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NO ME DIO TIEMPO A HABLAR CON ISAAC, ni si quiera pude verlo antes de retomar las clases, pues había desaparecido por todos lados. Ni en el vestuario, ni en las aulas, ni en el patio, y no tenía ni más remota idea de donde se podía haber metido.
Después de intentar buscarlo por segunda vez comencé a exasperarme, le pregunté a Scott, a Stiles, a Lydia incluso a mi hermana, para que la respuesta siempre fuera la misma. No. No perdí más el tiempo y me metí en la clase que me tocaba, mi día debía de continuar.
Antes de la presencia del profesor le mandé un par de mensajes a los mejores amigos informando de la realidad. La realidad era que estaba en paralelo desconocido, con una ganas tremendas de matar, matar a dos alfas.
La campana sonó, indicando el comienzo de clases. Pasaba demasiado aburrida, sin ninguna novedad, o tal vez era que no prestaba atención a la física cuántica. Trataba de agudizar mi oído para poder escuchar lo que pasaba a mi alrededor. Obviamente, fue un enorme fracaso, ya que seguía escuchando el fuerte tono de voz del profesor. Últimamente mis habilidades habían decaído.
Cuando pasaron pocos minutos, me di cuenta de que no tenía que poseer un gran oído para escuchar lo que sucedía a mi alrededor. Por el gran ventanal que daba a los pasillos se reflejó la imagen de los gemelos malvados. Iban caminando con decisión, y dio la casualidad de que ambos me miraron con sorna.
Lo entendí al instante. Isaac desaparecido todo este tiempo. Ellos burlándose de la situación. Caminando decididos cuando todos estaban en clase. Isaac, literalmente, iba a meterse en la boca del lobo.
—Profesor, ¿podría ir al baño?—Levanté mi mano educadamente, tal y como enseñaron los primeros días del curso.
Después del asentimiento y de que la clase retomara su curso, salí del aula rápidamente en silencio. Pensé en rastrear su olor, pero no me sirvió de mucho ya que los veía desde la distancia. Parados, admirando con diversión a una silueta borrosa.
Conocía a la misteriosa silueta, podía reconocer su olor a kilómetros, y escuchaba sus gruñidos tan cerca que pude afirmar de que Isaac se metería en terribles problemas.
Avancé hacia el otro extremo del pasillo, quedando a la espalda de los gemelos. Los alfas pudieron reconocerme rápidamente, ya que olfatearon un poco y Aiden se giró con una sonrisa malévola en su despreciable cara.
Cuando Isaac y yo íbamos a avanzar, Aiden le propinó un terrible golpe en la cara de su gemelo. Ethan comenzó a esculpir sangre mientras se tocaba dolorido la mandíbula repetidas veces.
