Capítulo 32

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Samuel

Tenía puesto uno de esos cortos pijamas que me dejaba apreciar sus largas piernas, esas que quería enredar en mi torso mientras la embestía, a pesar del mal momento de hacía algunos minutos la deseaba, con cada maldita fibra de mi ser, deseaba a mi dama de compañía, pero no sabía cómo reaccionaría a lo que había visto, no era algo fácil de digerir, más aún cuando yo solo había sido rudo y no había dado explicaciones, se sentó a mi lado sin decir nada y enredé mis dedos entre los suyos, sus manos eran suaves a diferencia de lo ásperas de las mías, me gustaba esa sensación tersa en mis yemas. Sabía que Carla estaba mordiéndose la lengua por mencionar algo sobre la habitación, pero seguí en silencio, preparándome mentalmente para lo que viniera, había sido un día de mierda sin lugar a dudas.

Pero ninguna preparación podía haberse anticipado a lo que salió de su preciosa boca de muñeca, "¿se trata de algún fetiche extraño?... en verdad no quiero darte el biberón o cambiarte el pañal" dijo horrorizada y yo no pude procesar muy bien a lo que se refería hasta que señaló la habitación, estallé en carcajadas, si antes había tensión su tontería la había estallado como se estalla un globo con una aguja, de golpe, haciendo una fuerte explosión, ¡Dios, me encanta esta mujer!, se contagió de inmediato y empezó a reír, me gustaba verla reír, tenía unos grandes dientes delanteros y camanances.

"No se trata de algún fetiche extraño" expliqué tratando de calmarla y de hacerle ver que no se trataba de nada de lo que pasaba en esa cabecita rubia, no estaba listo para hablar, ni con ella, ni con nadie, ni siquiera había podido hablarlo con Omar, él tampoco mencionaba nada, habíamos hecho una especie de voto de silencio que habíamos cumplido a lo largo de todos los años que llevábamos juntos, ella asintió comprensiva, agradecía ese rasgo en ella, no me juzgaba, así como yo no la juzgaba a ella y no me presionaba, Carla me daba paz y siempre podía respirar en paz con ella.

Luego de ver el resumen deportivo, Carla estaba con su cabeza recostada en mi hombro, se había quedado dormida hacía ya varios minutos, no había querido moverme para no despertarla, además quería ver la tabla de posiciones de la liga y los últimos resultados, con todo lo que había sucedido, no había podido enterarme de nada, Guzmán y yo teníamos una apuesta, obviamente él apostaba por los colchoneros, pero yo le apostaba a la ciudad catalana que me había acogido en mis peores momentos, por el momento, estábamos empatados, no había más que un punto de diferencia y el muy cabrón iba a la delantera.

Apagué el televisor y me moví con cuidado de no despertarla, la cogí en brazos y caminé hasta nuestra habitación, se sentía tan bien volver a llamarla así, volver a tener a mi muñequita de ojos verdes entre las sábanas, pegada a mi cuerpo, su cuerpo laxo y ligero se acomodó sobre el mío, su aroma floral volvió a instalarse en mi nariz y poco a poco el sueño me fue venciendo, hasta que la luz del sol se coló por la ventana y el infame despertador sonó insistente anunciando un nuevo día y una nueva marea que sortear, el día de las fotografías había llegado.

Carla

Me removí incómoda por la luz que golpeaba insistente mis párpados y me obligaba a abrir los ojos, no quería moverme, su cuerpo caliente era tan cómodo, no quería nunca alejarme de él, su olor maderoso y su palpitar rítmico me tenían embobada, pero como siempre, la realidad nos daba una bofetada en el rostro y nos obligaba a estar a su merced, él dio un beso en mi frente y se levantó para luego ingresar al cuarto de baño, las sábanas pronto se tornaron frías y bufé molesta, ¿por qué no podía tenerlo un rato más?, sentía que las horas y los días a su lado se me escapaban como agua entre los dedos, no quería volver a ser la prostituta de nadie, quería ser siempre la muñeca de Samuel García.

Sus duchas eran bastante veloces y anoche había rasurado su incipiente barba, así es que solo me daría tiempo de preparar el café y tostar algunas rodajas de pan, las coloqué junto a la mermelada y la mantequilla, no era gran cosa, pero era un día largo, debíamos estar antes del mediodía en el lugar en donde se llevaría a cabo la actividad junto a su familia, además debíamos hacer algo de magia en el rostro de Samuel, apenas habían transcurrido algunas horas, así es que la herida era más que notoria, había empezado a tomar un color violáceo bastante intenso.

Apareció con un pantalón de mezclilla, sus pies descalzos y el torso descubierto, secaba su alborotado y húmedo cabello con una toalla y yo lo veía como un lobo hambriento, sin disimulo, él solo sonrió y cogió una tostada, verlo comer así era tan sexi y me tenía con las hormonas alborotadas, "¿me sirves café?" dijo sacándome de mis lujuriosos pensamientos, asentí y tomé la taza para verter en ella el negro y aromático líquido, él se sentó a mi lado y untó con mantequilla su tostada, era agradable volver a esos cómodos silencios, luego de lo sucedido el día anterior.

"Cayetana vendrá en un momento y se encargará de esto" informó señalando su rostro, asentí mientras bebía de mi taza, Cayetana era un genio de la moda y de seguro lo arreglaría, eso me hacía sentir más tranquila, la relación con su familia era bastante tensa como para sumarle nuestros malos entendidos, el timbre sonó sobresaltándome, estaba tan nerviosa por lo que nos esperaba, un nudo se había formado en mi estómago en el momento en el que caí en cuenta de que sería fotografiada, los García eran importantes y de seguro serían portada en todas las revistas y periódicos del país.

Pero Samuel parecía estar de nuevo en control, era tan diferente al hombre desaliñado y errático del día anterior, siempre hacía estallar mi cabeza con su facilidad para cambiar de piel, pero me derretía en cualquiera de sus fases, así fuera la de un loco, no sé qué decía eso de mi sanidad mental, pero no podía evitar caer siempre rendida ante el millonario. Cayetana hizo su ingreso, no sin antes dar un grito de horror al ver a Samuel, yo seguía comiendo sin poder detenerme, lo hacía siempre que estaba nerviosa, había perdido por completo la cuenta de cuánto pan había comido ya, pero no podía ser una cantidad razonable, eso era definitivo.

"¿Qué haces aún sin bañarte?" preguntó tomándome del brazo y empujándome hacia el interior, Samuel solamente negó con la cabeza y sonrió mientras mordía una tostada más, rodé los ojos y me encerré antes de que la neurótica rubia decidiera bañarme ella misma. Abrí la llave y dejé que el agua caliente me relajara y se llevara mis preocupaciones, si Samuel estaba tranquilo con esto, yo también debía estarlo, después de todo el controlador aquí era él, así que no debía estresarme si él no lo estaba.

Lo consideraba excesivamente elegante, pero era hermoso y se ajustaba perfectamente a cada curva de mi cuerpo, mi mente no dejaba de pensar en si Samuel tenía alguna corbata verde lima que combinara, no recordaba ver alguna en ese tono, era estúpido que me preocupara por eso, pero era mejor que pensar en el evento en sí, el escote era en forma de corazón y sentía que las tetas se me saldrían en cualquier momento, no quería volver a pasar por ese momento bochornoso con el padre de Samuel. Enredé la serpiente dorada en mi brazo, respiré hondo y caminé para encontrarme con mi destino de ojos caramelo.

Podía escuchar sus voces animadas desde el pasillo, voces que se silenciaron de inmediato al verme entrar a la sala de estar, que era en donde se encontraban, sus enormes ojos se clavaron en mí y rogué al cielo y al infierno porque nunca dejara de verme como lo hacía, era una mirada de fuego, tan abrasador que consumía cada centímetro de mi cordura, la sangre me hervía y la piel se me erizaba, Cayetana sonrió con suficiencia y orgullo. "Estás preciosa" dijo extendiendo su mano para que la tomara, lo hice de inmediato mientras él me hacía girar para observarme por completo.

"Tú no estás nada mal" dije sonriendo al ver el verde corbatín anudado a su cuello, solamente si observabas muy de cerca su rostro podías notar el maquillaje que ocultaba el golpe en su nariz, "de nada" dijo de forma petulante Cayetana, Samuel rodó los ojos y yo reí divertida, era narcisista, pero un genio, y no iba a mentir, me empezaba a agradar, Samuel confiaba en ella y eso hacía que automáticamente yo confiara en ella. Luego de algunos consejos sobre cómo aprovechar la luz para que las fotografías fueran perfectas, se despidió de nosotros.

Omar nos esperaba con la puerta del auto abierta cuando bajamos, "estás para comerte" dijo extendiendo sus brazos hacia mí, como era de esperarse Samuel se interpuso y recibió él el abrazo, no pude evitar reír mientras Omar rodaba los ojos, el ceño de Samuel estaba fruncido y empujó a su amigo dentro del asiento del piloto para que iniciáramos nuestro recorrido, "cavernícola" dije depositando un beso suave sobre su mejilla, no quería arruinar el maquillaje, su sonrisa de lado apareció y sostuvo la puerta para que ingresara, en seguida nos pusimos en marcha, solo esperaba que todo saliera bien, por lo menos una vez, necesitaba que todo estuviera bien.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora