Capítulo 6

640 49 12
                                    

Samuel

"Y, ¿cuál es el plan?" preguntó la rubia mientras metía otro trozo de pan en su perfecta y tentadora boca, "mientras más detalles tenga de esto, será mejor" dijo con la boca llena, no pude evitar sonreír, era como una niña de 5 años a la cual nadie le había enseñado modales, "antes de cualquier detalle, es más importante trabajar en ti" le respondí, ella parpadeó sorprendida, tomó la copa con vino que le había servido minutos atrás y dio un enorme trago, como queriendo bajarse la comida con ello, "¿cómo que en mí?" preguntó asustada.

Volví a sonreír, tener el poder era algo que siempre me complacía, me levanté para coger la botella de vino que había dejado en la mesa del comedor y así poderle servir un poco más a Carla, si esa iba a ser su estrategia cada vez que le dijera algo, necesitaría la botella entera, "bueno, si queremos que nadie nos pille, hay ciertas cosas en las que debemos trabajar" le dije mientras retiraba el corcho de la botella y volvía a llenar su copa, llené también la mía, yo también necesitaría del alcohol, luego me senté a su lado.

"Es que eso es precisamente lo que no entiendo de todo esto" dijo mirándome y frunciendo el ceño, sus ojos parecían más verdes y fruncía su pecosa nariz, "¿por qué contratar a alguien como yo?" preguntó llevando sus manos hasta su pecho, me detuve a pensarlo unos segundos, aún no decidía qué tanto podía y debía decirle a Carla, no porque fuera algo tan importante, sino por el hecho de que debía poner límites entre nosotros.

Analicé la situación mientras Carla me escudriñaba con su verde mirada, los límites eran importantes porque ella, después de todo, era mi empleada, y, la razón primordial de haberla contratado era no crear lazos, mantenerla a distancia, que todo fuera una transacción y nada más, pero también, si era justo, Carla merecía algo de información, bastante información para ser exacto, ella tenía razón, mientras más detalles le diera, mejor podría interpretar su papel.

Suspiré y levanté la mirada, "porque la relación con mi familia no es buena y no quiero que ellos se entrometan en mi vida, solo quiero cumplir con mis deberes de padrino y volver a Barcelona ileso" le dije de forma tajante, todo era verdad, era una verdad a grandes rasgos, pero al fin de cuentas, una verdad, decidí que no le mentiría, tal vez diría verdades incompletas, pero no le mentiría.

Esperé a que Carla reaccionara a lo que acababa de escuchar, tal vez se sentiría intimidada por mi familia, era lo que siempre sucedía con el resto de personas que se cruzaban en mi camino, las personas tampoco solían entender el porqué de mi alejamiento, por qué era que no me llevaba con mi familia, si era tan perfecta, era la familia que todos soñaban, todos menos yo, yo la cambiaría por una cabra en un tronar de dedos.

"Entiendo... la familia es complicada... no puedes con ellos, pero tampoco puedes sin ellos, ¿cierto?" dijo tan resuelta y sonreí de nuevo, era tan refrescante escuchar a alguien que no buscara impresionarme, además tenía razón, había mucho rencor entre mi familia y yo, pero muy en el fondo, muy, muy en el fondo, había un extraño amor enfermizo, lo enfermizo era la única explicación lógica para que hubiera aceptado y hubiera decidido esta locura de contratar a Carla y ser el padrino de Nano.

Ella volvió a tomar un poco de macarrones y un poco de pan, eso también lo encontraba refrescante, me gustaban las mujeres con buen apetito, eso siempre me hacía creer que estaba ante alguien real y genuino, odiaba estar junto a esas tías estiradas que siempre pedían una escueta ensalada y la dejaban a medio comer, para luego al llegar a sus casas atiborrarse de comida a escondidas, pues se han quedado con hambre, ¿para qué? Solo para aparentar clase o qué se yo, odiaba en verdad a esas falsas mujeres, pero la compañía de Carla era agradable, así que cogí mi plato y seguí comiendo junto a ella.

"¿Así que el padrino ¡eh!?" preguntó, "sí" respondí con mala cara, no era algo que me entusiasmara, amaba a Nano, claro que sí, él era la única razón por la que había vuelto a Madrid, era la única razón por la que había accedido a todo esto, pero odiaba tener que ser el padrino de boda, primero porque eso significaba que tenía que estar presente en todo y segundo, porque odiaba a Marina.

Carla

Casi me atraganto con un trozo de pan cuando dijo que debíamos trabajar en mí, bebí pronto de mi copa para que pasara por mi garganta, pero después de escuchar sus razones, la cosa hizo un poco de sentido, si queríamos que su familia creyera todo, entonces debíamos afianzar ciertos detalles, como, por ejemplo, el tema de la universidad, yo había estudiado, sí, pero en una universidad pública, era uno de los sueños de mamá, pero cuando ella murió, todo cambió.

Estaba segura que la vida universitaria que yo había llevado no encajaba en lo más mínimo en la vida universitaria de una de esas tías millonarias, esas universidades extranjeras de renombre eran un mundo totalmente ajeno al mío, así que era un tema importante, de seguro mi educación saldría a colación, así que Samuel tenía razón, debíamos prepararnos para lo que vendría.

Ahora también me hacía más sentido mi contratación, Samuel al parecer tenía problemas con su familia, si salía con alguien de su medio, su familia podría fácilmente intervenir, pero conmigo no había esa clase de problemas, yo solo cumplía con un trabajo, cuando esto acabara, ni Samuel ni su familia me volverían a ver, lo cual debía ser un alivio, pero al razonarlo mientras daba otro bocado, no me sentía aliviada, me provocaba cierta congoja, no quería no volverlo a ver, pero era lo que sucedería, el volvería a su lujoso apartamento en Barcelona y yo a mi sucio piso y a mi vida de mierda.

Seguimos comiendo en silencio, él parecía observarme con demasiado detenimiento y atención, justo como lo había hecho en el auto en el trayecto hacia aquí, tal vez era algo a lo que debía acostumbrarme, su penetrante mirada, tal vez era Samuel interpretando su papel de novio, ese novio que no puede apartar la mirada de ti, tal vez solo practicaba, o tal vez se lo estaba pensando, tal vez me despediría en unas horas, o en la mañana y mi vida volvería a ser una mierda.

Iba a empezar a hiperventilar y a rogarle que por favor no me despidiera, que haría todo lo que me pidiera, seguiría sus instrucciones al pie de la letra, cuando su actuar me distrajo de mis atolondrados pensamientos, había cogido su plato de pasta y se había sentado más cerca de mí, llené de aire mis pulmones para calmarme, todo parecía normal, así que seguí respirando lento y profundo y seguí comiendo en silencio.

Siempre que estoy de nervios como como cerdo, sin medida y sin pensar, ni siquiera sabía cuántos trozos de pan había cogido ya, o cuantas copas de vino llevaba, no creo que muchas pues aún me sentía en mis cabales, pero, ¿qué borracho no se siente en sus cabales?, pensé, borré de inmediato todas esas divagaciones de mi enredada cabeza y me concentré en mi plato y en Samuel, debía aparentar compostura.

"¿Así que el padrino ¡eh!?" le pregunté de la forma más casual que pude articular, él solo respondió con un escueto "sí", pero ahora quien parecía divagar era él, parecía como si su mente viajaba, justo de la misma forma en que la mía lo había hecho segundos atrás, y allí iba mi supuesta conversación casual, esa con la que supuestamente buscaba romper el hielo, esa que se suponía rompería el silencio que me carcomía.

"Habrá un brunch en dos días, varias cenas, cócteles, toma de fotografías, la boda y el viaje familiar" dijo resumiendo el itinerario, empecé a entrar en pánico de nuevo, no tenía ropa para ninguna de esas actividades, mi guardarropa consistía en ropa para estar en casa y lencería para cumplir con mi trabajo, algunas veces, la ropa ni siquiera era necesaria, pero al parecer, con Samuel, ninguno de mis atuendos serviría.

"Iremos de compras, necesitamos vestuario apropiado" dijo como si hubiera leído mi mente, y antes de que pudiera decir algo al respecto añadió, "no te preocupes, correrá por mi cuenta y podrás conservarlo todo... tómatelo como un bono" y con ese último comentario mi entusiasmo se iba al caño, pero de cierto modo era lo mejor, lo entendía, debía tener los pies sobre la tierra, yo era su empleada, debía cumplir un papel, yo era solo una transacción más del poderoso Samuel García.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora