Capítulo 12

630 60 10
                                    

Carla

Inmediatamente sentí su presencia, sus pasos eran pausados y el olor a su loción invadió la cocina, seguí batiendo los huevos en el bowl, había cortado trozos de jamón y queso para hacer un omelet, no era muy diestra en la cocina, pero eso definitivamente sería suficiente para calmar mi hambre, también había preparado un vaso de cocoa con leche y había colocado un par de rodajas de pan en el tostador, trataba de pensar en cualquier cosa que no fuera Samuel ingresando a la cocina con el torso al descubierto.

El trozo de mantequilla se deslizaba suavemente sobre la sartén caliente, sostuve la respiración cuando sentí sus fuertes brazos rodearme y su cabeza hundirse en el espacio de mi cuello y hombro, él no dijo nada solamente suspiró cansado, no sé por qué supe que Samuel no esperaba nada de mí, así que seguí con mi faena, dejé caer los huevos sobre el sartén mientras él descansaba sobre mi hombro.

"¿Me pasas esa tabla por favor?" dije suavemente, él asintió y se despegó solamente lo necesario, "uno de esos no me vendría mal" dijo señalando la tortilla de huevos que ahora estaba cubierta con los cubos de queso y trozos de jamón, sonreí y tomé otro par de huevos para empezar a batirlos, él se separó para coger un plato del gabinete y así poder servir el omelet, después de unos minutos ambos platos estaban listos.

El ambiente era tan doméstico, tan natural y tranquilo, nadie nunca pensaría que yo en realidad era una prostituta contratada por un millonario para hacerme pasar como su novia perfecta delante de su disfuncional familia, hasta parecíamos una pareja real, nos sentamos en los altos bancos de la isla de la cocina, uno al lado de otro y comimos en el más cómodo de los silencios, "en verdad agradezco tu ayuda Carla" dijo con una media sonrisa.

No supe qué responder, solamente asentí y sonreí tímidamente mientras seguía enfocada en la cena, Samuel era tan confuso para mí, la noche anterior me había rechazado, luego en el día había puesto una barrera y ni siquiera nos habíamos visto o intercambiado palabras, ahora me abrazaba en la cocina y me agradecía, estaba tan confundida, cuando quería odiarlo por ser un imbécil me salía con algo que me hacía sentir simpatía.

"¿Estás lista para el primer evento de mañana?" preguntó mientras se servía un vaso de leche fría, definitivamente no lo estaba, pero no podía permitir que Samuel lo supiera, así que asentí, había terminado ya de comer así que cogí mi plato y avancé hasta el lavavajillas para colocarlo, su loción volvió a invadir mis fosas nasales, "lamento haberme comportado como un imbécil" dijo abrazándome de nuevo, su cuerpo estaba caliente.

"No tienes por qué disculparte, entiendo perfectamente... soy tu empleada y esto es importante para ti" dije un poco fría, pero no sabía qué más decir, no quería meter la pata de nuevo como anoche, "perdóname Carla" dijo hundiendo más su cabeza en mi cabello, "buenas noches Samuel" le respondí alejándome y dejándolo solo en la cocina, entré al baño, cepillé mis dientes, me coloqué una de esas pijamas infantiles y me metí entre la sábanas deseando que la noche fuera eterna para no tener que enfrentar lo que sucedería al siguiente día.

Samuel

La necesitaba como oxígeno, estaba tan linda frente a la estufa batiendo unos huevos, sonreí y deseé que todo fuera real, deseé tener esa vida que sale en las películas, deseé no ser Samuel García Domínguez y todo lo que esos apellidos traían consigo, deseé ser solo Samuel y estar en compañía solamente de Carla, no la prostituta que había contratado, sino la hermosa y dulce chica que en verdad era, esa que se sonrojaba ante mi presencia y que siempre parecía tan despistada e inocente.

Me acerqué a ella con lentitud y me aferré a su cuerpo, la rodeé con mis brazos y presioné mi pecho contra su espalda, hundí mi nariz en su cuello, olía a miel y flores, era tan reconfortante, era justo lo que necesitaba en ese momento, Marina tenía la habilidad de sacarme de mis casillas en solo segundos, una palabra de esa pelirroja era suficiente para descolocarme, pero Carla era como una suave brisa, esa que relaja tus sentidos.

"¿Me pasas esa tabla por favor?" dijo, volteé y pude ver lo que me pedía, habían trozos de jamón y queso que ella había cortado para el omelet que prepararía, fue hasta en ese momento que me di cuenta que en verdad tenía hambre y que lo que Carla cocinaba por muy sencillo que fuera se veía muy bien, "uno de esos no me vendría mal" dije pidiéndole que cocinara uno para mí, ella pronto se puso a ello y no pude evitar sonreír, una calidez indescriptible invadió mi pecho, ese confort de una verdadera relación me embargó, sabía que no era cierto, pero quería por un momento fingir de que este momento era real.

Me disculpé con ella por lo imbécil que había sido la noche anterior y toda la mañana, ella solamente asintió y no dijo más, en verdad me sentía avergonzado por cómo me había comportado, aunque todo fuera difícil no tenía ningún derecho a tratarla como lo había hecho, después de comer ella se retiró dejándome solo en la cocina, lo comprendía, yo estaba actuando de forma tan errática que no la culpaba por poner esa barrera, al fin de cuentas, era la barrera que yo mismo buscaba construir desde el principio, solo que ahora no estaba muy seguro de quererla.

Carla

La mañana llegó, debíamos asistir a un brunch, nunca los había entendido, ¿eran un desayuno, una refacción o un almuerzo?, no tenía ni puñetera idea, siempre había demasiada comida, pero en trozos pequeños, esos pequeños sándwiches eran absurdos, ¿por qué no hacerlos de tamaño normal?, así evitarían que la gente tomara interminables cubitos, era realmente molesto, aunque las mimosas salvaban el evento.

Me puse de pie y revisé mi móvil, Cayetana me había enviado instrucciones explícitas de lo que debía vestir y calzar, también me había indicado las joyas que debía utilizar y el tono de maquillaje que debía aplicar, bufé agotada, el día empezaba y ya estaba agotada, volteé y me encontré con el lado de la cama que ocupaba Samuel vacío, eso me decepcionó aún más, pero decidí no darle más vueltas al asunto.

Avancé hasta el clóset donde estaban colocados todos los atuendos que utilizaría, sonreí al ver que estaban junto a la ropa de Samuel, sus impecables trajes y camisas, sus interminables corbatas, su colección de relojes finos y sus lustrosos zapatos, era un sueño, era una vida que no era mía pero que al mismo tiempo lo era, por lo menos por unos días, saqué todo lo que Cayetana indicó y lo coloqué sobre la cama, Samuel apareció con el cuerpo sudado, una pantaloneta y una toalla enrollada en su cuello, mi cuerpo se prendió en llamas y mi mente viajó a pensamientos realmente sucios, mordí mi labio.

"Buenos días" dijo sonriendo, como sabiendo lo que yo estaba pensando, "buenos días" respondí bajando la mirada, "veo que todo está listo" dijo señalando la ropa que tenía desplegada sobre el colchón, asentí y él volvió a sonreír, "tomaré una ducha en la otra habitación para que puedas prepararte" dijo avanzando hacia la salida, "¿podrías buscar una corbata que combine con eso, por favor?" pidió señalando mi vestido.

"Claro" respondí sin salir del asombro, parecía estar de muy buen humor, tal vez el ejercicio que de seguro había hecho lo había relajado, o tal vez intentaba estar relajado para que yo no entrara en pánico y no mandara todo a la mierda, no lo sabía a ciencia cierta, pero estaba surtiendo efecto, eso era lo importante, además, su requerimiento me había llenado de ternura, Samuel combinando atuendo con su novia, es para joderse.

Tomé una toalla e ingresé al baño para tomar una ducha rápida, quería tener tiempo suficiente para poder maquillarme de forma apropiada y tallarme el vestido correctamente, además debía encontrar la corbata perfecta para Samuel, después de un buen rato todo estaba listo, arreglé la cama y dejé la corbata sobre el blanco edredón, salí hacia la sala y Samuel esperaba en el sillón viendo su móvil y vistiendo únicamente un albornoz azul.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora