Capítulo 6: Agua caliente

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Me estaba cansando de estar aquí. ¿Enserio pretendían dejarme aquí? Este lugar era inhumano. Bien Maia, claro que era inhumano, tan solo vivían vampiros. Lo que decía, estaba perdiendo la cabeza.

-¡Hola!-grite por la ventana a ver si conseguía sacarle algo de conversación a los guardias, pero ni modo, seguían parados como estatuas.-Soy estúpida y no lo sabía.-dije nada más ver el mango de la ventana para abrirla. Con mucho cuidado y algo de fuerza conseguí abrirla, el fuerte viento me golpeó de lleno.-¡Hey!-volví a gritar mientras me asomaba por la ventana.-¿Me oís?

-No te hablaran.-dijeron a mis espaldas, ocasionando que me asustara. ¿Todo el mundo aquí tenía como objetivo asustarme?-Tienen prohibido mantener una conversación, a menos que sea por parte de sus superiores.-Lucy se encontraba de nuevo en la habitación, con su característico maletín.-¿Cómo te encuentras?-preguntó mientras colocaba todo en la cama.

-¿Cómo crees que me encuentro?- le pregunté enfadada.-Estoy encerrada en una habitación oscura, tétrica y antigua, esperando a que una vampira me drene por completo. ¿Crees que estoy bien?-se quedó callada sin saber qué decir.

-Siento eso.-dijo después de unos segundos.-Debo de ver tus heridas.-¿No iba a decir nada más? Increíble. Resople con resentimiento y me acerque a ella.-Siéntate, por favor.-hice lo que me dijo y me senté, sin decir ni una palabra. Me fije en su maletín mientras comenzaba a curarme la herida de mi frente, esta vez solo había gasas y agua oxigenada.-No hay ningún arma.-sentenció firmemente.

-Siento aquello.-susurre mirándole a los ojos.

-No te preocupes, es normal. Estabas en un sitio desconocido, con gente desconocida. Yo también habría actuado así, habría intentado defenderme.-la mire con los ojos bien abiertos. ¿Me estaba dando la razón?

-Me llamo Maia, por cierto.-susurré recordando que no le había dicho mi nombre.-Maia Rossi.

-Encantada Maia.-despegó un momento los ojos de mi herida y me miró a los ojos.-Yo soy Lucy, aunque eso ya lo sabes.-dijo con una sonrisa.-Lucy Archer.

-Igualmente.-volví a susurrar.

-Tus heridas ya han desaparecido.-dijo recogiendo las cosas en su maletín.-Ya te puedo dar el alta.-se rió un poco por lo bajo.

-Que graciosa.-le dije con ironía, pero a quien quiero engañar, yo también me reí.

-Bueno, ¿vamos?-preguntó mientras se levantaba.

-¿Qué?-pregunté confundida.

-Si claro. Debo de llevarte a tu habitación.-me contestó como si fuera la cosa más simple del mundo.-¿No pensarías que te ibas a quedar aquí siempre, no?

-Pues si.-le conteste mientras le seguía el paso.

-Anda vamos, te llevo a tu nuevo dormitorio.-abrió la puerta con fuerza. Le seguí con precaución, a saber si esto se trataba de una trampa.-Esa habitación era de cuarentena, debías de pasar dos días en ella.-explicó al ver mi cara.

El pasillo era enorme, parecía que no tenía fin, las paredes eran de piedra antigua, pero aun así se veían bastante cuidadas. En el suelo se encontraba una moqueta roja y dorada, con algunos dibujos en ella. Todo en este sitio era hermoso, bueno todo menos aquella habitación.

Me asuste al levantar la cabeza y encontrándome con un guardia vestido de negro, el típico que si te pilla en la calle, tus seres queridos no te ven nunca más. Iba con la cabeza agachada y con calma, nunca los había visto calmados. Paso a nuestro lado, bajando un poco más la cabeza, sin mirarnos.

-¿Por qué no nos ha mirado?-pregunté extrañada por su comportamiento.

-Es otra de sus normas, no deben de mirarnos y menos a ti.-sentenció tranquila.

HematófagaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora