Capítulo 44

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Harry se sintió como si cayera en el vacío; no había ocurrido... No podía haber ocurrido...

—¡Fuera de aquí, rápido! —dijo Snape.

Agarró a Malfoy por el pescuezo y lo empujó a través de la puerta, Greyback y los hermanos que jadeaban excitados fueron tras ellos. Cuando se desvanecieron atravesando la puerta, Harry notó que podía moverse de nuevo. En ese momento, lo que le mantenía paralizado contra la pared no era magia, sino horror y conmoción. Echó a un lado la Capa de Invisibilidad mientras el mortífago de rostro brutal, el último en abandonar la cima de la torre, desaparecía a través de la puerta.

—¡Petrificus Totalus!

El mortífago se dobló cuando le alcanzó la espalda y cayó al suelo, rígido como una figura de cera. Apenas había tocado el suelo cuando Harry gateó sobre él para bajar corriendo las oscuras escaleras.

El corazón de Harry se desgarraba de terror. Debía llegar hasta Dumbledore y atrapar a Snape. De alguna forma, las dos cosas estaban relacionadas. Podía deshacer lo ocurrido si conseguía tenerlos juntos... Dumbledore no podía estar muerto.

Saltó los últimos diez escalones de la escalera de caracol, deteniéndose con la varita alzada. El pasillo, débilmente iluminado, estaba lleno de polvo; la mitad del techo parecía haberse derrumbado y el fragor de una batalla se oía delante de él, cada vez más cerca, pero incluso mientras intentaba descubrir quién luchaba con quién, podía oír la odiosa voz, que en ese momento gritaba.

–¡Se acabó, hora de largarse!

Vio a Snape desaparecer tras la esquina del extremo más alejado del pasillo, parecía que Malfoy y él se habían abierto paso a través de la lucha, ilesos. Cuando Harry se abalanzaba sobre ellos, uno de los luchadores se separó de la pelea y se arrojó sobre él: era el hombre lobo, Fenrir. Harry lo tuvo encima antes de poder levantar la varita y cayó hacia atrás, su cara llena de pelo enmarañado y sucio, con el hedor de sudor y sangre impregnando en nariz y boca, sintiendo en su garganta un aliento cálido y anhelante.

—¡Petrificus Totalus!

Harry sintió a Fenrir desmayarse contra él, con gran esfuerzo empujó al hombre lobo a un lado mientras un chorro de luz verde se le acercaba volando. Se agachó y corrió de cabeza hacia la lucha. Su pie se topó con algo aplastado y resbaladizo que había en el suelo y trastabilló. Había dos cuerpos allí tirados, tumbados boca abajo en un charco de sangre, pero no tenía tiempo para investigar. Harry vio justo ante él una cabellera castaña que combatía con el mortífago, Amycus le arrojaba un maleficio tras otro mientras ella los esquivaba. Amycus soltaba risitas tontas disfrutando de la diversión.

—¡Crucio! ¡Crucio! No podrás bailar eternamente, bonita.

—¡Impedimenta! —vociferó Hermione.

Su maldición alcanzó a Amycus en el pecho que soltó un chillido porcino de dolor. Sus pies se separaron del suelo, se estampó contra la pared opuesta y cayó deslizándose tras Ron, la Profesora McGonagall y Lupin, cada uno de ellos luchando con un mortífago.

—Por supuesto que no —Hermione ladeó la comisura de sus labios.

Tras ellos, Harry vio a Tonks luchando con un enorme mago rubio que lanzaba maleficios en todas direcciones. Rebotaron en las paredes que los rodeaban, rompiendo piedra y haciendo añicos la ventana más cercana.

–¿De dónde has venido Harry? —gimió Hermione.

La perspectiva de verla a salvo, le dio el coraje para continuar. No tenía tiempo para contestar, le dio una mirada significativa que Hermione comprendió de inmediato. Agachó la cabeza y echó a correr hacia delante esquivando por poco una explosión que estalló encima y cubrió a todos con trocitos de pared. Snape no puede escapar, debo ajustar cuentas con él...

Elegido con el corazón.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora