Capítulo 27

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Samuel

Mi sueño había sido más que reparador, ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que había dormido de forma tan placentera, mis músculos estaban totalmente relajados y una sonrisa se había instalado en mí, la almohada olía a Carla y ese olor solamente reafirmaba el hecho que de verdad la había tenido, no era un sueño, había pasado, ella me había aceptado, sin importar mi dinero o mi posición, ella había decidido estar conmigo a pesar de todo.

Saqué mis brazos de debajo de la almohada y giré con toda la intención de encontrarla a mi lado, esperaba que aún estuviera dormida y así poder apreciar sus finos rasgos sin que ella se diera cuenta y me tomara como a un pervertido, pero al girarme lo único que encontré fue un espacio vacío y frío, Carla ya no estaba a mi lado, eso me decepcionó e hizo que me levantara de forma apresurada, estaba desconcertado, ¿dónde diablos se había metido?

Tomé un pants gris del clóset y un par de sandalias que utilizaba para ir a la playa, pues fue lo primero que encontré y quería encontrar pronto a Carla, no sé cuánto tiempo había pasado desde que me había dejado en la cama y ya la echaba de menos, mis manos tenían una incontrolable necesidad de tocar su piel, quería besarla, así que rápido cepillé mis dientes, no quería incomodarla con mi aliento matutino, de seguro ya estaba haciendo el desayuno.

Borré mi inicial decepción y volví a dibujarme la sonrisa, la imaginaba en la cocina con alguna de mis camisas o de mis sudaderos haciendo unos huevos revueltos o qué se yo, mi mente recreaba una de esas imágenes cursis de película romántica donde encuentras al amor de tu vida haciendo tortitas y sirviéndote una taza de café tal y como te gusta, pero al llegar a la cocina, ella tampoco estaba, no había rastros de Carla por ningún lado y un fuerte dolor se instaló en mi pecho.

¿Le había sucedido algo? ¿Mamá se había enterado y yo no había podido protegerla?, las preguntas solamente se amontonaban en mi cabeza sin encontrar ninguna respuesta, recorrí cada rincón del apartamento y ella seguía sin aparecer, y luego me percaté de que todas sus cosas, con excepción de las joyas, no estaban, todo había desaparecido, todos los vestidos, todos los zapatos, todos esos pijamas cortos que me volvían loco porque hacían que quisiera enredarme en sus largas piernas, Carla se había ido.

La realidad me golpeó con una fuerza indescriptible, caí sentado de golpe en el sillón de la sala sin entender lo que pasaba, ella me había dejado, pero, ¿por qué?, todo estaba bien anoche, ¿por qué se había ido así? ¿por qué no había hablado conmigo si algo le había molestado? ¿había sido mi culpa?, tomé mi rostro entre mis manos y alboroté mi cabello en desesperación, ninguna de mis preguntas tenía una respuesta lógica, nada tenía sentido.

Tal vez ella acababa de irse y aún podía encontrarla afuera esperando un taxi, ¿por qué mierdas no había pensado en eso antes?, me pregunté y me di un golpe en la frente con la palma de mi mano, era un estúpido, debí haber bajado en el momento en el que me percaté que no estaba, había perdido tiempo valioso, solamente esperaba que aún estuviera ahí, tal vez Omar la había visto, si así había sido y no la había detenido le cortaría los huevos.

Ni si quiera me preocupé por mi aspecto, el ascensor estaba ocupado y estaba consciente de que presionar incesantemente el botón no haría que llegara más veloz, así que decidí tomar las escaleras bajándolas de dos en dos, incluso de tres en tres, gracias al cielo no me había partido la cara y había logrado bajar todos los niveles con éxito, vivía en el penthouse así que no había sido tarea fácil, cuando llegué al lobby del edificio estaba completamente sudado y con el corazón a mil.

Volví a ver en todas las direcciones posibles, salí esperando encontrarla, pero mi muñeca había desaparecido y eso volvió a romperme el corazón y a llenarme de dudas, tal vez solamente se había comportado como lo que era, una prostituta y yo había sido un ingenuo que había leído mal los mensajes, ese era el peor pensamiento que mi cabeza había fabricado, "¡imbécil"! me dije por pensar semejante estupidez, una señora que hablaba por teléfono a mi lado me miró feo, era comprensible, estaba medio desnudo en medio de la banqueta insultándome.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora