Carla
"Estás despedida", no hablaba en serio ¿o sí?, ¡diablos! ¿por qué me estaba despidiendo?, ¿por qué su miembro seguía presionándose contra mí?, y más importante aún, ¿por qué no lo detenía?, tenía la respuesta para eso, estaba excitada, malditamente excitada por los empujones de cadera de Samuel García y por eso que estaba haciendo con su lengua sobre uno de mis pechos, "¡ah!" un pequeño grito se me escapó cuando sentí sus dientes alrededor de mi pezón, no era una mordida fuerte, no había sido un grito de dolor, estaba perdida, mi mente tenía cero claridad, ni siquiera sabía qué era real y qué no.
Había tenido sueños sucios en donde los protagonistas éramos Samuel y yo, y cada uno de esos sueños había sido tan real que no estaba segura de si esto era real o se trataba de otras de mis fantasías, aunque la punta de su miembro presionando mi entrada húmeda se sentía bastante real al igual que su peso corporal sobre mí, él estaba sujetado con sus codos para no dejarse caer por completo, pero, aun así, su cuerpo se sentía pesado, podía sentir cómo me apretaba contra el colchón.
Aun no me penetraba, era como si estuviera jugando conmigo y haciéndome hervir las entrañas, o tal vez solo estaba esperando que... "¡joder!" ahora sí estaba penetrándome y se sentía tan bien, ahora lo tomé del rostro y enredé mis manos en su cabello mojado, sus ojos estaban frente a los míos, sus labios estaban apretados mientras me embestía, no era rudo, todo lo contrario, era lento y profundo, y también era malditamente sexi, la incertidumbre que había sentido segundos atrás se evaporó cuando sus ojos chocolate fundido vieron los míos.
Su mirada era penetrante y no parpadeó ni una sola vez, estaba viéndome fijamente mientras sus caderas se movían hacia adelante y hacia atrás, mis piernas se enredaron en su cintura y lo aprisione para que su cuerpo hiciera fricción con el mío, "eres mía Carla... siempre serás mía" dijo con la voz jadeante y gutural, sus gemidos eran varoniles y roncos, odiaba a los hombres que enmudecían y se contenían a la hora de hacerlo, me gustaba escuchar los sonidos, me excitaba la cero contención que Samuel parecía tener, su voz era caliente y me tenía al borde, al igual que el sonido del impacto de nuestros cuerpos, no podía pensar en nada más, no quería pensar en nada más.
Samuel
"Deberíamos dejarlo un rato más" fue lo último que escuché luego de que el auto se estacionó, todo seguía dando vueltas en mi cabeza, haber vomitado había hecho que me sintiera mejor, pero aún estaba perdido gracias al alcohol y un reguero de emociones y pensamientos distorsionados que se apelotaban en mi cabeza, la voz parecía ser la de la muñeca, era tan dulce y susurrante, me gustaba su voz, podía escucharla hablar por el resto de mi vida, cerré los ojos y perdí la noción del tiempo y espacio.
La puerta trasera del coche se abrió de golpe, "vamos amigo" dijo Omar sacándome de mi sueño, no sé cuánto tiempo había pasado, pero se sentía como si hubiera dormido horas en ese asiento trasero, había fragmentos de escenas que no estaba seguro de si habían sucedido o no, el sabor del whisky y del vómito estaba en mi paladar, pero también estaba el meloso sabor de su cuello, no estaba seguro de si eso que recordaba había pasado, ¿había enterrado mi boca en su dulce piel?, ¿su mano había presionado mi entrepierna?, tenía la sensación de sus calientes dedos en mi polla, pero no tenía la certeza de si había sucedido o no.
Con dificultad subimos a mi piso, Carla sacó la billetera de mi bolsillo y con la llave electrónica abrió la puerta, Omar me dejó caer sobre uno de los sillones de la sala y se despidió de mí, ¿por qué mi madre había escogido ese maldito lugar?, ¿por qué ni mi padre ni nano la habían detenido?, puse mis manos sobre mi cabeza y presioné con fuerza para que la jaqueca cediera un poco y tal vez con cada respiración profunda que hacía se evaporaran los pensamientos devastadores que me aquejaban.
Escuché los pasos de Carla dirigiéndose hacia la habitación, quise seguirla, pero ahora estaba consciente de que era un desastre, así que después de un momento me puse de pie con dificultad, me dirigí a la cocina y preparé un café instantáneo, era horrible, pero solo quería espabilarme, tomé la taza y me dirigí hacia la habitación de invitados dando pequeños sorbos del amargo líquido, abrí la llave de la ducha y dejé que el agua corriera mientras terminaba mi bebida al tiempo que me desvestía.
El agua era caliente, tan caliente que mi piel se enrojeció pronto y el vapor inundó la estancia, estiré la mano fuera de la ducha y tomé mi cepillo de dientes, coloqué una cantidad obscena de pasta dental y empecé a cepillar mis dientes con fuerza, quería borrar el sabor agrio del vómito y el amargo del café, repetí el proceso dos veces más, hasta estar completamente seguro de que habían desaparecido ambos desagradables sabores.
Tenía sed obviamente, así que, al terminar mi ducha, enrollé una toalla alrededor de mi cintura y caminé hacia la cocina y ahí estaba, mi hermosa muñequita de porcelana, tan dulce, tan inocente, tan sexi, tan apetecible, todo en un solo pequeño cuerpo, "mierda" dijo al percatarse de mi presencia, había sido silencioso pues estaba descalzo, la había asustado, con dificultad balanceó el vaso que tenía en sus manos y sonreí para luego disculparme por haberla importunado "no quise asustarte" dije.
"No lo hiciste... solo estaba distraída" dijo de nuevo con su seductora voz, Carla era sensual y ni siquiera lo notaba, lo que para ella era normal, para mí era caliente, sus mejillas se encendieron al percatarse de que me encontraba semidesnudo, era algo que no entendía, era una prostituta, de seguro había visto a muchos hombres desnudos, pero aún se sonrojaba, solamente confirmaba que Carla no era como cualquier mujer y que definitivamente no estaba destinada a una vida como la que llevaba.
La observé en silencio, usaba una de mis camisas y sus piernas largas y tonificadas eran una invitación para tomarlas y enroscarlas alrededor de mí, su boca estaba roja, de seguro por el frío de los hielos en su bebida, dudaba que hubiera bebido algo de ese vaso, en él había más hielos que otra cosa y sus pechos se tensaban sobre la tela, podía ver perfectamente las puntas erectas de sus pezones.
Caminé hacia ella como un león acechando a su presa, estaba hambriento, hambriento por Carla Rosón, tomé el vaso de sus manos y lo coloqué a un lado, quería comprobar si lo que recordaba era verdad, quería saber si su piel olía de la misma forma que estaba en mi memoria, si su cuello tenía ese sabor meloso que estaba impregnado en mi boca, enterré mi nariz en ella e inhalé con fuerza, era real, todo era real.
Bajé mis manos hacia su cintura y succioné con fuerza la piel sobre el hueso de su clavícula, de seguro dejaría una marca, pero no importaba, Carla era mía, la reclamaría como mía en ese mismo momento, presioné mi cuerpo contra el suyo, porque la excitación me estaba superando y necesitaba restregarme contra ella para encontrar algo de alivio, había pasado de cero a cien en segundos, con Carla era casi imposible controlarse, era como un adicto frente a la droga de su perdición.
Tomé el borde de mi camisa para sacarla de su cuerpo, si bien me encantaba verla con mi ropa, también quería verla sin ella, sus pechos caían como dos gotas, y yo estaba sediento, ella puso sus delicadas manos alrededor de mi cuello y me atrajo hacia sí, la besé con fuerza, su saliva era fría y fresca, "eres mía" dije con determinación, era un cavernícola machista, pero me importaba una mierda, la tomé de las piernas y mi muñeca entendió de inmediato, se enredó en mí y así pude caminar hacia la habitación.
La dejé caer sobre el colchón y me abalancé sobre ella, sus piernas estaban abiertas para recibirme, así que sin más preámbulos, solté el nudo de la toalla y luego de besar la parte interior de su muslo deslicé sus bragas hasta sus pies y las aparte, eran un estorbo, mi pene se presionó contra su entrada caliente y húmeda y mis bolas se tensaron, era mejor de lo que había imaginado, ya no podía seguir masturbándome pensando en ella, tenía que sentirla, tenía que aliviar el dolor, tenía que apagar el fuego que estaba volviéndome cenizas, tenía que probar sus dulces pechos.
Carla tenía que ser mía, pero no podía ser mía si estaba pagando por ella, tenía que ser mía porque ella decidía entregarse a mí, odiaba la idea de pagar por sexo, no era un mercader de seres humanos, no quería comprarla, quería su cuerpo, sí, pero también quería su voluntad y su consentimiento. "Estás despedida".
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Dama de compañía
FanfictionSamuel: Un solitario millonario Carla: Una dama de compañía Una boda y muchos secretos