eso señor. – dijo tragando en seco. – Es solo que el estado actual de su hermana, no le dará satisfacción que usted está buscando. – el de cabellos dorado lo observó con determinación hasta que finalmente le quitó la katana del cuello.
- Es verdad. Ahora que la miro, no ha regenerado sus extremidades. ¿Por qué será?
Si uno estuviera presente en ese lugar de esa fabrica abandonada, se encontraría en la sala principal a una mujer de cabellos castaños, ensangrentada, moreteada, rasguñada, mutilada sin un brazo y una pierna, y con suciedad de proveniencia desconocida. Atada de brazos y piernas, suspendida en el aire haciendo que fuera lo primero que vieras al entrar a ese sitio frío y solitario.
El de ojos verdes estaba preocupado o, mejor dicho, intrigado por el motivo del por qué no se regeneraban las heridas o mutilaciones del cuerpo de su "hermana". En sus antiguas torturas junto a su padre, siempre las heridas que contemplaban mutilación de algún dedo, brazo, oreja, pierna, etc, siempre volvían a regenerarse a las pocas horas. Pero ahora, eso no sucedía y eso le estaba molestando al heredero del Clan Gushiken.
- Acaso... no, no creo que haya matado a la maldición que lleva adentro. A Taiyo to Tsuki. – pensó en voz alta Natsu.
- ¿Alguna vez esa maldición ha muerto señor? – preguntó curioso el mayordomo.
- Según mis conocimientos, no. Si no, nunca hubiéramos heredado su poder. Además de que no he dañado ningún órgano vital para que la maldición haya muerto.
- Entonces... ¿Ella es la que está muerta?
Esa pregunta lo descoloco un poco, ya que, si en verdad su hermana estaba muerta por todas las heridas y la sangre perdida, se habrá sentenciado a si mismo contra un enemigo terrible. Suguru Geto.
Tragó disimuladamente para que su acompañante no viera el nerviosismo que lo estaba atacando en ese instante. Se acercó lentamente donde el cuerpo de su familiar y acercó sus dedos a la arteria que recorría el cuello de la menor. Uno, dos, tres, y los segundos pasaban y el rubio seguía con sus dedos en aquella zona, haciendo que Ryu se desesperara un poco.
- ¿Y bien? – preguntó finalmente el mayordomo.
- Nada.
- ¿Cómo?
- No siento nada. – dijo en un pequeño temblor en su voz. – C-creo que la maté. Y si es así... No quiero que Suguru se entere de esto. Me matará si sabe de qué no pude cumplir con la promesa.
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Jujutsu Kaisen - Taiyo to Tsuki
Fiksi PenggemarGushiken Haruka, heredera de la maldición Taiyo to Tsuki 太陽と月 (Sol y Luna). Encerrada en su hogar por desobedecer a su padre, esta es castigada y torturada por no haber quedado bien ante la Academia Jujutsu de Tokio. Ante un acto de rebeldía ella no...