Carla
Era ridículo que Sandra me pidiera recoger mis cosas, no había nada más que un par de tonterías en el casillero; un sudadero, un par de sandalias de peluche que solía utilizar luego de un día de trabajo pues los tacones me mataban, un paquete de chicles de menta y la última factura de alquiler doblada en cuatro, sin embargo, me demoré en hacerlo, no es que fuera mi trabajo de ensueño, pero al fin y al cabo era todo lo que tenía.
"He decidido darte otra oportunidad" dijo a mis espaldas y su voz me sobresaltó, ni siquiera la había escuchado acercarse, "pero esta vez no lo cagues", ni siquiera comprendía lo que me estaba diciendo, al parecer Sandra estaba dándome otra oportunidad, pero, ¿por qué?, además su tono era falsamente magnánimo, como si fuera una diosa apiadándose de su súbdita.
"Es un hombre asquerosamente rico y te ha reservado por dos semanas" dijo, ¿dos semanas?, eso era mucha plata, me importaba una mierda si su actitud misericordiosa era falsa, "gracias Sandra, no lo arruinaré... lo prometo" respondí casi besando su mano, doblé nuevamente la factura y luego cerré mi casillero para después caminar hacia su oficina, me daría instrucciones específicas sobre el misterioso millonario.
"¿Has escuchado hablar de los García Domínguez?" preguntó mientras se servía una copa de vino y se sentaba en su enorme silla de cuero, y después de escuchar esos apellidos, mi respiración pareció detenerse, eran los abogados más influyentes de todo Madrid, más bien de toda España, todos los casos de celebridades y escándalos políticos eran administrados por ese bufete, además, no eran solo abogados, era todo un imperio, eran dueños de medio Madrid.
Pero era muy extraño que uno de sus miembros buscara una dama de compañía, su buen nombre e integridad era algo que también era conocido, no solamente el sin fin de casos que habían ganado, así que un tono de alarma empezó a repicar en mis adentros, "Samuel García... el menor de todos, necesita que lo acompañes a la boda de su hermano"
¿Samuel García?, me pregunté, el heredero de los García era Fernando, nunca había escuchado de Samuel, lo que me faltaba, dije de nuevo para mis adentros, la oveja negra de la familia pedía mis servicios, "¿hay algún problema con él o algo de lo que deba preocuparme?" pregunté, no era normal que un contrato tan importante acabara bajo mi responsabilidad, especialmente luego de la cagada que me había montado con Leopoldo Benavent.
"No... solamente no quiere asistir solo a la boda de su hermano, actualmente no sale con nadie y no está interesado en una relación, además, las cosas con su familia no son fáciles, quiere que esto sea solo una transacción", una transacción, se habían referido a mí de peor forma, así que no le puse sentimiento, si querías sobrevivir aquí, lo menos que tenías que hacer era ponerte sentimental, era la primera regla.
"Recibirás una tercera parte del total... y por si te lo preguntas, sí, es más de lo que has ganado en toda tu estadía aquí" inmediatamente mi boca cayó al suelo, si todo salía bien, pondría al día mi alquiler, pagaría el año completo de Ander y tomaría unas vacaciones, ciertamente no podría dejar mi vida de puta, pero tendría un respiro, "entiendes lo importante que es esto, ¿cierto?... si el señor García nos recomienda, haremos mucho dinero, y serás siempre mi primera opción"
Escuché atentamente los pormenores del trabajo, todo sonaba a paraíso, sin embargo, todo tiene un precio, era la segunda lección, y debías aprenderla bien en este mundo, la tarea era más complicada de lo que Sandra había dicho, no era solo abrirme de piernas o recibir un par de nalgadas, debía interpretar un papel, y no cualquier papel, debía ser una mujer de sociedad, la ironía de mi vida.
Samuel
Las fotos que había recibido de Sandra me tenían complacido, ciertamente era una mujer hermosa, cumplía con todos mis requisitos, al menos los físicos, tenía un porte altivo y un perfecto culo, estaba empezando a considerar el sexo dentro de esta transacción, además estaba pagando una fortuna, así que de alguna forma debía desquitarlo.
Quité de mi mente todos esos pensamientos lascivos, no podía dejar que mis emociones y mi polla arruinaran el plan, mantendría mis deseos dentro de mis pantalones, había mucho en juego, "en verdad es hermosa" dije mientras giraba en la silla de mi escritorio, no había podido desviar mi vista de una de sus fotografías, llevaba no se ni cuánto tiempo embelesado con ellas.
Pero debía ocuparme de otras cosas, ser millonario tenía sus ventajas, una de esas ventajas era tener acceso a lo mejor siempre, llamé a mi asistente y le pedí que reservara un vuelo a Madrid, quería llegar un par de días antes para acomodarme y conocer a Carla, si algo no iba bien, tendría tiempo para escoger a otra que se adecuara a mis necesidades.
Otra de las ventajas era que no debía preocuparme por nada, mi personal en casa había hecho ya mis maletas y un vuelo en primera clase aguardaba por mí, un par de horas y estaría en mi destino, pasaría a recoger a Carla a la agencia, quería que pasara conmigo un par de días antes de los eventos relacionados a la boda y así instruirla en lo que fuera necesario, para ser honestos, ella tampoco la tendría fácil.
Era el único de mi familia que no había estudiado leyes, mi camino y el de mis padres se habían separado hace varios años, me había decidido por arquitectura y había fundado con trabajo y esmero una de las mejores constructoras de Barcelona, en donde vivía desde que me había graduado del colegio.
Después del despegue, pedí a la azafata un bourbon y me recosté en el respaldo del sillón, desvié mi vista hacia la ventana, el cielo era azul y las blancas nubes parecían de algodón, quería aprovechar todo el tiempo de soledad y paz que me quedaba, un fuerte impulso de ver de nuevo esas fotografías me invadió, "¿algo más señor García?" preguntó la azafata interrumpiendo el camino que mis pensamientos llevaban, "no gracias" respondí y después de un rato mis ojos se cerraron.
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Dama de compañía
FanfictionSamuel: Un solitario millonario Carla: Una dama de compañía Una boda y muchos secretos