9. 𝙻𝙰 𝙼𝚄𝙲𝙷𝙰𝙲𝙷𝙰 𝚀𝚄𝙴 𝚂𝙰𝙱𝙸́𝙰 𝙳𝙴𝙼𝙰𝚂𝙸𝙰𝙳𝙾 (2)

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❝  xviii. the disastrous recital  ❞

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      ISAAC Y YO APARCAMOS FRENTE AL ENORME almacén de las corrientes telúricas a las afueras de Beacon Hills. No sabía que demonios hacía en este sitio, solo me dejaba llevar por mi conciencia y mis suposiciones. El hombre lobo cuando detuvo el coche me miró algo preocupado.

—¿Estás bien?—fue lo que preguntó mientras intentaba tranquilizarme a la misma vez que apoyaba su mano sobre mi pierna al descubierto dejando leves caricias. 

—Lydia ha averiguado que el siguiente sacrificio era el señor Westover. Ahora es mi turno—empleé una mueca al razonar que a lo mejor estaba equivocada y el peso de una muerte podría cargar en mis espaldas—, ¿y si no está aquí y el Darach lo mata ya que no hemos aparecido en el lugar exacto?

—Eres la que ve cosas, ¿no?—destacó con obviedad—. ¿Por qué crees que él está aquí?

Suspiré con aflicción, me costaba decírselo.

—Porqué seguimos las corrientes telúricas. Todo esto—englobé refiriéndome a todo lo que me había pasado desde que descubrí aquel nuevo ser sobrenatural—comenzó con las corrientes. Ya sabes ... Agua, luna llena, corrientes y siluetas.

—La noche en la murió Boyd—razonó el adolescente cayendo en cuenta al recordar aquellos macabros dibujos que aún seguían ocultos por el bien de todos.

—Exacto, todo está relacionado con las corrientes. Por lo que debe ser aquí.

Aquel espeluznante lugar que yacía frente a nosotros. Frío, vacío, oscuro, perfecto para ser el lugar del siguiente sacrificio del filósofo. Cuando bajamos del coche estuvimos de acuerdo en que entraríamos los dos solos, no había tiempo para llamar a más personas para que nos echasen una mano. En mitad del recorrido inspeccionando la aparición de aquel ser o aunque sea la silueta del profesor, Isaac me detuvo sosteniéndome de la cintura.

—Huelo sangre.

—¿Dónde? ¿De dónde viene?—le pregunté con la esperanza de poder elegir la dirección en la que probablemente se encontraban ambos. Derecha, izquierda o al frente. El hombro lobo aún no podía distinguirlo.

—No lo sé, no soy tan bueno en esto todavía—sabía lo difícil que podía llegar a ser ya que varias veces estuve en su situación, por lo que le comprendí—. Creo que es...—el hombre lobo se rindió sin poder elegir una dirección. Por alguna extraña sensación de confianza avancé hacia el frente—. Lucie espera.

—Es ahí Isaac—estaba tan segura que no le tomé importancia a los llamados del chico. Sabía perfectamente a donde me dirigía, mis pasos recorrían el lugar con extrema seguridad—, ¡es ahí!

Le grité para que se diera cuenta de la realidad que contemplábamos. El profesor Westover estaba atado a una valla listo para ser el segundo filósofo sacrificado, detrás de él se situaba el Darach listo para emplear su sacrificio.

—¡Al suelo!—el estruendoso grito de mi padre nos llamó la atención a los dos, ambos le hicimos caso observando como el cazador vaciaba en el Darach dos de sus cargadores.

✓ | 𝒂𝒓𝒈𝒆𝒏𝒕, isaac lahey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora