Capítulo 10

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Carla

Cepillé mis dientes y mi cabello, limpié mi cara y estaba dispuesta a colocarme una de esas ridículas e infantiles pijamas que había llevado conmigo, eran diminutas, pero con diseños de unicornios y otras niñerías impresas en la tela, pero no sé por qué motivo no quería que Samuel me viera así, quería que me viera sexy, atractiva, quería que se le desencajara el rostro y no que me ignorara como lo había hecho horas atrás en el piso de Cayetana.

Mordí mi labio inferior y vi mi reflejo en el espejo, respiré profundo y me llené de valor, me quité la ropa y me quedé solamente con la lencería, era sexy y de marca, en casa mi refrigerador estaba vacío y no tenía un solo par de buenos tenis, pero las bragas y los sostenes abundaban, total, eran como mi herramienta de trabajo.

Me acerqué lentamente hasta la cama y me recosté al lado de Samuel, ambos estábamos inmóviles, sabía que él había notado mi presencia, pero solo cerró los ojos, podía sentir el calor que su cuerpo emanaba, no se había movido ni un solo centímetro desde la última vez que lo había visto, antes de entrar al baño, no sé por qué razón me sentía en deuda con Samuel, sentía que todos esos gastos en ropa, zapatos y joyería debía retribuírselos de alguna forma, a pesar de su rudeza y algunos comentarios un poco hirientes, Samuel había sido amable conmigo, más que cualquier otro cliente, así que me sentía en deuda y la única forma que conocía para pagar mis deudas era con sexo.

No sé cuánto tiempo pasó desde que me había recostado junto a él, ni cuánto tiempo mi mente había vagado entre esos pensamientos, me acerqué lentamente hacia él, levanté las sábanas y subí mi pierna entrelazándola con las suyas, una de mis manos fue a dar hasta su pecho, dibujé suaves círculos sobre él, era musculoso y firme, tenía un poco de vello, muy varonil, este hombre estaba siendo mi perdición.

Mordí mi labio en anticipación, estaba segura de que Samuel sería un excelente amante, él seguía sin moverse, como si no se diera cuenta de mi presencia, su respiración era suave y tranquila, sus ojos estaban cerrados, estaba dormido, pero yo me encargaría de despertarlo de la mejor manera, acerqué mi rostro y tomé el lóbulo de su oreja con mi boca, "Samuel... despierta" dije seductoramente en su oído mientras que i mano seguía acariciándolo y mi rodilla buscaba hacer presión con el bulto entre sus piernas.

Samuel

"¿Pero qué coño?" dije sobresaltado, Carla estaba sobre mí, ni siquiera supe en qué momento me había quedado dormido, lo último que recordaba era que se había recostado a mi lado, el alcohol me había relajado tanto, una de sus piernas estaba entre las mías y me presionaba la polla con su rodilla, una de sus manos jugaba con los vellos de mi pecho mientras su boca aprisionaba mi oreja, ¡esta mujer sería mi perdición! pensé.

Necesitaba llenarme de autocontrol, "detente Carla" dije sujetando fuerte su muñeca y alejándome de ella, tenía ya una dolorosa erección entre los pantalones, pero mi mente no estaba tan nublada, mi juicio aún estaba intacto, "no te contraté para esto" dije soltando su mano de golpe y avancé hacia el baño, necesitaba una ducha fría después de esto, me maldije a mí mismo, en verdad la deseaba, no había parado de pensar en ella y en lo maravilloso que sería perderme entre sus piernas, pero la boda de Nano era pasado mañana y no podía joderlo, no ahora, abrí la llave de la ducha y me metí bajo el agua fría, alejé todos esos pensamientos pervertidos que Carla me provocaba y me deshice de la erección.

Carla

¿Qué mierda acababa de pasar? me preguntaba una y otra vez, yo era una prostituta y Samuel me había contratado, ahora me decía que no me había contratado para esto, entonces para qué mierda me había contratado, tenía bien claro de que tenía que cumplir con el papel de novia ejemplar frente a su familia, pero pensé que también habría sexo, contaba con eso, por primera vez en todo el tiempo en que llevaba desempeñando esta maldita profesión, quería sexo.

Samuel me había rechazado y se había encerrado en el baño, bufé frustrada, confundida y avergonzada, ¿cómo coño iba a darle la cara después de esto?, lo mejor que podía hacer era fingir demencia, fingir estar dormida para el momento en el que él saliera, así que eso hice, no sin antes tomar una de sus camisas del clóset y colocármela, me sentía tan expuesta, mi maleta estaba afuera y no quería que me pillara despierta.

Me metí en las sábanas y me giré para darle la espalda, después de no sé cuánto tiempo escuché la perilla del baño girar y luego sentí cómo el colchón se hundía, Samuel se metió en las sábanas y me dio la espalda, minutos después ambos estábamos dormidos tan cerca y tan lejos uno del otro.

La mañana llegó y me encontré sola en la habitación, salí con cautela esperando no encontrarlo, pero ahí estaba, con una taza de café y el periódico extendido, "el desayuno está listo" dijo sin levantar la vista, suspiré y me acerqué a la mesa, tomé una taza y serví café para mí, había pan tostado, huevos, fruta y tocino, mantequilla, leche y churros, tomé un poco de todo, no tenía tanto apetito.

El plato de Samuel estaba a medio comer y al parecer lo que leía en el periódico era importante, fruncía el ceño más y más y bebía su café, tal vez el artículo no era de su agrado, después de unos minutos dobló el enorme papel y lo colocó de golpe a un lado, tomó el tenedor y cogió un trozo de kiwi de su plato, se lo llevó a la boca y continuó con su desayuno, era un silencio incómodo, no como el silencio que habíamos compartido con el plato de macarrones, me sentía tan culpable y avergonzada.

"Lo siento" dije casi susurrando, sentía la necesidad de disculparme con él, parecía tan enfadado, además no quería que me despidiera, necesitaba este trabajo, Samuel no dijo nada, tomó su plato y se retiró de golpe, "saldremos en 20 minutos" dijo desde la cocina, así que terminé la rodaja de pan que había untado con mantequilla y que tenía a medio comer y bebí los últimos tragos de mi café.

Samuel tomó su móvil y caminó al balcón a realizar algunas llamadas, cepillé mis dientes, amarré mi cabello en una coleta alta y me vestí muy casual esperando que Samuel no reprochara mi atuendo, no me apetecía nada desde que había despertado, para mi suerte, no lo hizo, me tomó de la mano como siempre y me condujo hasta la salida del edificio para que abordáramos el auto.

Omar ya nos esperaba, solamente nos había saludado con un nervioso y titubeante "buenos días" el enfado en Samuel podía notarse a kilómetros y Omar que lo conocía de sobra no había querido arriesgarse, entramos al auto y viajamos por varios minutos hasta que estábamos frente a un centro de SPA, "estás agendada, vendré por ti para almorzar" dijo, asentí y salí del auto, me quedé unos segundos observando hasta que el auto se alejó, suspiré y caminé hasta la entrada del edificio.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora