Capítulo 18

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Carla

"Tú toma un baño, yo haré toritas" dijo retirando la corbata de su cuello, asentí y caminé sonriendo hacia el cuarto de baño, Samuel al llegar había encendido la llave para que la bañera se llenara, era como si hubiera podido leer mi mente, era todo lo que quería hacer desde que habíamos llegado a ese hotel, solo quería devolverme y sumergirme en el agua caliente, me quité la ropa y entré, la temperatura era perfecta, deje caer una pequeña cantidad de sales y líquido para burbujas y me relajé, en realidad había sido un día difícil.

Cuando salí me dirigí a la habitación, esa que habíamos estado compartiendo en este último par de días y noches, vi toda mi ropa y no había nada que quisiera utilizar, avancé hasta el guardarropa de Samuel y pasé mis manos sobre sus camisas perfectamente planchas que colgaban de las cerchas, abrí uno de los cajones y vi un par de sudaderos, mordí mi labio inferior y dude si debía ponérmelo, sabía que al hacerlo estaba invadiendo su privacidad y su espacio, pero la tela era tan suave y olía tan bien, era difícil resistirse.

Extendí la oscura sudadera, parecía ser de alguna fraternidad o de la facultad de su universidad, recuerdo haber visto el logo en una de sus fotografías, sonreí y la acerqué a mi nariz, olía a Samuel, era mejor pedir perdón que permiso, así que me la coloqué, era abrigadora y acariciaba mi piel suavemente llenándome de calor, no sé por qué me sentía tan cómoda ante la presencia de Samuel, así que decidí solamente amarrar mi enredado cabello en un moño alto y salir así, sin nada más que las bragas y su sudadera que me cubría hasta los muslos.

Estaba en el pequeño comedor que estaba en el balcón, solamente con un pants, su pecho y sus pies descubiertos, ¡joder!, era tan sexy, apreté los puños para tratar de mantener a raya mis impulsos, quería comerle esa boca y que me follara, podía notar su duro miembro a través de la tela, desvié mi mirada de su entrepierna y caminé hacia él, la mesa estaba servida, había una enorme torre de tortitas, frutos rojos, sirope y zumo de naranja, sonreí ante eso, "espero no te moleste" dije señalando su sudadera, él solamente negó y corrió la silla para que me sentara a su lado, de un momento a otro, Samuel corrió hacia el interior dejándome completamente sola y confundida.

Cogí el tenedor y pinché un par de tortitas para colocarlas en mi plato, me moría de hambre, esas estúpidas pequeñas porciones podían ser muy elegantes y costosas, pero no saciaban a nadie, tomé el sirope y empecé a distribuirlo sobre las toritas, veía como el líquido color caoba los cubría cuando la presencia de Samuel me sobresaltó un poco, apareció con una sábana que me entregó para que me cubriera las piernas, la noche estaba entrando y hacía frío, "gracias" dije con una sonrisa en mi rostro.

Él siguió sin decir nada, se sentó a mi lado en silencio y cogió el tenedor que se encontraba a su derecha, tomó casi la mitad de la torre de tortitas que había hecho y las sirvió en su plato, luego colocó una cantidad exagerada de sirope sobre ellas y con la mano cogió un puñado de frutos que terminó esparciendo por todo el plato, era como un niño maleducado y eso me hizo sonreír más, "¿quieres?" me preguntó señalando la jarra que contenía el zumo de naranja, asentí y él llenó nuestros vasos, estaba un poco ácido pero contrastaba perfectamente con la dulzura del sirope.

Su móvil sonó anunciando la llegada de un mensaje, luego sonó de forma insistente, un pitido tras otro, era como si cientos de mensajes llegaran de golpe, el cómodo silencio en el que habíamos estado sumergidos se rompió en ese momento, tomó el aparato y leyó rápidamente los mensajes, su rostro estaba iluminado por la luz de la pantalla, después de terminar de leer colocó su móvil boca abajo y volteó a verme con curiosidad "¿te gusta el futbol?" preguntó.

Samuel

"¿Te gusta el futbol?" pregunté con curiosidad, Guzmán me había enviado numerosos mensajes diciéndome que su equipo jugaba mañana temprano y que podía darme un par de entradas, esperaba que Carla dijera que sí, me gustaba el futbol y eso nos distraería del fiasco de día que habíamos tenido y tal vez nos despejaría la mente, así también dejaríamos de pensar en la cena que tendríamos con mi familia y la de Marina.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora