Capítulo 24

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Carla

Abrió la puerta pero Samuel seguía profundamente dormido, "deberíamos dejarlo un rato más" le dije para que no intentará sacarlo, además arrastrar el peso muerto de Samuel entre los dos no sería cosa fácil, Omar asintió y cerró la puerta de nuevo, dejando a Samuel dentro, dormir le caería bien.

"¿Te molesta si fumo?" preguntó mientras sacaba una cajetilla de cigarros de la bolsa de su camisa, negué con la cabeza y envolví mis brazos a mi alrededor para darme calor, la noche estaba fría, Omar alcanzó el saco de Samuel a través de la ventana abierta del auto y me lo entrego "toma" me dijo extendiéndolo hacía mí, me coloque el saco de Samuel alrededor y su olor masculino y maderoso impacto directo en mi sentido, me encantaba su olor, temía que estuviera volviéndome adicta a él, cada día se me hacía más natural despertar con el olor a Samuel y cada día se me hacía más difícil no tenerlo a mi lado y eso me asustaba.

Omar encendió su cigarrillo, tomó una calada y exhaló el humo en dirección opuesta a mí, solamente observé el humo disolverse en el aire, no me molestaba el cigarrillo, la mayoría de mis clientes fumaba, incluso estaba segura de que Samuel lo hacía, algunas veces sentía como se levantaba de la cama, su espacio quedaba vacío y el calor de su cuerpo me abandonaba, a los pocos minutos volvía y el olor a tabaco podía sentirse en el ambiente, tampoco me molestaba, me gustaba el olor a tabaco y loción de Samuel.

Nos recostamos uno al lado del otro sobre el vehículo, ninguno decía nada, solo el sonido de Omar inhalando la nicotina y exhalando el humo era lo que rompía el silencio entre nosotros, alguno que otro vehículo pasando nos hacía desviar la vista del cielo estrellado.

Tenía las palabras como mariposas alborotadas en la garganta y aleteaban sin compasión por salir, estaba utilizando toda mi fuerza de voluntad para mantenerlas a raya, no sabía hasta dónde era mi límite con respecto a la vida privada de Samuel, tampoco sabía qué tanto podía confiar en el chofer, no porque no me agradara Omar, en verdad me agradaba, mucho, pero su lealtad de seguro estaba con su empleador, con quién pagaba las cuentas y no con la prostituta chismosa.

"Omar tú sabes..." me animé a preguntar luego de un buen tiempo, "vamos, creo que ya es hora" dijo interrumpiendo mi interrogatorio, abrió la puerta trasera en donde Samuel se encontraba y lo haló de un brazo, "vamos amigo" dijo, Samuel solamente emitió un sonido gutural y se incorporó con la ayuda del musulmán, yo solamente me dediqué a seguirles los pasos, Samuel parecía recobrar poco a poco el sentido.

Abordamos el elevador y presione el botón que nos llevaría al apartamento de Samuel, tomé la llave electrónica de su billetera e ingresamos, Omar solamente dejó caer a Samuel en uno de los sillones de la sala, golpeó su pecho un par de veces en señal de despedida y nos dejó solos, "buenas noches Carla" dijo despidiéndose de mí .

No sabía qué hacer, Samuel estaba despierto y solamente se colocó las manos en la cabeza sin decir nada, lo mejor era darle su espacio, me dirigí a nuestra habitación, mejor dicho, a la habitación que compartía con Samuel y solamente me dediqué a retirar el maquillaje de mi rostro, lo hice despacio, a ratos veía mi reflejo en el espejo, todo era tan surrealista, yo en un penthouse, con ropa y joyas de diseñador, quitando mi maquillaje, casi parecía un sueño, solo que no lo era.

Me quite el vestido y me coloqué una de las camisas de Samuel, caminé hasta la cocina, me moría de sed, pensé que lo encontraría en el mismo lugar, cual fue mi sorpresa que él ya no estaba ahí, caminé con cuidado de no hacer ruido y pegué mi oído en la puerta de la habitación contigua a la de Samuel, se escuchaba el agua de la ducha correr, él estaba tomando un baño, así que caminé de vuelta a la cocina, seguía con sed.

Serví en un enorme vaso una cantidad obsena de hielo y lo llené de agua fresca, mis niveles de alcohol no eran tan altos, pero todo lo sucedido me tenía en llamas, desde mi mano acariciando el bulto de Samuel hasta el estallido colérico que nos hizo abandonar el restaurante, además, cada una de sus palabras me intrigaba, "menuda cotilla que eres Carla" me dije a mi misma y bebí de golpe, volteé para llenar de nuevo el vaso con agua, pero un carraspeo me sobresaltó.

"Mierda" dije tratando de equilibrar el vaso para evitar que se rompiera en mil pedazos en el piso, "no quise asustarte" respondió Samuel con su voz ronca y varonil, estaba justo frente a mí, con la toalla envuelta en su cintura, gotas de agua se resbalaban por su pecho desnudo, su cabello alborotado y mojado lo hacían ver tierno y a la vez sensual, si no me mataba del susto me mataría de excitación.

"No lo hiciste... solo estaba distraída" respondí tontamente intentando ocultar la vergüenza que me causaba verlo así, había visto muchos hombres desnudos, no sabía porque Samuel tenía ese efecto en mi, pero la cara se me incendiaba, sabía que estaba sonrojada, y solamente estaba viendo su torso, ¡joder! ¿en qué momento me había convertido en una pervertida?

Samuel me observó en silencio, su mirada era extraña, nunca había visto esa mirada en él, era una mirada hambrienta y confundida, era como si una pelea se desencadenaba en su cabeza, era como si dudara de hacer algo o no hacerlo, no sabía exactamente que era lo que lo confundía pero esperaba que fuera algo bueno para mí.

Se acercó lentamente hacia donde yo me encontraba, acorralandome entre el lavatrastos y su cuerpo, tomó el vaso de mi mano y lo colocó a un lado, acerco su rostro hacia mi cuello inhalo con fuerza, nunca nadie me había olfateado, era extraño y a la vez erótico, todo en Samuel era erótico, cerré los ojos y me entregue por completo a lo que él decidiera.

Sus manos pronto se posaron sobre mi cintura, su boca se presionó contra mi cuello y las gotas de agua que desprendía su cabello se colaron entre mi pecho, mis manos presionaban con fuerza la orilla del mueble y mi cuerpo se arqueaba para darle más acceso.

Su pelvis hizo presión en mi abdomen y pude sentir su erección a través de la toalla que lo envolvía, sabía lo que pasaría y lo quería, por primera vez, quería que un cliente me follara, quería que se enterrara en mí tan profundo como fuera posible.

Samuel siguió sin piedad, tomó el borde de la camisa y la levantó para sacarla, solamente las bragas y la toalla nos separaban de estar cuerpo a cuerpo, instintivamente coloqué mis brazos alrededor de su cuello y lo acerqué más a mí, su beso me supo a gloria y pasta dental.

"Eres mía" dijo, su afirmación machista y posesiva en lugar de levantar una bandera roja en mi cerebro, me calentó y mis entrañas se volvieron líquidas, sus manos me tomaron por debajo de los muslos y entendí de inmediato, me alcé y enrolle las piernas a su alrededor, Samuel me sujetó con fuerza y caminó hasta su habitación sin dejar de tocarme el culo.

Mi espalda tocó de golpe el colchón y el peso de su cuerpo me comprimió, la toalla se había quedado hecha un montoncito en el piso del pasillo, solo la fina capa de tela de mis bragas nos separaba, podía sentir su pene duro haciendo presión y mojándome más y más, su cabeza descendió por todo mi cuerpo hasta posicionarse entre mis piernas, deje salir el aire contenido.

Su boca mordió suavemente la parte interna de mi pierna y gemí como gata en celo, era tan primitivo e intenso, Samuel definitivamente estaba haciéndome papilla, sus gruesos dedos delinearon el elástico de las bragas y luego empezó a sacarlas de entre mis piernas, no quedaba nada más, mi respiración se aceleró y mi cuerpo involuntariamente empezó a moverse buscando la fricción de nuestros cuerpos.

Samuel se acercó y pude sentir el calor de su miembro que se humedecía al rozar con mi coño expuesto, sus manos apretaban mi cintura y su boca devoraba mis pechos, en un momento se detuvo y sentí su respiración en mi oído, sus labios se pegaron para susurrarme, "estás despedida".

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora