Capítulo 31

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🔴 Recuerde que la historia es de carácter maduro

Samuel

Ninguno decía una sola palabra mientras comíamos en el comedor del apartamento, había sido un día extraño, muy extraño. Tenía hambre y al parecer no era el único, Carla había devorado una hamburguesa del tamaño de su cabeza y también una obscena cantidad de aros de cebolla, no sabía cómo en un cuerpo tan menudo podía caber tanto, pero me gustaba verla comer y me gustaba aún más verla devuelta en el apartamento, cerramos con broche de oro, helado.

Omar se despidió y la rubia saltó como si tuviera un resorte en el culo para abrazarlo, el demonio rojo de los celos volvió a poseerme, odiaba que cualquier otro hombre que no fuera yo la tocara, "deja de arrugar el ceño" dijo divertida colocando su lindo dedo índice sobre mi frente para borrar mi expresión fastidiada, luego se inclinó para besarme y tuvo el efecto de un exorcismo, el demonio me abandonó para darle paso a una sonrisa, el poder que tenía sobre mí era preocupante. Mi amigo y chofer se retiró y yo alejé mi silla para que Carla se sentara sobre mí, quería hacer lo que no había podido hacer en la mañana, poseerla.

Mis manos encajaron en sus voluptuosas caderas e hice presión para poder sentirla, tenía la polla a punto de reventar, recosté mi cabeza y ella se acercó para volverme a besar mientras enterraba sus uñas en mi cuero cabelludo, Carla se había convertido en una necesidad, tan prioritaria como dormir o comer, quería hacerla mía de nuevo, quería borrar esos malos momentos cuando me encontré solo en mi apartamento, empujé para que nuestros centros hicieran fricción, su piel caliente era deliciosa.

No podía más con ese maldito juego, la tomé con fuerza y me impulsé para ponerme de pie y así poder deshacernos de la ropa que solo era un estorbo fastidioso, una vez desnudos me vuelvo a sentar, ella sigue de pie desnuda frente a mí, tengo la verga dura así es que la bombeo con mi mano, ella no aparta sus ojos verdes de mí y hace que me excite aún más, tomo su mano y la acerco a mí, quiero que Carla me monte, quiero que tome de mí todo lo que quiera, ella entiende, claro que entiende, se abre de piernas y vuelve a acomodarse frente a mí y la beso sin control, manteniendo su cabeza firme para tomarla a mi antojo.

Su mano pronto viaja a mi falo y empieza a masturbarme, no puedo evitar tirar mi cabeza hacia atrás cuando siento cómo se la mete completa, le cedo el control y ella lo aprovecha, sus lindas tetas me rebotan en la cara y su culo golpea mis muslos sin control, "hazlo como quieras muñeca... si se siente bien para ti, se siente bien para mí" le digo entre jadeos, ella obedece y se mueve a su conveniencia, tomando todo lo que quiere y necesita de mí, los huevos van a explotarme en cualquier momento mientras ella sigue moviéndose ahora de forma circular, entierro el rostro entre sus pechos y masajeo su clítoris con mi pulgar hasta que estalla en un orgasmo apabullante, no tardo mucho en seguirla y disparo en su interior.

Nos quedamos no sé cuánto tiempo en esa posición, conmigo en su interior, su piel brillaba por el sudor compartido, sus muslos tenían las marcas rojas de mis dedos, sus níveos pechos las marcas de mi boca y el cabello alborotado, me encantaba verla así, tan entregada, tan libre, tan satisfecha, intentó ponerse de pie y solté na carcajada cuando se desplomó de nuevo pues sus piernas temblaban como Bambi, la alcé con fuerzas y ella enredó sus piernas a mi alrededor enterrando su cabeza en mi cuello, caminé con ella en brazos hasta la habitación, por el momento había sido suficiente, luego seguiríamos, yo necesitaba tomar una ducha y ella recuperarse del orgasmo. "Tú te quedas aquí y yo voy a darme una ducha" le dije depositándola en nuestra cama, si ella me acompañaba era probable que nunca terminaría de ducharme porque la empotraría contra la pared y me la volvería a coger, así es que lo mejor era alejarme de ese demonio seductor.

Estaba cansado y en verdad el agua sobre mi espalda estaba haciendo magia, me quedé por un largo tiempo bajo la regadera sin pensar en nada, después de haberme despojado de todo el sudor, de haber enjabonado mi cuerpo y lavado el cabello salí, me enredé en la toalla y miré mi rostro una vez más en el espejo, la herida ya no se veía tan mal, había tomado un analgésico cuando habíamos llegado y en verdad creía que el maquillaje lo podía cubrir, tenía un poco de barba pero no como parecer un vagabundo así que la dejé estar, mañana me rasuraría para estar presentable para las fotografías.

Cuando salí del baño todo mi buen humor se fue por el retrete, la puerta de una de las habitaciones estaba abierta y Carla estaba parada en el marco observando el lugar, era una habitación que solamente traía dolor, no había tenido el valor de deshacerme de nada, seguía intacta como cuando ella estaba, mi respiración se volvió pesada y caminé con paso firme, Carla no tenía la culpa de nada y estaba solamente siendo curiosa, pero no podía evitar construir un muro cuando se trataba de mi pasado, intenté no ser tosco con ella pero fue inevitable "no debes estar aquí" dije con rudeza, ella intentó disculparse pero la corté de inmediato, no necesitaba que habláramos más del tema, solo necesitaba que ella se alejara de ahí y cerrar de nuevo esa puerta.

Tomé el pomo y cerré sin dejarla explicarse "el baño está libre, puedes usarlo si te apetece" le dije mientras abandonaba el corredor, ella no dijo nada, se quedó estática detrás de mí, ingresé al cuarto de huéspedes pues no sabía cómo manejar esto, necesitaba algo de tiempo y también necesitaba ponerme algo de ropa, estaba desnudo frente a Carla, no solo de cuerpo, también de alma y lo único que quería era cubrirme, no estaba listo para esto, esta era una de las miles de razones por las que a Madrid no podía considerarlo un hogar, la escuché ingresar al baño y abrir la regadera y suspiré agradecido, esperaba que cuando saliera fingiera demencia, eso era lo que yo haría después de todo. No quería darle explicaciones y no iba a darle explicaciones.

Carla

Me llevó un par de minutos reaccionar, Samuel ingresó a la habitación de huéspedes y cerró la puerta dejándome sola en el corredor, caminé conflictuada hacia el cuarto de baño y en automático me quité las sábanas en las que estaba enredada y las dejé hechas una montañita en el suelo, abrí la llave de la regadera y dejé correr el agua, la observé estática, había un remolino de dudas en mi mente, ¿qué era esa habitación?, ¿por qué un hombre como Samuel tenía un cuarto para un recién nacido?, no podía ser de algún sobrino, Nano era su único hermano y él no tenía hijos, Samuel tampoco tenía hijos, lo sabía porque lo había investigado antes de que llegara por mí a la agencia.

Ingresé bajo el chorro de agua fría que caía como catarata refrescante, por unos segundos me estremecí pero era la temperatura correcta, necesitaba el frío para espabilarme, para que la sangre me volviera a correr y para que mi cabeza pensara de forma correcta, limpié los residuos de semen entre mis piernas y el sudor de mi piel, tomé el shampoo y lo apliqué en mi cabello masajeando suavemente para relajarme, había cambiado la temperatura del agua a una más templada, pero seguía bastante fría, luego me envolví en la toalla y me senté en la tapa del retrete para desenredar mi cabello, la verdad era que solamente estaba alargando el momento de nuestro encuentro.

Cuando ya no tenía más que hacer porque me había leído cada una de las etiquetas de los productos que estaban en el baño y había desenredado hasta el último pelo de mi cabeza, respiré profundo y salí como noble caballero dispuesto a enfrentar al dragón. Lo encontré frente al televisor, vestía uno de esos pantalones de pijama y una camiseta sin mangas, sus pies estaban descalzos y su cabello alborotado. Lo dejé estar y caminé a la habitación para vestirme, me coloqué rápido una de esos pijamas infantiles y volví a coger aire. Caminé devuelta a la sala y me senté a su lado en silencio, él no dijo nada, solo me tomó de la mano enredando nuestros dedos, lo entendí de inmediato, no iba a hablar y yo no debía presionarlo.

"Solo tengo una duda" dije cuando no pude más, necesitaba vomitar las palabras o sufriría un infarto, él me miró consternado y apretó mi mano, "¿se trata de algún fetiche extraño?... en verdad no quiero darte el biberón o cambiarte el pañal" dije preocupada, era uno de los escenarios que más me aterraba, al fin de cuentas era una prostituta y cumplir las fantasías turbias de los clientes era una de mis funciones, había visto tanto que en verdad me aterraba que Samuel fuera uno de esos tipos extraños.

El me miró horrorizado "¿de qué mierda hablas?" preguntó frunciendo el ceño, señalé con la mirada la habitación para que entendiera a lo que me refería y eso fue suficiente para romper el hielo y el momento incómodo en el que estábamos sumergidos, Samuel estalló en una nueva carcajada y me contagió de inmediato, reímos hasta que el estómago nos dolió, "no voy a hacer ninguna de esas cosas porque no se trata de un fetiche extraño" me explicó mientras besaba mi frente, "solo no estoy listo para hablarlo, ¿está bien?" dijo y asentí un poco más tranquila, solo un poco porque aún seguía sin obtener respuestas, pero sus palabras se sentían bien, eran como una promesa de que debía esperar el momento y lo haría, por ahora solo me sentaría a su lado a ver el futbol.

Dama de compañíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora