Capítulo 5

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Samuel

Sus enormes ojos color de oliva se paseaban por todo el apartamento, caminaba lentamente rozando con sus dedos todo el mobiliario mientras yo la seguía a la distancia, "¿aun estudias?" le pregunté, ella solo rio con ironía, eso era un no, así que no insistí con el tema, decidí quedarme callado por un momento esperando por alguna explicación o algún comentario, pero ella no dijo nada, siguió con su recorrido pausado, recorrido que seguía con mis ojos.

"¿Por qué no eres un abogado como el resto de tu familia?" preguntó al ver la fotografía de mi graduación que descansaba sobre uno de los estantes de la sala de estar, "hasta tu futura cuñada es una abogada" dijo. Sonreí al darme cuenta de que Carla había hecho la tarea, sabía varias cosas de mí y mi familia, aunque en realidad no me sorprendía, la vida de mi familia era una vida pública, todos lo sabían todo, bueno, casi todo.

"No soy como ellos... además, dudo que Marina ejerza su profesión" respondí acercándome a ella, estaba junto al bar, así que me serví dos dedos de whisky, le mostré la botella en señal de ofrecimiento, pero ella se negó, "¿por qué piensas que no ejercerá?" preguntó colocando su hermosa cara en sus dos manos y apoyando los codos sobre la madera de la pequeña barra, su mirada estaba fija en mí, me observaba mientras bebía el dorado licor que quemaba mi garganta, siempre había disfrutado de un buen whisky, pero cuando lo combinaba con el tema de mi familia, me sabía mal.

"Solamente buscaba enganchar a un García, y mira... atrapó al pez más gordo" dije con sorna, sus pestañas parecían abanicos, había parpadeado varias veces con incredulidad, "asumo que no te agrada Marina entonces" dijo, volví a servir otro par de dedos en el vaso de cristal y lo bebí de golpe, ella ni siquiera siguió con el tema. No, no me agradaba Marina, pero no lo admitiría delante de una extraña, es más, no lo admitiría delante de nadie, después de todo, era un caballero.

Carla

Hice una nota mental: la futura cuñada no nos agradaba, listo. Al parecer Samuel la veía como una trepadora caza fortunas, había investigado un poco sobre su familia, los Nunier eran también bastante acomodados, claro, nadie era tan rico y poderoso como los García, pero tampoco era una prostituta en bancarrota como yo, así que debía haber algo más en esa historia.

Bebió el contenido del vaso de golpe, parecía ser un buen licor, tal vez whisky, la botella era elegante al igual que el vaso de fino cristal, todo era elegante, decidí no insistir con el tema de su familia, no era algo que debía importarme, pero algo en Samuel me intrigaba, tenía tantas preguntas rondando en mi cabeza, ¿por qué odiaba a su familia y a su cuñada? ¿por qué contrataba a una prostituta para fingir una relación? ¡vamos! con esa pinta de guapo, cualquiera estaría dispuesta a fingir lo que fuera, además este trato incluía un viaje a las Bahamas, era el sueño de cualquiera.

Mi estómago rugió y quería que el edificio me devorara completa en ese instante, no había comido nada en todo el día por miedo a arrojarlo todo frente a él, toda esta situación de Samuel me tenía tan nerviosa, había mucho en juego, no solamente para él, yo también me jugaba mi puesto y mi paga, mi futuro dependía de que esta "transacción" como él lo había llamado saliera bien.

Él estalló en carcajadas, tenía una hermosa risa, ronca y contagiosa, un hermoso hoyuelo aparecía en una de sus mejillas, caminó hacia el otro lado del bar y me tomó de la mano, avanzamos hasta la cocina, parece ser que tirar de mí de golpe y seguirlo a tropezones era algo a lo que debía acostumbrarme, al fin de cuentas era su novia, al menos por unos días, por unos días sería la novia de Samuel García.

Samuel

Su estómago rugió y no puede contener la risa que eso me causó, no solía romper en carcajadas de esa forma, pero algo extraño pasaba con esta chica, no me sentía avergonzado ni cohibido, no debía aparentar nada, ella estaba avergonzada, mientras yo pensaba que era tierna, la cogí de la mano y caminamos hasta la cocina, había dado órdenes explícitas de que llenaran la alacena y el refrigerador, mi asistente había hecho la lista con todas las cosas que debían comprar.

Abrí el refrigerador y saqué un enorme trozo de queso, cogí el rayador de uno de los altos gabinetes de la cocina y se lo entregué a Carla para que se ocupara de eso, ella pronto entendió y lavó sus manos en el lavatrastos para luego empezar a rallarlo. Cogí una olla y la llené con agua, para luego ponerla en la estufa.

Un poco de pasta nos vendría bien, es fácil y rápido de hacer, no puedes equivocarte con la pasta, abrí una bolsa de frituras para que Carla calmara su hambre y también cogí unos hongos y pimientos que cortaría para añadirlos a los macarrones, se sentía bien, todo esto se sentía bien, no había podido estrenar la cocina y hacer pasta con Carla se sentía tan normal.

Después de unos minutos todo estaba listo, le indiqué a Carla que sacara unos platos para servir los macarrones mientras yo destapaba una botella de vino, nos sentamos en la sala uno al lado del otro con nuestras copas llenas, Carla parecía sentirse más cómoda, se quitó los zapatos y cogió el tenedor para degustar de los macarrones que habíamos preparado, se suponía que debía instruirla, pero no quería hacerlo en ese momento, solo quería sentir confort, y Carla me lo brindaba.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora